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Meaño se deja querer como territorio vitivinícola

Delimitan zonas aptas para la plantación de viñedos

Una de las zonas elegidas, con el Monte Penaguda, al fondo, y la bodega Paco & Lola, a la derecha de la imagen. | // T. HERMIDA

El Consello Regulador de la Denominación de Origen Rías Baixas ha diseñado para el municipio de Meaño ocho “zonas preferentes” consideradas enclaves de interés para, en consonancia con la Xunta, poder impulsar en ellas la creación polígonos agroforestales destinados a la plantación de viñedo. Por lo de pronto, se trata de un proyecto susceptible de poder desarrollarse en el futuro.

Constituye una vía de expansión que se antoja necesaria, teniendo en cuenta que las bodegas de esta marca de calidad no dejan de buscar nuevos territorios a los que expandirse, tal y como queda patente con los proyectos que se llevan a cabo en localidades como Vilagarcía.

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Así se expanden los viñedos en Vilagarcía Manuel Méndez

Las ocho zonas preferentes de Meaño suman un total 210 hectáreas en este municipio. La más grande, con 47,3 hectáreas, es la que se corresponde con el monte Penaguda, un altozano que, cerca de la costa y en pleno valle, se eleva 156 metros sobre el nivel del mar, separando las parroquias de Meaño y Dena.

Sus laderas, amén de caer hacia los núcleos poblaciones de ambas localidades, también lo hacen hacia Xil, por los lugares de Valdamor y Ganón.

A pie de del monte Penaguda se enclavan tres bodegas de referencia en la DO, que son la cooperativa Paco & Lola, Bodegas Valdamor (desde este verano, propiedad del grupo Torres que la adquirió hace un mes por 2,3 millones de euros) y Bodegas Attis (Dena).

Por el contrario, la “zona preferente” más modesta es la propuesta para la zona de monte que discurre entre la parte altas de la las localidades de Cobas y Xil, una ladera parla que se ha diseñado una espacio de 17,8 hectáreas.

De las otras seis, dos son enclaves en Simes, uno en la parte alta de Vilariño y la Tomada Vella, y el otro en la parte alta de Pazos y la ladera que cae desde Catadoiro.

Otras dos zonas se perfilan en la parroquia de Lores, una en la parte de monte que discurre entre la autovía do Salnés y Paradela de Lores, cayendo hacia O Pedroño en Nantes; y otra en la subida desde Freixeiro a lo alto de la dorsal del monte, llegando a las inmediaciones de Sanxenxo.

Por su parte, en la parroquia de Meaño, y en base a 22,2 hectáreas, estaría el enclave comprendido en la subida de Trubisquido, A Cachadiña, A Ventosa y Chan do Monte.

Y el último, diseñado es el ubicado entre parte baja de Xil (a la altura de O Pazo, Os Barreiros y As Pozas), y la parte alta de Coirón en Dena.

Estas son las ocho, “zonas preferentes” de monte -en su mayoría arbolado- susceptibles de reconvertirse en viñedo.

Aun así, sabe reseñar que estas zonas consideradas “preferentes” no va más allá de ser, por el momento, declaradas como zonas de estudio, por lo que no pasa de una declaración de intenciones por parte de la Denominación de Orixe Rías Baixas y la Xunta.

Medio Rural

La política de polígonos agroforestales, que se impulsa a través Consellería do Medio Rural, responde a un nuevo instrumento para la recuperación y puesta en producción de tierras de buena capacidad productiva, que se encuentran abandonadas o infrautilizadas.

El objetivo es mejorar la estructura territorial de la explotación y facilitar el acceso a la tierra de nuevas iniciativas productivas.

Éstas deberían pasar por cultivos (o actividades ganaderas) considerados de interés para impulsar el sector agropecuario. Y, en pleno corazón de O Salnés, ese cultivo pasa, sobre todo, por la viticultura del albariño.

Unas zonas interés, para lo que la DO ha delimitado un total de 2.230 hectáreas en todo su ámbito de actuación, de ellas las 210 aquí apuntadas para el municipio meañés.

Si en el futuro llegara a desarrollarse un polígono agroforestal de iniciativa pública, bien en Meaño otros enclaves, los destinatarios serían personas interesadas en poner en producción las tierras, las cuales se presentarían a un proceso de concurrencia pública.

El nuevo viñedo de Lagar da Condesa en Vilagarcía. M. MÉNDEZ

Para hacerlo posible, la Xunta procedería a recoger primero el acuerdo adoptado en consecuencia, cuando menos rubricado por los que posean más del 70 por ciento de la superficie del polígono, y que además exista abandono en más del 50 por ciento de la superficie afectada (excepto que los propietarios se comprometan de por sí a mantener o poner en producción sus tierras).

En caso de parcelas de propietario desconocido, cabría el proceso de averiguación de la titularidad de las mismas. Superado el paso, tocaría la elaboración de un proyecto básico para el polígono en cuestión, el cual incluiría la ordenación de usos y, de ser solicitado, un proyecto de concentración parcelaria.

Una vez aprobado, tocaría sacar a concurso público el arrendamiento o venta de esas parcelas, en la que los propietarios escogieran esta opción (parcelas ya agrupadas y con las infraestructuras necesarias ya ejecutadas).

El desarrollo de un proyecto así le serviría además a la Xunta para actualizar el catastro e inscribir las parcelas en el registro de la propiedad.

Puertas abiertas a la iniciativa privada

Amén de la iniciativa pública para la creación de polígonos agroforestales se contempla también el hacerlo por iniciativa privada.

Puede procurarlo cualquier persona física o jurídica, si bien el proceso debe estar supervisado por la propia Axencia Galega de Desenvolvemento Rural (Agader).

En su caso se precisa de una superficie mínima de 10 hectáreas sobre las que poder actuar, debiendo concurrir también para ello el acuerdo de, cuando menos, los propietarios que posean más del 70 por ciento de la superficie.

Si el informe de viabilidad que le sigue, y que elabora la propia Agader, es favorable y declararían esas tierras de utilidad pública e interés social, y se procedería con las actuaciones precisas para la puesta en marcha del polígono en cuestión.

Se trata, pues, de una herramienta de la Xunta a la par que una ocasión para tratar de poner en valor tierras óptimas, abandonadas o infrautilizadas, superando el obstáculo histórico del minifundismo que tanto lastró la actividad agropecuaria gallega. Amén de lo económico, entrará en juego la peculiar concepción social que, por tradición, arrastra la propiedad de la tierra en Galicia.

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