La epidemia de ébola que azota algunos países africanos se ha cobrado, entre otras muchas, la generosa vida de Miguel Pajares, hermano de la Hospitalaria Orden de San Juan de Dios, fundada en 1537 con el objeto de prestar asistencia a los enfermos y necesitados. Aunque Juan de Dios fundó su primer hospital en Granada, ciudad donde falleció y está enterrado, muy pronto se extendió su obra humanitaria por toda Andalucía. Hacia 1590 los hermanos hospitalarios se asientan en Cádiz y ya en 1596 los encontramos prestando socorro a heridos y enfermos tras el ataque de la flota anglo-holandesa. En 1717 se establece en esta ciudad abierta al Atlántico el único puerto de entrada y salida de las Flotas de Indias, circunstancia que convierte a Cádiz y su área portuaria en un auténtico polo de atracción al que acuden gentes de toda España. Algunas fijan allí su residencia definitiva trabajando en alguna de las múltiples actividades que genera uno de los centros portuarios más activos del mundo, y otras se establecen provisionalmente, a la espera de una oportunidad que les permita emprender la gran aventura americana.

Muchas de estas personas eran gallegas. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII y gran parte del XIX era frecuente que cuadrillas de hombres partiesen hacia el sur con la primavera; hacían la siega por Castilla, Extremadura y Andalucía y recalaban en Cádiz a mediados del verano. La mayoría encontraba trabajo en alguna de las múltiples actividades del puerto: estibadores, cordeleros, veleros, carpinteros de ribera, calafates? O bien se ganaban la vida en empleos relacionados con la hostelería y alimentación, aguadores, taberneros o freidores de pescado, actividad que hasta bien entrado el siglo XX ejercieron con éxito muchos estradenses en la ciudad gaditana; otros, una vez reunido el necesario pecunio, embarcaron rumbo a América en busca de las oportunidades que su tierra les negaba; algunos lo hicieron pagándose el pasaje trabajando de grumetes o mozos de cubierta en las propias naves en las que hacían la travesía, y unos pocos arribaron al nuevo mundo como polizones, escondidos en el fondo de una barrica o en algún rincón de la bodega a donde no llegaba la escrutadora mirada del contramaestre.

Pero a veces los planes se torcían, surgía la desgracia y el desamparo. ¡Cuántos estradenses han muerto en aquella entrañable ciudad andaluza sin realizar el sueño americano ni poder cumplir la promesa hecha a la esposa, a la madre o a la novia de regresar con posibles para casarse, comprar las tierras o redimir el foro! En los registros parroquiales, concretamente en los denominados Libros de Difuntos encontramos numerosos testimonios de aquella triste realidad. Así, solo de la parroquia de Guimarei, entre 1789 y 1853, se mencionan 12 fallecimientos en el Hospital de la Misericordia de la Orden de San Juan de Dios. Extrapolando estas cifras a todo el territorio municipal e incluyendo los innumerables enfermos que lograron salvar su vida llegamos a percibir la inmensa labor de aquellos hombres que entregaron -y entregan todavía hoy- su vida a los demás y con quienes los estradenses tenemos contraída una impagable deuda de gratitud.

Descanse en paz el hermano Miguel Pajares y nuestros paisanos de Guimarei que cerraron definitivamente sus ojos en el Hospital de San Juan de Dios: Manuel Rodríguez Verde, 17-2-1789. Tomás y Francisco do Barro Matalobos, 27-1-1801. Juan Fernández López, 5-2-1801. Bernardo Carballo González, 27-11-1802. Manuel Goldar Docampo, 9-8-1805. Juan Ribeira Pereira, 20-3-1813. Juan Valcárcel Castro, 11-12-1813. Antonio Piñeiro, 10-1-1820. José Goldar Docampo, 12-2-1821. Clemente Vidal Riveira, 23-7-1851. En la partida de defunción de José Riveira (10-6-1853), hay una escueta y resignada nota del cura párroco: "Finó en el Hospital de la Misericordia de la ciudad de Cádiz, a donde marchó con intención de ganarse la vida, pero fue a menos con su modo estragado de vivir".