Arrepentido de su pasado, pero inocente de las ocho violaciones –cuatro de ellas intentadas– que le imputa la Fiscalía en A Coruña. Andrés Mayo, más conocido como "el violador del chándal", acabó su declaración en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial entre sollozos y asegurando que se arrepentía de su pasado. "Me da asco", dijo. Trató a continuación de exponer cómo había cambiado su vida desde que se casó con una mujer que conoció en la cárcel y tuvo dos hijos, pero la magistrada que preside el tribunal le aclaró que no era el momento de repasar su vida.

Los argumentos de Mayo siguen siendo los mismos que hace dos años, dos meses y dos días, cuando ingresó en prisión tras declarar en el juzgado de guardia. El "violador del chándal" sostiene que la policía lo detuvo por sus antecedentes como agresor sexual y acusa a los agentes de haber falseado las pruebas que existen contra él para acusarlo. "La Justicia ha querido mirar para otro lado, será por mi pasado", afirmó en más de una ocasión para contestar a las preguntas del fiscal, quien pide que sea condenado a 127 años de cárcel.

Son varias las pruebas que le incriminan. Una es una huella dactilar que la policía encontró en el pomo de uno de los portales donde Mayo atacó presuntamente a una chica. Se trata de un intento de violación ocurrido en la madrugada del 19 de mayo en la calle Petunias de A Coruña. El acusado negó haber estado en el edificio y dijo no entender cómo la policía científica había hallado su huella.

Teoría

Su teoría es que los agentes mienten y que, por eso, no lo detuvieron en el momento en que encontraron la huella. El "violador del chándal" no fue detenido hasta agosto de 2007, después de ser sometido a una estrecha vigilancia con el objetivo de conseguir pruebas que demostrasen su culpabilidad. Andrés Mayo fue preguntado también por las prendas que se encontraron en el registro de su vehículo, una camiseta y un gorro de lana. El sospechoso alegó que la primera no era más que un trapo viejo para limpiar los cristales y que el gorro estaba lleno de grasa tras haber sido usado para limpiar maquinaria.

El fiscal lo acusa de ocho violaciones, la mitad intentadas, además de una agresión sexual y tres robos por los efectos que le fueron sustraídos a las víctimas. Casi todas las chicas fueron abordadas en el portal de sus domicilios y el agresor utilizó en varias ocasiones un trapo o una venda para cubrir su boca. Otras veces, para que no gritasen, les tapaba los labios con su mano, muy grande, según destacaron ellas. Las indemnizaciones reclamadas por la Fiscalía dependen de las secuelas. Además de las cuantías por las lesiones físicas sufridas, propone que las perjudicadas reciban entre 2.000 y 4.000 euros por la angustia padecida, y entre 9.000 y 12.000 por el estrés postraumático.

En la primera sesión del juicio declararon cuatro mujeres. La primera fue la víctima del primer ataque que se le imputa a Mayo, cometido sobre las cinco de la mañana del 6 de diciembre de 2006. La joven explicó que el asaltante fue muy violento y que ambos cayeron al suelo en el forcejeo. Para lograr escapar le dio una patada tan fuerte al cristal del portal del edificio que logró romperlo. Después consiguió sacarse la gasa que el hombre le había puesto sobre la boca y gritar, lo que provocó que huyese. Subió a casa y avisó a sus padres, pero cuando bajaron a la calle el agresor ya no estaba. La víctima contó que sigue teniendo miedo a salir sola a la calle por la noche y que le dan pánico los garajes. Las otras tres víctimas citadas para ayer también relataron lo que les ocurrió; en total, el "violador del chándal" se sobrepasó supuestamente con ocho coruñesas de entre 18 y 36 años.

El acusado fue condenado a 112 años de cárcel en 1990 tras ser detenido en Oviedo cuando tenía 22 años. El tribunal lo consideró culpable de once violaciones, siete de ellas en grado de tentativa cometidas en Asturias y León. Cumplió doce años de cárcel y quedó en libertad. Decidió trasladarse a Galicia para alejarse de las ciudades donde había delinquido.