El camino hacia una vida nueva

Bárbara Jota colabora en el documental “Vidas contadas” para mostrar la ayuda que recibió de la Asociación Arela en su proceso de adaptación tras su llegada desde Venezuela, su país natal

Bárbara Jota revisa un álbum
con fotos de su infancia.
// Xavi Menós y Aarón León/ Fundación ”la Caixa”








La joven, junto a su madre 
Dilcia y su hermano Dereck.
// Xavi Menós y Aarón León/ Fundación ”la Caixa”

Bárbara Jota revisa un álbum con fotos de su infancia. // Xavi Menós y Aarón León/ Fundación ”la Caixa” La joven, junto a su madre Dilcia y su hermano Dereck. // Xavi Menós y Aarón León/ Fundación ”la Caixa” / M. gonzález

M. González

M. González

Bárbara Jota llegó a Vigo un año antes de la pandemia procedente de Venezuela para reunirse con su madre Dilcia, que había migrado a Galicia en busca de una vida mejor.

Después de un año y medio separados, Bárbara y su hermano Dereck pudieron venir a España y reunirse con su madre, pero no fue fácil adaptarse a un país nuevo, a una nueva realidad, lejos de lo que conocían hasta entones. Gracias a la ayuda de la Asociación Arela, entidad coordinadora del programa CaixaProinfancia de la Fundación “la Caixa” en Vigo, recibió refuerzo educativo y atención psicológica para forjar un nuevo futuro.

“Primero se vino mi mamá en 2017 y luego mi hermano y yo vinimos en 2019. Fueron unos años muy duros porque siempre habíamos vivido juntos los tres y cuando ella se fue éramos pequeños. Yo tenía 14 y mi hermano, 8”, indica. El reencuentro, por lo tanto, estaba cargado de “ilusión, porque hacía mucho tiempo que no la veíamos y siempre ha sido muy importante en nuestra vida”, dice. Pero también había una mezcla de “tristeza” por todo lo que dejaban en Venezuela.

Además, una vez en Vigo, no todo fue un camino de rosas. “Cuando llegué no pensé que el colegio fuera a ser tan difícil”, reconoce. “Sí me habían dicho que iba a costar adaptarse, pero no hablábamos gallego y las materias en ese idioma se hicieron difíciles”. En su caso, llegó en el último año de la ESO.

Un día su madre acudió a la Asociación Arela –que, casualmente, se encuentra justo enfrente de su casa–, para pedir ayuda. “Me ayudaron, sobre todo, por las tardes a poder nivelar mi nivel al de mis compañeros”, expone.

Estaba muy deprimida porque nunca había suspendido

También fue importante el acompañamiento y apoyo psicológico que recibió. “Cuando llegué estaba deprimida porque antes nunca había suspendido y me sentía muy mal. Pero en la asociación me apoyaron, me dijeron que era normal pasar por un proceso de adaptación y a ver que, si le ponía ganas y con los consejos y herramientas que ellos me enseñaron, era posible. Y así fue, empecé a sacar buenas notas”, festeja. “Tener personas detrás que te están apoyando para que no te rindas fue muy importante”, añade.

Aunque sigue extrañando las arepas, ahora ya está totalmente adaptada a su nueva vida. “Estoy súper feliz. Me encanta el lugar donde estoy estudiando ahora; me he adaptado muy bien y saco buenas notas y, aunque ya no estoy dentro del programa como tal, es bonito porque en la asociacion se siguen preocupando por mí”.

Ahora que todo parece ya encarrilado, Bárbara Jota se animó a contar su historia en el proyecto documental Vidas contadas, donde se cuentan 14 historias de superación donde se da voz a personas en riesgo de exclusión que comparten sus aprendizajes con el fin de sensibilizar a la ciudadanía.

El camino hacia una vida nueva

El camino hacia una vida nueva / M. gonzález

El caso de Bárbara, que ahora tiene 20 años y estudia un ciclo de laboratorio clínico, es una de los más de 65.000 niños, niñas y adolescentes que el año pasado atendió CaixaProinfancia, el programa de la Fundación “la Caixa” que tiene como misión revertir, a través de la educación, la herencia de pobreza y exclusión social que reciben muchos menores. Para ello se trabaja en red con más de 400 entidades de toda España que intervienen directamente en el territorio, como la Asociación Arela, que se centra en barrios de Vigo y que ofrece refuerzo educativo, campamentos de verano, soporte psicológico y talleres familiares, entre otros servicios. El pasado año, el programa contó con una inversión de más de 66 millones de euros.

“Con otros niños en el programa, que acaban de llegar, siempre les animo a que no se rindan. “Si yo lo logré, tú también eras capaz”, les digo. Por eso también quise participar el en documental porque, independientemente de dónde vengas o de cómo sea tu familia, sí que puedes estudiar lo que quieras y mucho más”, afirma.

También se muestra agradecida por la red de ayuda que encontró y que la ayudó en su camino a hacia una vida mejor: “Yo siempre le decía a mi trabajadora social que me costó mucho reconocer que necesitaba ayuda. Pero no está mal reconocerlo, uno no nace aprendido”. También le ayudó a socializar y a formar un grupo de amigos.

Ahora, se esfuerza en acabar su ciclo y se plantea hacer Anatomía Patológica para ver si, en un futuro, logra hacer Medicina o Enfermería. Ese anhelo encierra su sueño de ayudar a los demás. “Siempre me he inclinado por ayudar”, dice.

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