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El último y misterioso paseo de Déborah

"Iba sola, andando con normalidad, nada me llamó la atención", relató el hombre que el 30 de abril de 2002 sobrepasó a la chica en la "curva del matadero" de Alcabre ► FARO reconstruye el trayecto que realizó antes de perdérsele la pista

Fotos de Déborah compartidas por familiares y amigos. // FdV

arcano, na

Del lat. arcanus.

1. adj. Dicho especialmente de una cosa: Secreta, recóndita, reservada.

2. m. Secreto muy reservado y de importancia.

3. m. Misterio, cosa oculta y muy difícil de conocer.

No es extraño que el último intento hasta la investigación actual de desenredar la enmarañada madeja del caso Déborah recibiese el nombre de Operación Arcano. Porque años de pesquisas policiales hasta entonces no habían servido para arrojar luz a los enigmas que se cernían sobre la desaparición y muerte de la joven viguesa. Eran y siguen siendo muchos los interrogantes. Y entre ellos uno es crucial: lo sucedido en el último trayecto de esta estudiante de diseño gráfico, cuando se le perdió la pista de regreso a su casa de Alcabre tras hacer footing por Samil. El sumario judicial reconstruyó ese recorrido. Pero falta la pieza clave: ¿dónde y quién se cruzó con Déborah para que diez días después su cuerpo desnudo apareciese al borde de una cuneta a más de 40 kilómetros de su domicilio?

La nueva investigación que un equipo de la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) de la Policía Nacional de Madrid ha emprendido este pasado mes de marzo tras la campaña emprendida en redes sociales por la familia de la víctima busca esclarecer éste y otros misterios. A la espera de si por fin se consigue, FARO reconstruye, a través de los testimonios y atestados policiales que constan en la causa, esa última caminata de la joven.

Para ello hay que retroceder casi 17 años. Al 30 de abril de 2002. Sobre las 19.30 horas de aquel martes. O posiblemente antes, pasadas las 19.00. Déborah, que tenía 21 años, salió en ese tramo horario del piso donde vivía con sus padres en la avenida Atlántida de Alcabre. Con mayas deportivas azules, sudadera verde y zapatillas. Iba a correr por Samil. Aquella mañana su padre la había llevado como de costumbre a la academia donde cursaba estudios. Se fue del centro antes de lo habitual y pidió cita para depilarse. Se la dieron al mediodía. Al salir de la peluquería volvió a casa, comió y se encerró en el dormitorio. Su entorno la notó "un tanto deprimida y triste" por cuestiones personales.

Sin contratiempos

Pero volvamos a las siete y media de la tarde. La caminata que realizó por esta conocida zona costera de Vigo plagada de playas era una de sus rutinas. La había hecho el día anterior, sin ir más lejos. El trayecto de ida lo completó sin aparentes contratiempos. Un joven que circulaba en coche por esa carretera aseguraría días después en comisaría a la Policía Nacional que la vio "hablando con un chico moreno y más alto que ella" en el entorno de un lavado de coches. Le pareció una "conversación normal". Nada le llamó la atención. Lo cierto es que la chica hizo a pie un recorrido de algo más de cuatro kilómetros que la llevó hasta la playa de La Sirenita, situada algo más allá de Samil y poco antes del arenal de O Vao.

Allí se topó con una de sus primas. El vínculo entre una y otra no se limitaba a lo familiar. De edades similares, eran además grandes e íntimas amigas. Pasaban muchos momentos juntas. Por ejemplo, el fin de semana justamente anterior. En ese encuentro de unos diez minutos de aquel 30 de abril estuvieron "hablando de sus cosas", mientras desandaban los pasos que había dado Déborah hasta allí dirigiéndose de nuevo hacia Samil, al puente del río Lagares existente en el lugar. Fue en esa zona donde, en torno a las 20.30 horas y ya casi a la altura de una discoteca ubicada en ese punto, se despidieron para tomar trayectos inversos, cada una hacia su casa. Todo, al menos aparentemente, seguía siendo normal.

Antes de separarse, la prima, que en el tiempo que estuvieron juntas ya no notó "el menor atisbo de tristeza" en la joven, le planteó que si iba con ella y esperaba a que se duchase, la acompañaría después hasta su domicilio. Déborah declinó el ofrecimiento. Quería ir al videoclub que había al lado de su vivienda para coger una película. Ya era algo tarde y si no se daba prisa el establecimiento comercial cerraría. Su plan para aquella noche era ver en casa la película francesa "Amelie". Por eso también rechazó quedar para salir -al día siguiente era el festivo del 1 de mayo-. "No me apetece", contestó a su prima.

Lo que no se podía siquiera imaginar esta familiar era que iba a convertirse en la última persona en conversar con la joven antes de su desaparición. Tras despedirse, Déborah cogió rumbo a su domicilio bordeando de nuevo Samil y enfilando, igual que a la ida, la larga avenida Atlántida. Y fue en la conocida como "curva del matadero" -en referencia al antiguo matadero municipal en el que hoy se alza el Museo del Mar de Alcabre- donde dos personas la vieron caminando cuando apenas faltaban "500 o 600 metros" para que llegase a su casa.

Testigos

¿Quiénes son estos testigos que se volverían cruciales? Uno era un joven que conocía de vista a Déborah y a su familia por residir en el mismo barrio. También había salido a hacer deporte y sobrepasó a la chica en esa curva. Este hombre relataría tras la desaparición que serían "las 20.45 horas". Estaba "seguro" por el tiempo que él tardó después en llegar a su casa. Este testimonio se vio refrendado por el de una segunda persona, un vigués que conocía a uno de los hermanos de la joven. La situó en la zona de la playa "que hay al final de la recta del matadero". "Iba caminando por la acera sola hacia Alcabre, andando con normalidad", contó este testigo, el mismo que, en el recorrido de ida de la chica, la vio hablando con un varón al lado del lavado de coches.

Ese lugar y esa hora se tornaron claves. A las 20.45 horas -en algunos atestados policiales no se descarta que ya fuesen las 21.00 - se tenía la última pista de la viguesa. "Sobre la zona concreta donde es vista por última vez Déborah, carece de edificaciones habitadas hasta unos 150 metros más adelante en sentido de la marcha", reza un informe. Cuando la reconoce el testigo que la sitúa sin duda allí a las nueve menos cuarto de la noche, éste concreta que "no vio a ninguna otra persona andando" por ese tramo. Sí pasaban coches "en ambos sentidos", pero el hombre concluyó que no notó "nada anormal". Nada "que le llamara la atención".

Y fue en aquel punto donde las pesquisas llegaron a un callejón sin salida. Lo que siempre estuvo claro es que la viguesa nunca llegó a su casa, donde, antes de salir a hacer deporte, había dejado su documentación, tarjetas bancarias, teléfono móvil y llaves de casa. Ni siquiera se llevó dinero.

¿Qué ocurrió? "Se deduce que Déborah, entre el último lugar en que fue vista y su domicilio, debió encontrarse con alguien que hizo cambiar sus planes inmediatos, bien por voluntad propia o por la fuerza", rezan unas diligencias policiales de aquel 2002. Si ese "alguien" fue una persona conocida, como siempre se inclinó la investigación, "probablemente fue un encuentro casual" ya que, del estudio de sus llamadas telefónicas y de lo relatado por su entorno, especialmente por su prima, la chica "no tenía ninguna cita para esa noche".

La investigación actual podría añadir otra pieza al misterio de su último trayecto. Dos nuevos testigos aseguran que la vieron, sobre las nueve de la noche de aquel aciago 30 de abril, a varios kilómetros de la "curva del matadero". ¿Es así? ¿Ayudará esto a desatascar las pesquisas? Solo el tiempo lo dirá. Pero por ahora, aunque ha habido un claro sospechoso policial, no hay explicación a lo que le sucedió a esta joven dinámica y de sonrisa amplia. No se sabe la causa de su muerte ni, lo más importante, quién es esa persona que se la encontró y maquinó un plan con pistas falsas para abandonar su cadáver lejos de Vigo.

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