En no pocas ocasiones demuestran los niños que pueden comportarse de forma más adulta que sus congéneres más mayores, una premisa que en el cine dio pie a historias tan maravillosas como la de "Moonrise Kingdom" o esta que nos ocupa, "Nuestro último verano en Escocia", una película cercana, cálida, divertida y sincera, aunque menos inolvidable y menos única que el largometraje de Wes Anderson.
Planteada desde el buen rollo, aborda de forma liviana y simpática los conflictos familiares y de pareja, la muerte y el papel de las mentiras en un mundo en el que la inocencia queda reservada para niños y ancianos. Agradable como una brisa fresca en un sofocante verano.