La historia del Pazo de Liñares no se entiende sin la familia de los Taboada, sus poseedores durante más de cuatro siglos. El edificio fue fundado a finales del siglo XVII por Álvaro Núñez Taboada, de la Casa de Bendoiro y en él el pionero aviador Joaquín Loriga pasó su infancia. Adquirido por el Concello de Lalín a finales del año 2002 y declarado Ben de Interese Cultural con la categoría de Monumento el 4 de junio de 2009, pronto se convertirá en un centro de referencia arqueológico. Sin embargo, el clan que levantó esta casona perdió su propiedad en el transcurso de un episodio histórico del que poco o nada ha trascendido. Su último integrante se lo jugó en una timba de cartas y terminó perdiéndolo.

"Yo creo que fui de los últimos en vivir en el Pazo de Liñares. En los años 50 fue propiedad de Augusto Otero Martínez, mi abuelo materno, y éste lo heredó de un tío suyo, Rafael Otero, que lo ganó unos años antes en una partida en el Casino de Santiago a su dueño, Amalio Taboada", asegura el doctor José Carro Otero, presidente de la Academia de Medicina y Cirugía de Galicia. Carro tiene previsto recopilar más información al respecto y no descarta acercarse hasta Lalín en un futuro no muy lejano para ofrecer varias conferencias en las que tiene pensado contar las curiosas circunstancias que propiciaron el cambio de dueños del recinto de Prado. "Don Amalio se jugó el pazo con todas sus tierras porque era un hombre que se jugaba hasta la camisa en las timbas que jugaba en el casino", explica el doctor Carro. "Yo era muy pequeño cuando íbamos con la familia a pasar temporadas en el pazo pero recuerdo que en casa se recordaba de vez en cuando la historia de la partida en la que Rafael Otero ganó la propiedad", añade el cirujano.

Para José Carro, la buena mano de su antepasado con los naipes fue "un regalo envenenado porque la propiedad tenía muchos gastos y su mantenimiento era una auténtica ruina ya que se encontraba en un estado de conservación muy malo". El médico compostelano hace memoria para señalar que "mi abuelo mantuvo la propiedad durante unos quince o veinte años mediante la gerencia de uno de sus hijos, aunque con poco interés, la verdad". Carro asegura no recordar a quién fue vendida la propiedad pero sí cree que fue "todo muy barato porque, aunque íbamos hasta el pazo en un uno de los primeros Seat que se compraron por aquí, era complicado vivir allí. Iba con mi abuelo, que tenía varias joyerías y platerías, para pasar temporadas en verano". Sin embargo, José Carro acierta al pensar que el nuevo propietario del Pazo de Liñares quería establecer allí un sanatorio psiquiátrico. Efectivamente, el médico pontevedrés Rafael Latorre, que en 2002 vendió la propiedad al ayuntamiento lalinense, tenía intención de instalar un centro médico para enfermedades mentales similar al que por entonces tenía en la capital de la provincia. Sea como fuere, la idea no prosperó y tras cambiar de manos "se subastó todo", dice José Carro Otero.

Lo cierto es que el que fuera padrino de Joaquín Loriga y diputado provincial, y del que Mendoza Feijoo escribió en su estudio sobre los Taboada era "el más genuino representante de la nobleza gallega, el ya fallecido don Amalio Taboada, último poseedor del palacio de Liñares", pagó muy caro su afición a las cartas perdiendo sobre el tapete una propiedad entre cuyos visitantes ilustres que lo frecuentaban figura la condesa Emilia Pardo Bazán. El palacio señorial por antonomasia de la comarca de Deza recupera ahora su esplendor después de haber sido la apuesta más desafortunada de la familia que lo levantó.