Ya es posible beber vino sin preocuparse de coger luego el volante. Una, dos, tres copas, una comida animada, un viaje en coche y una sorpresa si la Guardia Civil nos sorprende y comprueba nuestra tasa de alcohol: cero. Ésta es la principal ventaja del vino sin alcohol que está comercializando una firma gallega que presume de poner en marcha la planta desalcoholizadora de esta bebida más grande de Europa con una capacidad de producción de 12.000 millones de litros al año.

Si hace años, la sociedad asistió sorprendida a la irrupción de la cerveza 0,0, ahora es el turno del vino, si bien todavía en una fase iniciática con un carácter comercial. Hay mercado. "Existe hueco y esperamos que muchas bodegas se lancen a intentarlo", comenta Ramón Bodenlle, biólogo y cerebro de la iniciativa de la firma Élivo, situada en Boqueixón, a escasos kilómetros de Santiago.

La primera pregunta brota rápidamente: ¿sabe igual?. "Algunas características del vino son producto del alcohol, como el retrogusto, es que el picorcillo que te deja cuando lo tragas. Pero mantenemos otras como el aroma, el color o el gusto", explica Bodenlle.

Su eureka se produjo cuando, hace cuatro años, realizaba junto a otros compañeros un estudio sobre los efectos del consumo de alcohol sobre la salud. ¿Por qué no quitárselo? "El proceso es sencillo, incrementamos su temperatura hasta los 36 grados centígrados y aumentamos también la presión para que el alcohol se evapore. Con él se marchan algunos aromas, así que los reintroducimos después", relata sobre el proceso.

Por el momento, los resultados son modestos: 400.000 botellas comercializadas, 800.000 de previsión para este año y una capacidad de doce millones de litros al año con su infraestructura.

Caldos gallegos

El grupo Élivo no fabrica su propio vino, sino que desalcoholiza el de otras botellas. Ello abre un mercado enorme. "Compramos vino de La Rioja para hacer gran parte de la producción. Estamos también negociando con varias bodegas que producen albariño para hacer una producción exclusivamente con ellos y también se ha interesado el Consello Regulador de la Denominación de Origen de O Ribeiro para desalcoholizar su excedente. En breve tendremos vinos íntegramente de aquí", indica.

De momento compite con dos empresas más en España y alguna de Alemania, pero respecto a ellas cuenta con una ventaja que le ha abierto las puertas de un mercado clave: el musulmán. "A los alemanes la Junta Islámica, que es quien autoriza los alimentos, no les aceptó su vino porque tenía un 0,5% de alcohol. El nuestro es 0,0%, identificado por ellos mismos, que te exigen una muestra y la analizan en sus propios laboratorios", confiesa orgulloso. Gracias a ello Élivo ya vende sus botellas en Dubai, Líbano, Qatar, Arabia Saudí e Irán.

Su producto no sólo aparece como una posibilidad para quienes deseen comer con vino y no deseen sufrir los efectos del alcohol sobre sus neuronas, pero también para quienes por motivos religiosos no pueden comprobar el maridaje de un blanco con el pescado. En el público potencial, Élivo introduce también a embarazadas, deportistas e incluso personas con problemas de alcoholismo.

Por el momento, la mayor parte del vino que venden se destina a los menús del día en la hostelería de la mitad de provincias estatales donde están presentes, así como en China, Japón, Suecia y Holanda. Sus precios oscilan entre el euro y medio del vino joven de mesa, los 4,5 de los crianza y los 9 de los reserva.

El reto pasa ahora por superar la comparación con los vinos comunes, que, según los expertos, tienen unas características insuperables gracias precisamente al elemento que Élivo le retira. Eso sí, tres copas y ni Tráfico ni las creencias religiosas lo notarán.