Lucas Míguez resucita la Santa Compaña
El escultor afincado en Meis crea una escultura dedicada a la leyenda de las almas en pena como homenaje a la rica cultura popular gallega
Lucas Míguez nació en 1944 en una pequeña aldea de Mos. Los caminos aún eran de tierra y la mayoría de las casas no tenían luz eléctrica. Durante las larguísimas noches de invierno, las familias se arremolinaban en torno a la lareira y surgían con naturalidad los relatos de miedo. Fue ahí donde el niño que pasados los años se convertiría en un destacado escultor escuchó hablar por primera vez de la Santa Compaña.
Hay historias y pensamientos que quedan grabados en la memoria, que hibernan durante décadas hasta que un día emergen a la superficie con la fuerza de lo irremediable. Y así le sucedió a Lucas Míguez con la Santa Compaña. Tras 40 años deambulando por el mundo (estuvo en México y Estados Unidos, y ahora lleva más de 20 afincado en Meis), el artista tuvo un día la necesidad irreprimible de representar artísticamente la leyenda.
“Cuando uno llega a viejo empieza a mirar al pasado. Cuando uno es joven, todo es futuro, pero al llegar a una cierta edad empiezas a pensar en la vida que viviste”, explica. Y la Santa Compaña estaba ahí, en lo más profundo de sus recuerdos de la infancia. Pero la representación de esta procesión de almas en pena no es solo un homenaje al Lucas Míguez niño que fue, sino también a la cultura popular gallega. “La de la Santa Compaña es quizás la leyenda más única que tiene Galicia”, sostiene, pues no conoce de su existencia en ningún otro lugar del mundo, salvo algunas aldeas del norte de Portugal y de Asturias. Y lo más extraordinario, prosigue, “es que la gente creía realmente que existía”.
“No deberíamos olvidar nunca lo que fuimos, porque es la base de lo que somos y de lo que seremos”, añade el escultor. Por eso, Míguez creía necesario representar la Santa Compaña. Concibió la idea en 2014, y tras diez años de dudas, finalmente se puso manos a la obra. Tras ocho meses de trabajo, la pieza ya es una realidad.
“Creo que me he quitado un gran peso de encima, y siento que he cumplido con una deuda que tenía conmigo mismo y sobre todo con aquellos mayores de los que tanto aprendí a pesar de que casi todos eran analfabetos; sí, sabios analfabetos que fueron mis mejores profesores en mi vivir”, confiesa.
Siete metros
Hay varias versiones sobre la leyenda de la Santa Compaña, aunque la más extendida es que se trata de una comitiva de almas en pena vestidas con túnicas, que vagan por las noches por los bosques portando velas encendidas. La procesión va encabezada por una persona viva, que lleva una cruz y un caldero con agua bendita. Según la tradición, se forma a su paso un denso manto de niebla y visitan a aquellas personas que no tardarán demasiado en morir.
La escultura está formada por siete figuras caminando en fila, de tamaño real. El conjunto mide algo más de siete metros de largo, y 1,10 de ancho. Las imágenes están cubiertas con tela de algodón, y revestidas con cola y al final se le aplica una mano de resina epóxica para proteger la escultura de los rayos ultravioleta.
Muchas veces, cuando Lucas Míguez se enfrenta por primera vez a una piedra sin desbastar o a un tronco de madera, deja que sean los materiales, sus manos y la intuición quienes le guíen. Pero esta vez no. Era muy consciente de su objetivo: honrar un mundo que ya se ha desvanecido, pero que hasta no hace mucho era real y palpable.
Para evitar que la Santa Compaña lo llevase a uno había que trazar un círculo en el suelo y meterse dentro. Lucas Míguez ha trazado su propio círculo haciendo esta escultura. “No quería estar enamorado de esta idea el resto de mi vida. Ahora he quedado aliviado”.
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