El máximo preboste de los colegios médicos se ha sacado del batín una receta equivalente al Bálsamo de Fierabrás. Se le ha ocurrido al galeno, nada menos, que "penalizar al paciente". Leña al mono que es de goma. Que no se puede acudir a la consulta del especialista, penalización al canto con multa correspondiente "por entorpecer las listas de espera"; que no se puede ir a la cita con el médico de cabecera, multazo al canto; que se va al servicio de urgencias "demasiado", te cae otra multa encima. Un panorama alentador, qué duda cabe. Se me ocurre a mí, que las visitas a urgencias disminuirían si las listas de espera para los especialistas no fuesen más largas que un añito sin pan. Por ejemplo, habría que multar a los galenos que "retrasan" deliberadamente el número de sus pacientes para poder atender mejor sus consultas privadas. Lo mismo para los que se permiten llegar tarde o atienden con displicencia al sufrido enfermo, harto de esperar. Así, se equilibraría algo la balanza, que buena falta le hace a la gente que se ve obligada a soportar estas dilaciones abusivas.

Por otra parte, ¿pretende el preboste de los colegios médicos que la gente sea docta en medicina para saber cuándo debe ir a urgencias y cuándo puede aguantar un poco más su enfermedad? Por ejemplo, 5 o 6 meses hasta que el especialista lo reciba. ¿Sí? ¿Es esa la recta interpretación que debemos sacar de las palabras del mandamás sanitario? Y ¿dónde dan clases avanzadas para que los pacientes aprendan a discernir cuándo están lo suficientemente enfermos para irse a urgencias? Eso sería lo ideal, para el preboste sancionador. Claro que si los usuarios de la Sanidad Pública supiésemos aquilatar el grado de malignidad de nuestras dolencias, ¿para qué íbamos a necesitar la crecida nómina de médicos que viven de la Sanidad? Se nos repite incesantemente, hasta que nos pitan los oídos, que tenemos una Sanidad fetén, la mejor del mundo mundial. Pero eso está muy lejos de ser cierto. Por ejemplo, el Euro Health Consumer Index de 2012 nos cuenta que España ocupa el número 33 de los 35 países registrados en accesibilidad de los pacientes a los especialistas; y en cuanto al acceso al sistema sanitario, España ocupa en el ranking general de sistemas sanitarios el puesto 24 de los 34 países examinados. Y eso deja la afirmación del "mejor sistema sanitario del mundo" un poco chiquito. ¿O no? Seamos serios, aquí el objetivo no es colocar al paciente en situación de convertirlos en la instancia decisoria de una Sanidad que, lejos de ser gratuita, está financiada con nuestros bolsillos. De lo que se trata es de ofrecer a los profesionales sanitarios una vida cómoda, sosegada, amable, y colocarlos años luz por encima de los usuarios, que deben sufrir una innumerable sucesión de trabas burocráticas, listas de espera, etc. Que los alejan de un sistema que debería servirlos pero los oprime y veja impunemente.

El paciente, por lo que paga, y por lo que establece el artículo 1.1 de la Constitución Española, debería tener a su disposición un amplio cuadro de servicios, especialistas y centros de atención a la libre elección del paciente. Cosa que no ocurre ni ocurrirá, sencillamente porque no le conviene ni al Estado ni a la legión de profesionales sanitarios cómodamente instalados en el sistema. Al contrario, porque tal y como están las cosas, el usuario de la Sanidad Pública dista mucho de ser el "consumidor informado y libre" que sería lo que le correspondería. Y, aún encima, sale el gran jefe de los colegios médicos con el talonario de las multas bajo el brazo. Lo que nos faltaba.