Noche de horror en Oviedo: el parricida que decapitó a su padre sufre una enfermedad mental y no se medicaba, dice la familia

El padre asesinado, perseguido por su hijo tras ser apuñalado, fue rematado de un hachazo a la altura de la boca cuando pedía auxilio: "No lo podemos entender, nunca les escuchamos discutir", lamentan sus vecinos

Detenido un hombre de 46 años por matar y decapitar a su padre en Asturias

Detenido un hombre de 46 años por matar y decapitar a su padre en Asturias / J.L.Cereijido

Lucas Blanco

Miguel Ángel Muñiz, el hombre de 73 años -en el recuadro de la imagen de esta noticia- asesinado la noche del lunes a manos de su propio hijo, Pablo Muñiz, de 46 años, en el pueblo riberano de El Picón, fue decapitado a la puerta de la casa de unos vecinos a los que intentaba pedir auxilio llamando a la puerta. Según ha podido saber este periódico, el parricida apuñaló previamente a su progenitor en medio de una pelea doméstica. El padre echó a correr en dirección a la vivienda de sus vecinos, un matrimonio mayor, y llegó a llamar a la puerta, pero no le abrieron por miedo y el hijo lo remató cortándole la cabeza con un hachazo a la altura de la boca. El entorno de padre e hijo afirma que se llevaban bien y no habían notado nara especialmente preocupante. No obstante, un familiar cercano contó a la Guardia Civil que el parricida padecía una enfermedad psiquiátrica, pero no tomaba regularmente la medicación. Asimismo, las pruebas de consumo de alcohol y drogas que se le practicaron dieron negativo.

"Oímos ruidos y alguien llamó a la puerta, pero decidimos avisar a la Guardia Civil", explica Luisa, la vecina de la víctima, que en ese instante se encontraba en el interior de la vivienda con su marido Celso. Se asomaron a la ventana y vieron a alguien en el suelo, pero no lograron identificarlo. "No entendemos nada, eran dos personas buenísimas, el padre y el hijo, nunca los escuchamos discutir ni mucho menos pelearse", apunta la mujer refiriéndose a "unos vecinos de toda la vida".

Miguel Ángel y su hijo estaban solos en casa cuando, por motivos que se desconocen, comenzaron una fuerte discusión. El crimen, según fuentes consultadas se consumó entre las nueve y media y las diez de la noche. El matrimonio fue totalmente ajeno a lo ocurrido minutos después, cuando Pablo Muñiz cogió la cabeza con una mano y portando el hacha con la otra descendió los cerca de 200 metros de carretera que separan la vivienda de la rotonda de Soto de Ribera. "Me despertó cantando a voces el Cara al sol", relata otro vecino de la localidad, con casa unos metros más abajo.

Este mismo habitante de El Picón se asomó a la rotonda alarmado por las sirenas de la Guardia Civil pasadas las diez de la noche. Desde lejos pudo ver cómo un buen número de agentes reducía al parricida mientras varios coches dañados se amontonaban en torno a la glorieta. Casi al mismo tiempo, se encontró a un agente de la Guardia Civil al que acompañó hasta la parte alta de pueblo. Allí hallaron, justo delante de la puerta de la casa de Celso y Luisa, el cuerpo decapitado de un hombre muy apreciado en la localidad. "Era un cacho de pan, siempre estaba de buen humor y ayudando", comentó un lugareño.

La detención fue posible gracias a las denuncias de varios conductores y testigos. Fermín Morán fue el primero en alertar a los agentes del cuartel de Soto de Ribera de lo que estaba ocurriendo. "Pensé que era un borracho, pero lo vi demasiado ágil. Logré esquivarlo y avisar a los guardias, que justo estaban iniciando el turno de noche". Otros corrieron peor suerte. A la conductora Arancha Lomba le lanzó la cabeza de su padre al capó. Uno más vio cómo le clavaba el hacha en el parabrisas y un tercero, Jorge González, recibió un gran susto cuando se tiró encima de su vehículo cantando el "Cara al sol" a grito pelado.

El autor del crimen fue trasladado al cuartel de Soto de Ribera, desde donde lo condujeron seguidamente al HUCA. A última hora de la tarde de este martes permanecía ingresado bajo custodia policial, asignado al servicio de Psiquiatría, pero no en las habitaciones específicas para pacientes psiquiátricos.

Según confirmó este martes la Guardia Civil, Pablo Muñiz carece de antecedentes penales y no consta ningún incidente previo de violencia en el ámbito doméstico. De momento, no han trascendido detalles de su historial clínico, aunque miembros de la investigación se han puesto en contacto con distintos servicios médicos para recabar informes sobre la salud mental del investigado.

El Picón, un pequeño núcleo de cuatro casas en la confluencia del Nalón y el Caudal

El parricidio de El Picón se produjo en un entorno rural y familiar, muy cerca de la carretera nacional y de Soto de Ribera, pero apartado de su entorno por una pequeña carretera de 200 metros.

El Picón son apenas cuatro casas y media docena de vecinos, diseminados en una pequeñísima agrupación rural muy frecuente en la región. Ese núcleo habitado está encaramado en la confluencia de los ríos­ Nalón y Caudal en un pequeño cerro, aunque desde allí la presencia más evidente a la vista es la de la carretera nacional, Soto de Ribera, al otro lado del puente, y, en especial, la central térmica.

Son apenas dos minutos los que separan el núcleo de casas de la central. El Picón, pese a ser tan pocos vecinos, se articula en dos áreas. En la baja, una casa se estira a lo largo de la ladera y suma una zona de huertos y cobertizo.

En la parte superior, la casa de Miguel Muñiz, el hombre de 73 años asesinado y decapitado por su hijo de 46, está dividida en dos viviendas, con entrada separada. En la superior vivía la víctima, que pasaba temporadas con su hijo. Abajo había residido otra de sus hijas. Junto a ellos, en otra casa, una familia portuguesa. A unos 40 metros está la vivienda donde la víctima fue a pedir auxilio, una construcción algo más grande con una explanada de entrada en la que Miguel Muñiz encontró la muerte a manos de su hijo.

Pese a la proximidad con Soto de Ribera, vecinos de la localidad indicaron que no era habitual verlo por la zona, y sí, en cambio, en Argame. El hombre, ya jubilado como celador del Hospital Central de Asturias, acostumbraba a acudir todas las mañanas a la cafetería del polígono industrial, a tomar el café y leer­ el periódico. Su hijo Pablo, pese a las temporadas que pasaba con el padre, tampoco era un rostro habitual en Soto de Ribera.

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