"Adú" pertenece a esa extraña categoría híbrida entre el arte y la sociología en la que se encuadran las películas necesarias. Esta lo es. Lo que narra debe contarse en pleno debate de la cuestión migratoria. Hay que poner rostro y alma a quienes deben superar una carrera de obstáculos para llegar a El Dorado y al hacerlo se convierten en algo que oscila entre el superhéroe y el mártir. Es legítimo que el realizador no se deje nada en el tintero, aunque suframos, porque "Adú", sobre todo la historia del niño africano que da título, y corazón, a la película, busca conmover. "Adú" es emocionante y eficaz: funciona como una bofetada de realidad y sirve también para plantearse, desde una perspectiva reflexiva, cómo cambian los problemas a uno y otro lado de la raya.
Espaldas y corazones mojados