En sus casi 50 años de vida profesional Manuel Ruibal ha pintado más de 2.000 cuadros. Apenas un 10% de ellos podrá contemplarse a partir de esta semana en el centro de arte Teatro Fernán Gómez (Centro de la Villa) de Madrid, pero será una oportunidad única de aproximarse a un reconocimiento (tal vez un acto de justicia) y a un ejercicio de liberación, de verdad, que tiene mucho de una dura infancia (tantas veces repetida que cuesta recordarla: nació en la antigua cárcel de A Parda de Pontevedra de una jornalera en los años del extraperlo), de ganas de aprender y de talento: “No se crea”, confiesa a su amiga en una entrevista urgente, “que no soy tan bueno como parezco”. Miente otra vez: lo es.

—¿Por qué Madrid para la mejor exposición de su vida?

—Esta exposición es una ampliación de la que se pudo ver en el Museo de Pontevedra, recorre desde 1963 hasta 2009. ¿Que por qué Madrid? Porque hace 25 años que no expongo en Madrid, entonces una antológica era necesario hacerla y hubo mucha gente anónima que quiso que eso saliese adelante.

—¿Hasta qué punto Madrid es especialmente simbólico en la obra de Ruibal?

—Yo viví aquí entre el año setenta y el setenta y cuatro y hay algunas obras que están hechas en esa época. Aparecieron en Madrid, pocas pero algo apareció, hechas a espátula y me parecen la primera etapa. Ahora lo veo y me parece que esta exposición era justa, un acto de justicia con mis años volver a Madrid aunque sabe que esta exposición irá a más sitios, desde un principio que se exhibió en Pontevedra se sabía que sería itinerante, irá a Murcia, a Valencia, a muchos sitios pero quizás no tan completa como en Madrid porque es cierto que Madrid es especial y, además (risas) ya me han dejado mucha obra, la obra antigua ya me la dejaron muchas veces y la gente se cansa, será un antológica quizás más reducida. Es cierto que la de Madrid es la antológica más importante que se ha hecho hasta ahora, pienso que mientras yo viva quizás es la más grande que se ha hecho.

—¿Cuánto de lo que se exhibe es obra de la colección personal? ¿Cuántos favores ha tenido que pedir?

—Es que ahí está: quizás son 70 obras mías y el resto es prestado, es cierto que he pedido muchos favores (risas) porque aquí está lo mejorcito de cada época, si llevo hecho cientos de obras en toda mi carrera aquí esta un 10% aproximadamente.

—En estos 47 años ha habido cambios muy dolorosos. Es un dato poco conocido que usted destruyó parte de su propia obra...

—Claro, conoce mi obra y sabe que hay muchas etapas, algunas más afortunadas que otras y he recibido muchas influencias de muchos artistas (cuando llegué a París en el año 1966, por ponerle un ejemplo, era una pintura que se conoce poco porque quedó básicamente en Madrid y en Murcia) pero aquí en el Centro de la Villa hay obras de coleccionistas de San Sebastián, Valencia, Murcia, Valladolid, Madrid, Pontevedra, Vigo, A Coruña, Palma de Mallorca...

—¿Y Nueva York?

—No, porque era muy costoso, intenté esa aventura pero era costosísimo.

—Y ahora, tras los inicios de la década en los que se concentró en los menhires ¿le ha vuelto a gustar la pintura?

—Si, aunque llevo un año sin trabajar, sin hacer menhires ni pintar ni dibujar, solamente estoy escribiendo, llevo más de un año sin hacer nada y a lo mejor es un descanso que viene bien. Yo soy un poco conflictivo aunque no lo parezca (sonríe) cuando estoy con los amigos, pero a solas soy muy conflictivo conmigo mismo en el taller, excesivamente conflictivo. Y además un pintor como he sido yo tiene desaciertos también.

—Los que no se equivocan nunca suele ser porque no han hecho nada...

—Si (risas) pero yo me he equivocado muchas veces.