El vértigo de una puesta de sol

El Celta debe contemplar en su planificación la posibilidad de que Iago Aspas pueda ya no ser tan importante y es una de las razones de contratar a un entrenador de tanta jerarquía como Rafa Benítez

Aspas, durante el partidocontra el Girona.   | // R. GROBAS

Aspas, durante el partidocontra el Girona. | // R. GROBAS / Armando ÁLvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Iago Aspas ha constituido la gran certeza del Celta, en ocasiones la única, durante al menos doce temporadas. Ha sido el genio que rentabilizaba las bonanzas y el milagro al que encomendarse en las tormentas. Cualquier giro en el proyecto ha pivotado sobre él. Cualquier decisión estratégica o táctica ha partido de su idoneidad. Él era la primera respuesta que cada nuevo entrenador encontraba al acertijo. Rafa Benítez tendrá que resolver un interrogante. Sus problemas crónicos de espalda le apartaron del centro del escenario al final de la Liga. Por primera vez asistió a la salvación siendo espectador en vez de taumaturgo. Un recordatorio de que incluso él, aunque eterno, en algún momento deberá plegarse al dictado de la biología. Esas últimas jornadas presentan un aspecto positivo. Conminan al club a preparar ya seriamente la transición. Puede que Aspas aún exhiba una versión excelente, pero la dirección deportiva no puede apostar todas sus bazas a esa jugada. Gestionar el ocaso del mayor astro será complejo. Siempre lo es. La contratación de un entrenador de tanta jerarquía también obedece a ello. Pizarra y fichajes sustancian ese proceso. En última instancia, le corresponderá a Aspas asimilar las variaciones en su papel.

De Aspas ya está escrita la leyenda. Cuando el Celta despertaba, de sus sueños o de sus pesadillas, Aspas seguía allí. El niño que mintó sobre su edad para enrolarse antes en la cantera. El rebelde que pudo perderse en el camino. El chiquillo que rescató a la entidad de su desaparición. El que lideró el ascenso, poniendo fin al lustro oscuro. El que dribló a Colotto. El hijo pródigo, tan amado a su regreso. La figura en las glorias con Berizzo. El treitañero que lloraba en el banquillo tras haber desatado A Nosa Reconquista. El hombre sencillo, conectado telúricamente al país, que ha rechazado los dineros foráneos. Salvo que finalmente se pliegue a alguna oferta arábiga, su epílogo parece perfectamente diseñado. Siempre ha afirmado que no estirará artificialmente su carrera. Se retirará en 2025, cuando concluya su actual contrato, para integrarse en la dirección deportiva.

Cómo encajará Aspas en los esquemas de Benítez

La imagen anhelada del celtismo consiste en verlo levantar el primero título antes de que el silbato concluya su último partido. Más allá de que cualquier plan futbolístico está sujeto a variaciones, falta el contenido cotidiano de este epílogo. En las dos próximas campañas, Aspas estará a las órdenes de Benítez. Un entrenador con prestigio, personalidad y voluntad autoral. Intriga saber cómo encajará a Aspas en sus esquemas o hasta qué punto los adaptará a él.

Hasta ahora, la dinámica no admitía dudas. La versatilidad de Aspas encumbraba cualquier ideología. Berizzo lo empleó mayormente como punta en plenitud física, cuando era capaz de iniciar y mantener la asfixiante presión al hombre. Aspas volaba en aquel vértigo. Sus sucesores lo retrasaron a la mediapunta para que cosiese más el juego además de concluirlo. Aspas disfrutó masticando las combinaciones. Desde esa demarcación también ha podido ir dosificando sus esfuerzos según avanzaba su edad.

Los datos gruesos de la última campaña no retratan precisamente un declive: 37 participaciones en 38 partidos, con 12 goles y 4 asistencias. Lo cierto es que Aspas, que el 1 de agosto cumplirá 36 años, ya no puede exprimirse en la presión y es más vulnerable a los decaimientos y los achaques. Ni marcó ni asistió desde la 27ª jornada. Y no se le puede exigir un sacrificio defensivo extenuante durante un porcentaje alto de minutos y partidos. Aunque Benítez destaque por su flexibilidad, tiene mandamientos grabados en piedra. Entre ellos, el despliegue y la intensidad. Aspas necesitará, de entrada, que el lumbago le conceda una tregua y poder prepararse bien en pretemporada.

Un verano extraño por la ausencia de Hugo Mallo

También será un verano extraño para el moañés por la ausencia de Hugo Mallo. El marinense, aunque más joven, lo precedió en la mudanza definitiva al primer equipo. Su química se ha mantenido en tantos años de convivencia. Aspas ejercía como guía en el campo y Mallo, en el vestuario. Como dúo han protagonizado una etapa irrepetible. Pero la directiva no está muy satisfecha con su liderazgo en las angustias recientes. Aspas será ahora el primer capitán. Habrá que ver si el brazalete modifica la manera en que se proyecta diariamente sobre sus compañeros.

A Aspas, por supuesto, habrá que esperarlo hasta un segundo después de que cuelgue las botas. Sería descabellado precipitarse en el panegírico fúnebre. Pero el Celta no puede seguir mintiéndose sobre su finitud ni esconder las miserias en su regazo. Son muchas las carencias que debe remediar en el próximo mercado si desea aspirar a algo más que la sufrida permanencia. La plantilla, además del talento que ha reclamado el propio Aspas, necesita mayor empuje físico, oficio y personalidad. Y se han de plantear, por primera vez, alternativas principales en el libreto que no contemplen a Aspas como pieza básica; que incluso permitan emplearlo desde el banquillo o sobrevivir a hipotéticas convalecencias. Será un proceso colectivo porque fichar un sustituto directo es imposible.

Es una inquietud y a la vez un reto que se resolverá en múltiples cuestiones, como la propia relación que establezcan Benítez y Aspas. El mejor jugador de la historia del Celta según la mayoría de los aficionados, desde luego el más importante en sus hechos, afronta la resolución de su hermoso relato. Cada minuto que le reste es un tesoro que se debe paladear... y rentabilizar.

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