“Siempre se piensa en nuestra figura con una connotación negativa y como un elemento necesario cuando hay un problema. Esa fue una de las primeras cosas que intentamos cambiar cuando se creó el Departamento de Psicología en 2015. Queríamos modificar la perspectiva, cómo se nos ve. Y en estos años ese cambio está instaurado. Somos una figura con la que técnicos y jugadores hablan para mejorar una determinada característica, no por algo malo”, explica Laura Centoira, responsable desde hace tres años del trabajo psicológico con la cantera celeste.

Empezó realizando prácticas con Joaquín Dosil, psicólogo del primer equipo, y pronto asumió, bajo la coordinación del propio Dosil, el trabajo con todas las categorías inferiores, desde benjamines hasta el juvenil de División de Honor. El objetivo de su labor, como el de todos los trabajadores de la cantera, está claro: ayudar a los jugadores a sacar su máximo rendimiento deportivo. “Somos un departamento más del club, que intenta sumar y lo hacemos empatizando con el deportista. Probablemente somos los que mejor conocemos su entorno, su vida personal. Al final, detrás de cada deportista hay una persona y tener esa información nos sirve para dar con la tecla de cada uno y trabajar con ella”, puntualiza Laura.

Esa vinculación emocional es fundamental para desarrollar su función. “Buscamos tener una relación lo más cercana posible para que haya un nivel de confianza alto y trabajar de manera más cómoda y distendida con ellos. La aceptación es buena porque ellos mismos ven que los juveniles hablan conmigo con naturalidad y que mejoran. Eso provoca que los cadetes pidan también trabajar conmigo y que sean ellos mismos los que demanden el servicio. Los frutos que vamos consiguiendo ayudan mucho con las categorías más pequeñas”, explica.

De hecho, el trabajo de Laura es individualizado con juveniles y bajo demanda en el resto de categorías. Donde sí incide especialmente es en los técnicos. Su función es observar y aportar ideas y fórmulas para que puedan realizar mejor su labor. “Aplicamos una metodología observacional. Vemos lo que cada cuerpo técnico hace bien para reforzarlo y también en qué pueden mejorar. Creemos que si alcanzan su mejor versión, eso va a influir directamente en nuestros deportistas. Por eso pulimos cómo comunican para que transporten sus conocimientos de manera óptima pero también la forma de dar feedbacks a los jugadores y el momento oportuno para hacerlo. Tratamos de exprimir al máximo el potencial de cada integrante del cuerpo técnico y que todos vayan en la misma línea. Además, si vemos que determinados jugadores tienen algo manifiestamente mejorable ayudamos a los entrenadores. Ellos nos proponen tareas y nosotros aportamos el matiz necesario para incidir en lo que consideramos oportuno”, subraya la psicóloga céltica.

Escuela de padres

Aunque interrumpidas por la pandemia, la pasada temporada se pusieron en marcha charlas periódicas con los padres que tienen vocación de continuidad. “Son una figura muy importante en la formación de los jugadores y necesitamos que trabajen en nuestra misma línea”, apunta también Laura.

Aceptar el éxito y el fracaso desde la base

La presencia de jóvenes jugadores en el primer equipo supone un reto para el Departamento de Psicología pero a la vez es una oportunidad. “Para nosotros es básico que sean capaces de entrenar igual de bien cuando los reclama el primer equipo, el filial o en sus equipos, que no les perturben esas situaciones”, subraya Laura Centoira, quien incide en que “hay mucho trabajo de adaptación y de aceptación de la realidad para darle normalidad a estas situaciones aunque luego cada persona es un mundo y lo asimila de forma distinta. Trabajamos desde pequeños cuando un jugador sube con otro equipo para que ojalá llegue esa circunstancia y en un futuro estén preparados. Pero también trabajamos en aceptar el error y el fracaso porque seguramente no todos lleguen al primer equipo o a triunfar y que en unos años pueden encontrar la felicidad en otro trabajo porque la vida no se acaba ahí”.

EL RETO DEL CONFINAMIENTO Y LA ADAPTACIÓN A LA "NUEVA NORMALIDAD"


En los últimos meses, el trabajo del Departamento de Psicología se ha visto multiplicado. El confinamiento y el largo tiempo transcurrido posteriormente hasta el regreso a los entrenamientos supuso una dura prueba para los jóvenes jugadores célticos. “El trabajo se intensificó mucho porque todo era muy nuevo y había mucha incertidumbre. Necesitábamos solucionar la situación de chicos que entrenaban casi todos los días y que realizaban una alta cantidad de ejercicio físico diario y ahora, como toda la sociedad, estaban encerrados en un piso o, en el mejor de los casos, en una casa un poco más grande”, explica Laura Centoira.

El paulatino regreso a los entrenamientos supuso un alivio pero también otro reto. “Los primeros días fueron un poco raros. Los chicos eran muy precavidos, sobre todo con las distancias, y les costó adaptarse cuando los entrenos permitían el contacto en determinadas categorías. Intentamos sacarles la incertidumbre y centrarnos en objetivos a corto plazo porque tampoco sabemos lo que sucederá en el futuro”. Menos suerte tienen alevines y benjamines que aún no han podido volver. “Es una situación muy complicada. Esperamos que puedan iniciar próximamente la actividad porque son casi nueve meses sin tocar balón con sus compañeros. Los primeros días van a ser de pura felicidad. Será muy emocionante cuando regresen”.

Esta semana se vivió otra novedosa situación al ser aplazado el choque del Juvenil B ante el Coruxo por un positivo. “Intentamos darle la mayor normalidad posible. El primer miedo fue que hubiera más contagios pero luego se vio que era un caso aislado. Todavía estamos asimilándolo y tratando de que no cunda el pánico. Porque los chicos están muy concienciados y coger el virus aún cumpliendo con todo les preocupa por la incertidumbre de si afectará a sus familias o por el hecho de contagiar a personas de su entorno”.