Mario Mola aspiraba a lograr la victoria en las Series Mundiales. Tenia que ganar y que Gómez Noya no quedase entre los cuatro primeros. Sin embargo, la competencia entre los dos representantes españoles no alteró ni un ápice la excelente relación que existe entre ellos. Lo dieron todo, el uno contra el otro, mientras la situación de la prueba no quedó definida y todas las opciones parecían abiertas. Después, cuando ya quedó claro que ni Jonathan Brownlee ni Mola lograrían descolgar a Noya ni introducir a otros rivales entre ellos y el ferrolano, el planteamiento de la carrera varió. Mola y Noya colaboraron para romper el cordón umbilical con Jonathan, lo que le aseguraba al balear el subcampeonato.

La imagen de la llegada es el mejor retrato de su amistad. Gómez Noya, pese a que ha mejorado enormemente en el sprint final, como demostró el año pasado en Londres, no le disputó a Mola el segundo puesto en la carrera de Edmonton. Le dejó esa fotografía para él. Mola reaccionó girándose hacia el ferrolano antes de cruzar la meta y señalándolo con el dedo. "Es el jefe", parecía decir.

Ambos se fundieron finalmente en un abrazo y se pusieron a esperar a Jonathan Browlee. El británico aceptó con buenos gestos su nueva derrota ante Gómez Noya, a quien felicitó efusivamente. También Alistair. Curioso que Mola y Noya tuviesen un planteamiento más fraternal de la carrera que los propios Browlee. Alistair, el mejor de los dos estando en forma, no tenía opciones en la general. Fue a por la victoria de la prueba, sin ejercer en ningún momento labor de equipo con Jonathan.