Mar Amenedo, paciente con asma y médica de familia en A Coruña: “Con los fármacos biológicos he vuelto a nacer”

"Reconocer la enfermedad y sus limitaciones", recurrir a "manos expertas" y "no dejar nunca el tratamiento", principales recomendaciones de esta facultativa de Atención Primaria a otros pacientes con su misma dolencia

Mar Amenedo, médica con asma grave, con dispositivos para el control de la enfermedad.

Mar Amenedo, médica con asma grave, con dispositivos para el control de la enfermedad. / IAGO LÓPEZ

María de la Huerta

“Con los tratamientos biológicos para el asma he vuelto a nacer”, resalta la gallega Mar Amenedo, paciente con asma grave y médica de familia en el centro de salud Novo Mesoiro, en A Coruña. “Ahora estoy bien, pero antes, cuando me duchaba, por ejemplo, tenía que hacer paradas porque me fatigaba y no podía seguir; al bajar del coche, con solo atravesar la acera y llegar al portal ya me agotaba, de modo que tenía que ir muy despacio; incluso la risa me desencadenaba muchos ataques de asma”, refiere la doctora Amenedo, de 63 años, quien ayer compartió sus “vivencias” como afectada por esa enfermedad en el Hospital Universitario coruñés (Chuac), en una jornada para profesionales sanitarios organizada con motivo del Día Mundial del Asma, que se conmemoró ayer.

“De niña siempre tuve rinitis y problemas nasales, infecciones de vías altas... Poco a poco, todo eso fue empeorando y afectando a mis bronquios, lo que sucede es que, desde que acabé la carrera de Medicina, me trataba yo misma. Sabía que tenía asma y, en principio, me parecía que lo podía controlar yo. Con inhaladores empecé ya una década antes del diagnóstico oficial, que llegó en el año 2000, cuando decidí acudir a un especialista, con una merma ya muy importante en mi calidad de vida”, reconoce la doctora Amenedo, antes de especificar que con los tratamientos biológicos comenzó “en diciembre de 2016”, una fecha que tiene “grabada”, por el punto de inflexión que supuso en su vida. “En 2007, había empezado también con otro fármaco biológico, omalizumab, el primero que salió para el asma, pero a mí no me funcionó, porque es un tratamiento más indicado para asma alérgica. Y, aunque yo tengo alergia y cumplía los criterios –hay que tener unos determinados niveles de inmunoglobina E que cumplía–, apenas noté mejoría”, refiere.

“Mi asma es, sobre todo, eosinofílica, y aquí no fue hasta 2016 cuando hubo acceso al primer tratamiento biológico para este tipo de dolencia, el mepolizumab. Comencé a recibirlo en diciembre de ese año, y para mí ha supuesto dejar los corticoides orales. En aquel momento, aparte de con inhaladores, pastillas... estaba con esa medicación. Llevaba más de 15 años tomándola a diario, y eso me produjo una iatrogenia tremenda, con fracturas graves (de fémur, tobillo, vértebras, metatarsianos...), además de otros problemas en las rodillas y en los hombros, y muchas más complicaciones”, agrega. “Aparte, perdí el olfato totalmente, y eso sí que no lo he recuperado, y también tengo opacidades corneales producidas por los corticoides”, prosigue la doctora Amenedo, quien hace hincapié en que, gracias a los tratamientos biológicos, ha “vuelto a nacer”.

Medicamentos de por vida

Cuenta la doctora Amenedo que los tratamientos biológicos para el asma que recibe desde “diciembre de 2016” son “inyectables”. “El que estoy utilizando ahora es quincenal, pero el primero que usé era mensual. Después, me cambiaron a otro que se inyectaba cada dos meses, para ver si podía mejorar la poliposis.Al final, se llegó a un acuerdo con los otorrinos y Neumología y me operaron de los pólipos, al mismo tiempo que me cambiaron a otro tratamiento biológico para empezar, digamos, de nuevo. Eso fue en mayo de 2022, y ahora ya no tengo que dormir sentada, como casi siempre hasta entonces”, apunta, antes de aprovechar la conmemoración, ayer, del Día mundial del asma, para trasladar varios mensajes a los afectados por esa dolencia. “Que sepan reconocer su enfermedad y sus limitaciones, que recurran a manos expertas y que no dejen nunca el tratamiento. Porque el tratamiento del asmático es de por vida. Tomarlo unos días, encontrarse mejor y dejarlo no sirve de nada”, concluye.

“Más de la mitad de los pacientes asmáticos tienen un mal control de su enfermedad"

“El asma afecta a todas las edades y, más que de ‘enfermedad’, los neumólogos hablamos de ‘síndrome’, porque no hay un asma igual. Son diferentes las asmas de los niños y las de los adultos; las hay más relacionadas con las alergias, otras con inflamaciones... Son distintas en el manejo, y en todo”, explica el doctor Luis Domínguez, neumólogo del Hospital de A Coruña, quien resalta que, en cualquier caso, la prevalencia global de la enfermedad “es muy alta”.

“A nivel mundial, se estima entre el 4-6%. La población de asmáticos ronda los 340 millones de personas en todo el planeta, con lo que eso supone, a nivel de gasto sanitario y consumo de recursos asistenciales. Y se prevé que, para 2030, esa prevalencia aumente en 100 millones más, por muchos motivos: genéticos, de contaminación, de virus, de alergias... En España, ronda el 10% en niños, mientras que en adolescentes y adultos, ya sube hasta un 15%. Y hay un 10% de pacientes que tienen asma grave”.

“En los últimos años, el tratamiento del asma en general ha evolucionado mucho, porque disponemos de moléculas de antiinflamatorios y dispositivos muy buenos. Pese a todo eso, nuestro principal objetivo, que es el control de la enfermedad no se consigue”, advierte el doctor Domínguez, quien asegura que “más de la mitad de los pacientes asmáticos tienen un mal control de su enfermedad” debido a “la falta de adherencia al tratamiento, algo que hay que trabajar mucho”.

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