La historia se repite. Es lo que pensó el padre Donaire, al frente de la hermandad religiosa asentada en Teis cuando conoció una sorprendente noticia: Uno de los pocos castillos feudales gallegos que se salvó de de las luchas antiseñoriales "irmandiñas" del siglo XV y sigue en pie en la parroquia lucense de Pambre (Palas de Reis) ya es legítimamente de su propiedad. Los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres son los herederos elegidos por el último propietario de la fortaleza, fallecido recientemente.

Así lo asegura uno de los albaceas del difunto, Castor de Soto, que insiste que el testamento quedó ante notario y, además del castillo, incluye "un patrimonio ingente". "Es una finca de cuarenta hectáreas, con un molino" y de un valor "incalculable" en el que ya se habían interesado varios particulares en la última década. Preguntado sobre su precio real en la actualidad, el encargado de cumplir la última voluntad del finado se desentendió con un "las cosas valen lo que paguen por ellas".

Y a Donaire, que hace sólo unos meses se quejaba de las penurias económicas en privado y también públicamente, se le viene a la cabeza un paralalelismo: El fundador de la congregación, Antonio Jácome Pumar, consiguió de una forma increíble los seis millones de pesetas que entonces precisaban para comprar la casa de Teis. Un día le comunicaron que dos personas fallecidas habían dejado en herencia a la Hermandad un importe prácticamente igual al necesario para adquirir el inmueble. Coincidencias.

Ahora, los Misioneros prevén vender la fortaleza. "Tenemos un déficit económico muy importante, nos vimos muy apurados últimamente y tuvimos que llamar a las puertas del Hermano General en Barcelona", relata. "¿Para qué queremos una propiedad como un castillo nosotros? Lo que queremos es dinero para cuidar a enfermos y atender necesidades, aparte de la deuda", explica Donaire.

En lo que respecta a la finalidad de la fortaleza, el albacea asegura que ésta no queda fijada en las cláusulas del testamento.

"La gente cree que ya somos ricos, pero yo no me he puesto a saltar de alegría", insiste Donaire, que ayer visitó la aldea natal del hermano fundador: Parada do Sil, en Ourense, donde restauran su casa, para asistir al funeral de una vecina.

Lo cierto es que la herencia llega como agua bendita para los religiosos y para los enfermos: "Es lo que llamamos la providencia de Dios", prosigue, "tenemos 220 personas atendidas cada día". El presupuesto que reunían de la Xunta, Concello y Diputación asciende a menos de doscientos mil euros, afirman. Y su deuda ascendía a más de la mitad. "Seguimos adelante y no cerramos porque tenemos colaboración de los propios internos, pero los hermanos estamos trabajando y cada uno hacemos ocho o diez oficios porque no tenemos personal...".