Entusiasma más este empate que cualquier victoria lograda por Unzué; alimento para sus cada vez más escasos adeptos justo tras la debacle de Leganés que consolidó a sus detractores. Un atisbo del gran equipo que quizás el Celta aún podría ser bajo su mando. Un argumento a favor de su continuidad. Aunque también late la sensación, como en la segunda mitad ante el Sevilla, de que este equipo es mejor cuanto menos se parece a la idea inicial de su entrenador; cuanto menos Unzué y más Berizzo es, como si el navarro no hubiese sido capaz de extirpar la identidad que el argentino fabricó durante tres campañas. Unzué quiso construir una escuadra cerebral, capaz de manejar varios registros tácticos, que basase su juego en una combinación elaborada que le permitiese también defenderse con balón. Y el Celta, en cambio, solo es feliz cuando galopa en el ida y vuelta, cuando se desprotege para morder y entiende cada segundo como si fuese el último. Pero no es solo por rebelión. Unzué y su cuerpo técnico estudian de forma minuciosa al rival. Razonan lo que en Berizzo era arenga. Y ayer apostaron, por ejemplo, por una marca al hombre cuando Ter Stegen intentaba jugar desde atrás, que fue la que había producido las victorias sobre el Barcelona de las últimas temporadas. Seguramente no es un cambio de rumbo, sino simplemente la solución que Unzué quiso aplicar a la problemática específica que le plateaba el adversario.

Messi como comodín

Un récord de imbatibilidad esconde por fuerza partidos afortunados. Valverde ha compensado la pérdida de talento de la plantilla azulgrana con una gran consistencia. Pero ayer el Celta supo encontrarle las costuras y dispuso al menos de media docena de ocasiones claras. Ter Stegen impidió que el equipo celeste se pusiese en ventaja. Y cuando mayor era el meneo, Valverde empleó el comodín de Messi. Que en realidad apenas hizo nada más que pasearse por Balaídos. Pero su mera presencia asustó lo suficiente a los locales como para apiñarlos en el área el tiempo suficiente para lograr el 1-2.

cambios tardíos

Unzué había administrado bien las sustituciones en otros partidos. Pero no ayer, salvo en la energía que insufló con Radoja. Emre Mor le ha llegado tarde a Unzué, que lo castigó con justicia, y Unzué le está llegando tarde a Emre Mor. El evidente desgaste físico de Pione Sisto y la posibilidad de buscar el uno contra uno con Semedo aconsejaban la entrada de Mor varios minutos antes de que finalmente se produjese. El último cambio también resultó fallido; no porque Boyé exhibiese su ceguera goleadora en la ocasión propicia para el 3-2. El Celta dominaba y empujaba al Barcelona, al que le abría las costillas trasladando de lado a lado el balón. Y el encargado de culminar ese movimiento buscando finalmente el pase interior era Brais Méndez. La desaparición del mosense del sistema convirtió las últimas acometidas célticas en una simple expresión de voluntad en vez de una avalancha con sentido.

el dilema de denis Suárez

Es la primera vez en dieciséis años que el Barcelona inicia un partido sin ningún jugador formado en La Masía. Porque Denis Suárez fue obviamente un fichaje, aunque llegase al filial. Duele ver la escasa importancia del salcedense en el plan azulgrana. Suárez ha sido prisionero de las expectativas que genera su talento en el City y el Barcelona. Pero en los más grandes mundiales solo puede ser un jugador de complemento, sin peso en el juego. Sobre él sí puede construirse una escuadra de la clase media alta, como ya demostró en el Sevilla o el Villarreal. Por supuesto que Denis completaría un Celta con mayores aspiraciones, pero su caché impedirá que Denis vuelva a vestir de celeste hasta el ocaso de su carrera.

un campo deficiente

Balaídos siempre ha sido un estadio mágico, de foso, gaviotas, gradas desiguales, mascotas monstruosas... Y es también ese estadio seco en época de lluvias interminables y que aparece inundado cuando al fin sale el sol. Un terreno de juego deteriorado que perjudicó más al Celta que al Barcelona, por paradójico que pueda resultar.

los errores de borbalán

Mal encuentro de Fernández Borbalán. En lo grueso, que es lo visible en los resúmenes, por conceder el gol de Iago Aspas, cuyo cuerpo ocultó la mano. Pero en lo minucioso, en lo constante, tuvo un criterio vacilante en la medición de fuerza que perjudicó más al Celta que al Barcelona. Se atrevió, en todo caso, a expulsar a Sergi Roberto. Además, el frenesí del partido en algunas fases complicó el arbitraje de Borbalán.