El Celta ha estrenado nuevos tiempos con la puesta en marcha de la ciudad deportiva Afouteza, pero en la mudanza a los campos de Mos se ha llevado prácticas antiguas que se hicieron habituales en A Madroa con futbolistas que en un determinado momento no aceptaron las condiciones de renovación que les presentaba el club o porque éste buscaba aligerar la plantilla para incorporar caras nuevas. David Costas y Jorge Sáenz son los dos últimos ejemplos de personal sobrante en un mundo laboral donde el dinero casi siempre está por delante de las personas.

Al canterano y al tinerfeño ya no se les permite entrenar con el resto de la plantilla, como reconocía días atrás su entrenador, Eduardo Coudet, mientras el club intenta acelerar su marcha del equipo para poder incorporar en su lugar a un delantero.

Sobran fichas libres en la plantilla, pero está agotado el límite salarial que LaLiga le ha impuesto al conjunto celeste para este curso (62,5 millones de euros, según las cifras oficiales). Si Costas o Sáenz se marchan, aunque mejor sería que lo hicieran ambos, el Celta dispondrá del porcentaje de sus contratos para dedicarlo al delantero que reclama Coudet.

Hasta ahí, todo resulta normal en un sistema de libre mercado. La cuestión discutible se encuentra en las formas elegidas para conseguir el fin. El entorno de los jugadores –ellos mantienen un respetuoso silencio– desaprueba que el Celta “aparte” a Costas y a Sáenz de la actividad de la plantilla. Ya no entrenan con el grupo.

Ambos sabían desde el comienzo de la temporada que el Celta no contaría con ellos, pero les permitió realizar la pretemporada. Sáenz incluso pudo jugar en el amistoso de verano contra el Lugo. Después, entraban en la mayoría de las convocatorias de los partidos de Liga pero no disputaban ni un solo minuto de la competición oficial. Tras la llegada de Eduardo Coudet a Vigo se endurecieron las condiciones laborales para Costas y para Sáenz, que dejaron de entrar en las listas de convocados para los compromisos de la Liga y de la Copa del Rey.

En los últimos días de diciembre, cuando se aproximaba la apertura del mercado de fichajes de invierno, el Celta decidía repetir la misma táctica que en ocasiones anteriores con jugadores que ya no entraban en los planes del club o que se negaban a ampliar su contrato. A esos futbolistas díscolos incluso se les definió con el sobrenombre de “Los peluches”. Los brasileños George Lucas y Roberto de Sousa fueron precursores.

En el verano de 2008, el Celta pasaba por problemas deportivos y financieros que llevarían al equipo a Segunda División y al club a solicitar un concurso de acreedores. Como a la pareja de brasileños, a esa especie de “destierro” también fueron enviados los argentinos Lequi y Placente. Un año después, Edu Moya también fue apartado del grupo que entrenaba en A Madroa después de denunciar los impagos del club ante el sindicato de futbolistas (AFE).

Una década después, ya con el equipo de regreso en Primera División y saneadas las cuentas económicas, dos defensas, como ahora, también entraban en conflicto con el club: el canterano vigués Jonny Otto y el catalán Sergi Gómez.

En el verano de 2018, el Celta cumplió su amenaza de dejar fuera de la convocatoria de 29 futbolistas para iniciar la pretemporada en A Toxa a Jonny y a Sergi por negarse a aceptar la oferta de renovación que les ofrecían desde el club.

El caso fue analizado por los servicios jurídicos de la AFE, que no intervinieron al negarse los dos jugadores a presentar una denuncia contra el club por un supuesto acoso laboral. Jonny acabó traspasado al Atlético de Madrid y Sergi, al Sevilla. El club ingresó por ambos en torno a los 16 millones de euros y se quitó un par de problemas de encima.

En ese momento, Nemanja Radoja comenzaba su guerra particular: prefería pasarse una temporada en blanco antes de renovar por el Celta. Al completar el año sin jugar, el serbio se fue con la carta de libertad al Levante. En ese caso, el Celta no se llevó ningún beneficio. Ahora, estas viejas mañas se repiten con Costas y con Sáenz. Al de Chapela le resta año y medio de contrato en Vigo y el tinerfeño acaba su cesión en junio próximo para volver al Valencia.

El club, pendiente de las salidas para incorporar un delantero

Se esperan pocos movimientos del Celta en el mercado de fichajes de invierno que permanecerá abierto durante el mes de enero. Aparte de la incorporación del lateral zurdo Aarón Tapia, ya presentado y que debutó en la Copa frente al Ibiza, en la ciudad deportiva Afouteza se espera solamente la llegada de un delantero. El valencianista Rubén Sobrino es el elegido por el Celta para compensar la escasez de efectivos en ataque que se acentuó con las lesiones de Nolito y de Aspas. El moañés, de hecho, es probable que no se recupere de su lesión muscular hasta finales de mes o principios de febrero. Los movimientos célticos en este mercado están supeditados a la salida de David Costas y de Jorge Sáenz, a los que el club animó a dejar fichas libres que aminorasen la carga sobre el tope salarial que impone LaLiga. Otra de las opciones sería buscarle salida a jugadores como Okay o Emre Mor. El primero es suplente ahora mismo de Renato Tapia y el verano pasado estuvo a punto de regresar a Turquía, pero no llegaron ofertas de interés para que el Celta se desprendiese de un jugador con un buen valor en el mercado. La posibilidad de desprenderse de Mor parece menos viable teniendo en cuenta el casi nulo rendimiento del internacional turco durante los últimos años y los fracasos en sus cesiones a Turquía y a Grecia. La incorporación de Sobrino se complica con el paso del tiempo porque hay equipos como el Cádiz que han mostrado gran interés por el delantero nacido en Daimiel en 1992. Además, Javi Gracia, entrenador del Valencia, se muestra contrario ha seguir perdiendo efectivos sin nuevos recambios. Y en ataque se le han complicado los planes con la baja por lesión de Gameiro. Además, Sobrino aprovechó el último partido de la Copa del Rey para culminar con un gol una buena actuación ante el Yeclano Deportivo.