El relato de esta temporada, pendiente de su final feliz, incluye a la afición como coprotagonista junto a Iago Aspas. Ambos impulsaron la resurrección del equipo; un actor individual y otro colectivo. También al celtismo se le pueden dibujar rostro y biografía. Sus coordenadas se sitúan entre Pablo Vaquero a Izan González, uno de sus abonados más antiguos y el más reciente, en los extremos opuestos de la vida, unidos por lo celeste.

Pablo Vaquero nació el 21 de septiembre de 1923, antes de que el nuevo club surgido de la fusión de Vigo. Izan lo hizo el pasado 4 de mayo, al tiempo que el Celta derrotaba al Barcelona en Balaídos. Pablo figura en los registros como el abonado número 3; Izan, como el 19.038. Pablo sufre en sus carnes esta fe ("menudo susto nos han dado este año", comenta del equipo), que a Izan, aún inconsciente de lo que ya es, le deparará tormento y gozo. Por ellos debe recorrer la plantilla el último tramo de la permanencia.

Pablo ha experimentado todo lo que el Celta. Su padre, aunque castellano de nacimiento, se asentó en Vigo y enroló a sus dos hijos en el club desde bien pequeños. "Íbamos al campo en tranvía y a pie", recuerda Pablo. Tras el partido los esperaba su madre en unos jardincillos que había en Santa Irene para darles la merienda. Pablo lo recuerda mientras contempla desde el coche las obras de Praza América, que serán un escenario de la infancia de Izan.

Posan juntos sobre el césped y en el vestuario local, en los asientos de Maxi Gómez y Iago Aspas. Izan tendrá que apurar para atesorar al moañés como recuerdo propio, no como leyenda que un mayor le cuente. Por la memoria de Pablo desfilan sus primeros ídolos: "Nolete, Polo, Agustín; después el Celta de los canarios, con Victoriero, Del Pino, Mundo, Fuentes... Me acuerdo de Venancio y de Zamora como entrenador. Llegaría Hermidita", y podría seguir así, en una retahíla interminable de nombres que otros recitan como a los reyes godos y él, en cambio, conoció.

Participó de otras materias que son historia de Vigo. Jugó a baloncesto-; fue el primero en regentar el economato de Citroën. Pero el Celta fue siempre una constante en sus peripecias. Incluso conoció a su mujer, Clemen, en Balaídos. Aunque a ella no le gustaba el fútbol, había ido a presenciar un partido de equipos modestos. Llevan 66 años casados, patriarcas del celtismo. Pablo le transmitió esa pasión a sus cinco hijos y ellos la han difundido por la geografía española (viven en Vigo, Zamora, A Coruña, Oviedo y Las Palmas), asegurando además la herencia entre sus doce nietos y dos bisnietas.

El nieto que vive en Vigo es el que acompaña a Pablo a los partidos en Balaídos. Va "a los principales" y en esa lista incluye el del próximo sábado, contra el Rayo Vallecano. Allí estará, en Tribuna.

Pablo está fresco y ágil de cabeza a sus 95. Es la pierna izquierda la que lo lastra. Avanza a buen ritmo apoyado en un andador. Izan González se acomoda en el regazo de su padre, que aún está aprendiendo a construir el hueco exacto entre sus brazos. Izan no estará en Balaídos. Apenas entreabre los ojos. El mundo es un potaje confuso de sombras, sonidos y sabores. Pero ya tiene su carnet, de la categoría "miudiño".

Nació el sábado 4. El martes 7 Miguel fue al registro a inscribir a su hijo y después a Citroën, donde trabaja, para tramitar la baja por paternidad. Al pasar frente a Balaídos se encontró con un amigo. Hablaron del bebé y su obvio destino celtista.

- Hacerlo abonado es gratis hasta los cuatro años-, le dijo ese amigo.

-Pues lo voy a anotar ya en vez de esperar a la temporada que viene.

Dicho y hecho. Izan es abonado desde su cuarto día. Su madre, María Alexandra Sánchez, nacida en Venezuela pero de familia gallega, lo ha consentido. Acepta las pulsiones de Miguel. "Vete", le aconsejó cuando lo vio dudando sobre el viaje a Bilbao. Miguel, abonado de Marcador desde los últimos tiempos en Segunda, estuvo en San Mamés.

- ¡Cómo llorabais!-, menciona Pablo, que ha visto las imágenes de celtistas rotos durante la goleada del Athletic.

- Al final del partido pudimos celebrar la victoria del Levante-, matiza Miguel.

Resta un último esfuerzo. Ninguno de los dos se fía, pese a la compleja combinación que descendería al Celta. "No me gustaría bajar a Segunda", reconoce Pablo. "¿Que algún año viene la UEFA? Pues que venga. Lo principal siempre ha sido estar en Primera". Pablo suspira: "Esperemos que no pase nada raro. En el último día puede haber maletines por todos los lados. Con los recibimientos en Balaídos y en los viajes, la afición ha cumplido".