Sin gol ni oficio

El fútbol vuelve a castigar a un Celta lastrado por su escasa eficacia en comparación con el rival y que desperdició el último cuarto hora envuelto en un grave ataque de inmadurez

Larsen y Cervi tratan de ganar el balón en una jugada que acabó con gol anulado. // LOF

Larsen y Cervi tratan de ganar el balón en una jugada que acabó con gol anulado. // LOF / JUAN CARLOS ÁLVAREZ

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Los números son canallas con el Celta. Ningún otro equipo logra menos con tantos remates; a ninguno castigan tanto los rivales con tan poco. Una espiral trágica de la que Carvalhal se ve que tampoco es capaz de sacarle. Acostumbra a ser mejor que el rival pero no es capaz de ganarles porque en las área es un absoluto dolor y el fútbol –por mucho que a los entrenadores les guste dar vueltas con los esquemas, las alineaciones y mil teorías más que justifican la existencia de cuerpos técnicos kilométricos– es eso. Cómo de contundente eres en el área. Y el Celta ahora mismo se comporta como una bonita mascota delante del portero. El partido de Mallorca volvió a demostrarlo. Más de media docena de ocasiones muy claras; una del rival. Y ganaron los de Aguirre. Por delante en el marcador los mallorquines se colgaron debajo del larguero y trataron de llevar el partido a un terreno pantanoso donde el Celta no supo moverse. Se comportó de un modo infantil, inmaduro, cayendo en todas las trampas que le tendían los rivales para que el partido dejase de ser un partido y se transformase en el “Club de la Lucha”. Ahí se perdió el equipo y también los puntos.

El desquiciamiento

Empecemos por el final porque es elocuente para conocer el estado de la plantilla y para poner de manifiesto uno de sus evidentes problemas: la inmadurez. Después del gol del Mallorca respondió muy bien el Celta que dio la cara y encerró al rival con determinación en su área. Salió Carles Pérez a escena y los vigueses generaron un puñado de ocasiones para empatar ante un rival que se sentía desbordado. Y de repente llegó la desconexión absurda. El Mallorca, lleno de tipos con oficio, entendió que el partido debía pararlo de otro modo y convirtió un partido disputado en una riña callejera. Quejas, protestas, empujones, simulaciones...el Celta, lejos de aislarse de la situación, se puso el disfraz de matón callejero y se olvidó de que estaba allí para jugar un partido de fútbol. En el último cuarto de hora ya no fueron capaces de generar una situación de peligro más allá de los saques a balón parado que tuvieron. Parecían más preocupados por ajustar cuentas con los jugadores del Mallorca, felices en aquel escenario. Tampoco ayudó el árbitro, permisivo desde el comienzo con las tarjetas. Pero el Celta no puede caer en esa trampa de un modo tan infantil.La lectura de cara al futuro es que nunca es una buena señal una respuesta como ésa a una situación de estrés. Porque las pulsaciones se van a acelerar en lo que queda de Liga y al final lo que va a importar es el número de puntos que logras, no las reyertas de las que sales entero. Hace falta un oficio que ahora mismo no aparece.

Media hora picando piedra

El partido arrancó con media hora de difícil digestión. Dos equipos llevados por la prudencia, midiendo riesgos desde el arranque, que se dedicaron a batallar. Un trabajo de castigo previo a los momentos en los que el partido se iba a decantar. Un tostonazo para el espectador del que salió mejor el Celta. Porque los vigueses pasada la media hora empezaron a encontrar esos pases (sobre todo desde el sector de Mingueza) que le abrían el camino hacia la portería rival. Pero ahí le falló un punto de inspiración. Solo Larsen y Luca de la Torre fueron capaces de darle continuidad. Se equivocaron en exceso Iago Aspas y Gabri Veiga, erráticos en el pase o en la elección final.

Cervi

Probó Carvalhal a Cervi como carrilero izquierdo en lugar de Javi Galán. Le puso mucho esfuerzo y trabajo, pero evidenció poco acierto con la pelota y escasa profundidad. Además tuvo la desgracia de perder el duelo que permitió al Mallorca fabricar el gol de Dani Rodríguez.

Balón parado

El próximo día que el Celta sea capaz de generar peligro (lo de marcar un gol ya es una cosa delirante) en un saque de balón parado debería ser considerado día festivo en la ciudad.

Carles Pérez

Una de las grandes lagunas de los entrenadores del Celta es que ninguno haya sido capaz de explotar las condiciones del único jugador que es capaz de desequilibrar y de limpiar defensas rivales. Un valor esencial en el fútbol. No puede quedarse en el papel de revulsivo. Está para mucho más y es algo que convendría corregir. Ayer su presencia fue una bendición. En un par de balones que le dieron le hicieron un penalti en el que le faltó interpretar mejor su caída y provocó una situación de peligro en la que no encontró rematador. El partido parecía estar en sus botas. Pero entonces fue cuando el Celta prefirió hacer su versión de “La ley de la calle”.

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