Cuidar el corazón con cabeza

Expertos advierten sobre la necesidad de realizar un reconocimiento médico antes de iniciarse en la práctica deportiva

Permite detectar si existe riesgo de muerte súbita

Corredores enLa última ediciónde la Vig-Bay.

Corredores enLa última ediciónde la Vig-Bay. / Alba Villar

M. González

M. González

Se acerca la época del buen tiempo (pese a la irrupción estos días de la borrasca Louis) y empieza a ser habitual ver a cada vez más personas practicando deporte al aire libre: bicicleta, senderismo, running, pádel... El deporte es salud, pero los expertos recomiendan hacerlo teniendo en cuenta una serie de precauciones. La principal: realizarse un reconocimiento médico-deportivo antes de comenzar cualquier entrenamiento.

“Ese reconocimiento permitirá al médico detectar patologías que aconsejen contraindicar la práctica deportiva de forma temporal o permanente o una limitación parcial para realizar algunas actividades, así como detectar si existe un riesgo de muerte súbita”, apunta Miguel del Valle Soto, presidente de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED/FEMEDE). “También es importante comenzar a entrenar adaptándose a las capacidades individuales y al estado de forma. Un sedentario debe comenzar de forma progresiva; muchas veces lo mejor es tener un asesoramiento de personal experto”, añade.

“Hay que empezar a entrenar adaptándose a las capacidades individuales”

Miguel del Valle

— Presidente de la Semed

“Lo que proporciona mejor salud cardiovascular es hacer ejercicio regular todos los días; ahora bien, el deporte no deja de ser más que un tipo de ejercicio competitivo, que va en el gusto de cada uno”, puntualiza Andrés Íñiguez Romo, jefe del Servicio de Cardiología del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi) y presidente de la Fundación Española del Corazón. “El deporte depende no sólo de la capacidad y de la habilidad personal, sino del entrenamiento que uno tenga, y creo que uno no debe meterse a hacer un deporte si no tiene un entrenamiento previo adecuado y una capacidad de hacer ejercicio regularmente, porque lo pernicioso es hacer un esfuerzo físico sin estar entrenado y sin tener una evaluación de la situación de riesgo en la que el ejercicio, por la razón de colocar al corazón ante unas necesidades mayores metabólicas y de suministro de sangre”, expone. “Si eso no se evalúa, puede conducir a situaciones de agravamiento de dolencias existentes o de otras que están subclínicas que no se han manifestado pero que ante esta alta demanda de riego pueden manifestarse”, añade.

“Lo pernicioso es estar entrenando sin una evaluación de la situación de riesgo ”

Andrés Íñiguez

— Jefe de cardiología CHUVI

“La edad no es un impedimento para realizar cualquier actividad física y cualquier tipo de ejercicio, siempre que su médico controle el estado clínico del paciente. La clave está en conocer la condición física de esa persona y en saber si tiene una patología previa o algo que no haya sido diagnosticado para establecer qué tipo de ejercicio puede hacer la persona dependiendo de la edad y si tiene alguna enfermedad previa”, apunta Alberto Juffé Stein, académico numerario del sillón de Cirugía Cardíaca y secretario general de la Real Academia de Medicina de Galicia. Por lo tanto, realizarse un chequeo previo antes de empezar a hacer ejercicio es “un trámite que no sólo nos permitirá conocer mejor nuestro estado de salud, sino adaptar el tipo de actividad según el resultado y obtener mayores beneficios a la hora de practicar deporte”, afirma.

Juffé, que apunta que “el ejercicio físico mejora la salud, la calidad de vida y la longevidad”, diferencia también entre “actividad física: cualquier movimiento producido por los músculos (por ejemplo, caminar); ejercicio físico: actividad programada, como ir al gimnasio tres veces por semana; o deporte: realización de un ejercicio sometido a unas reglas de juego, como tenis, fútbol, ciclismo, natación o golf”.

Un chequeo previo permitirá también adaptar el tipo de actividad y obtener mayores beneficios

“En los últimos años se ha incrementado el sedentarismo y la inactividad física en el adulto mayor, convirtiéndose en una de las principales amenazas para la salud pública y que afecta a su calidad de vida”, subraya Juffé. “El ejercicio mejora la calidad de vida, previene el deterioro cognitivo y enfermedades cardiovasculares, disminuye el desarrollo del alzhéimer, la depresión y la ansiedad. Adicionalmente, mantiene el equilibrio emocional y corporal, eleva la autoestima y permite la construcción de hábitos saludables”, con lo que apunta que “el estado y las comunidades autónomas deben potenciar el ejercicio físico como algo saludable y que previene y mejora todas las enfermedades”. “La mejor pastilla para todas las enfermedades es el ejercicio, a cualquier edad”, insiste.

Ahora bien, “cualquier tipo de deporte que implique una necesidad de hacer ejercicio superior a lo que uno está cualificado puede reportar problemas serios”, advierte Andrés Íñiguez. De este modo, “uno no debería superar el umbral aeróbico, es decir, aquella frecuencia cardiaca a partir de la cual el organismo empieza a tener déficit de oxígeno”. Y lo refleja en “una regla general muy fácil: 220 menos la edad”, expone. “Esa es la frecuencia cardiaca máxima que se puede alcanzar, a partir de ahí, se entra en umbral anaeróbico”. Andrés Íñiguez apunta que el tipo de ejercicio más adecuado “es el que mezcla ejercicios aeróbicos con algo de ejercicio de fuerza, que produce más masa muscular”. “Una persona que está entrenada tarda mucho más tiempo en llegar a ese dintel anaeróbico que una que no lo está, por eso es importante hacerse las pruebas pertinentes que digan a uno en qué situación está y cuál es su valoración de riesgo”.

“El tabaco, el alcohol, la edad o el sobrepeso son factores de riesgo”

Alberto Juffé

— R. A. de medicina de Galicia

“Realizarse un chequeo antes de empezar a hacer ejercicio es un trámite que no sólo nos permitirá conocer mejor nuestro estado de salud, sino adaptar el tipo de actividad según el resultado y obtener mayores beneficios a la hora de practicar deporte”, expone Juffé. En medicina, una de las cosas más importantes es la historia clínica”, prosigue. “Es importante preguntarle al paciente por sus antecedentes familiares, qué enfermedades tiene, qué medicación toma, y preguntarle también por los factores de riesgo”. Aquí, afirma que “el factor de riesgo más importante es el tabaco. También influye la edad, el alcohol y el sobrepeso o la obesidad”. Otros factores a tener en cuenta son “la hipertensión, la diabetes, la hipercolesterolemia, la enfermedad cardiovascular (cardíaca, vascular –claudicación intermitente– o cerebral), enfermedades respiratorias o el sedentarismo”.

También es importante realizar una exploración física, en la que se midan las constantes basales: la tensión arterial, la frecuencia cardiaca o la saturación de oxígeno; la talla y el peso: dos datos que permiten conocer el IMC (índice de masa corporal, se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros); la tensión arterial en reposo –los valores normales son de 140/90 mmHg–; el aparato locomotor: postura, asimetrías, desviación de columna, dolor lumbar; auscultación y electrocardiograma (ECG) y una prueba de esfuerzo, que Juffé recomienda “a todo el que se inicia en la práctica deportiva, especialmente hombres de más de 45 años y mujeres de más de 55, ya que a partir de esas edades aumentan los riesgos cardiovasculares”.

Entre las complicaciones relacionadas con el ejercicio, menciona “el síndrome coronario agudo (angina o infarto agudo de miocardio), arritmias cardíacas, un accidente cerebrovascular agudo o la muerte súbita”. Miguel del Valle incide en que “el gran riesgo cardiovascular de la práctica deportiva es la muerte súbita del deportista (MSD). Además, es la causa más común de muerte inesperada de un deportista durante una competición o entrenamiento, pudiendo afectar a cualquier modalidad deportiva; es secundaria a una enfermedad cardíaca, generalmente de etiología congénita (en jóvenes), o a una arteriosclerosis coronaria en deportistas mayores”. “En muchos casos es difícil sospechar que un deportista tenga riesgo de muerte súbita (MS), ya que casi en el 90% de las MS de causa cardiaca ocurren en personas que tienen alguna anomalía cardiaca preexistente y que la mayoría no presentan clínica”, añade. “Por tanto, la única forma de detectar a deportistas con riesgo es realizar despistajes con reconocimientos médicos y otras pruebas, aunque son muchas las causas que pueden provocar MS y es difícil abarcarlas todas”, prosigue.

“En las enfermedades cardiovasculares existen contraindicaciones para practicar ejercicio (siempre bajo la recomendación médica), entre las que se encuentran la miocardiopatía hipertrófica (la causa más frecuente de MS en deportistas según algunas estadísticas), la displasia arritmogénica de ventrículo derecho (muy frecuente en Europa), el origen anómalo de arterias coronarias, el prolapso de la válvula mitral, el síndrome de Brugada, el síndrome de Wolff-Parkinson-White (WPW), el síndrome de QT largo congénito o la miocarditis”, enumera. “La mayoría de estas enfermedades son genéticas o congénitas y pueden afectar al músculo cardiaco (miocardiopatías) o a la conducción eléctrica del corazón (canalopatías)”, puntualiza

“En mayores de 30-35 años las causas más frecuentes de MS que hay que tener en cuenta son: enfermedad de las arterias coronarias, miocarditis o síndrome de QT largo. En relación con otro tipo de riesgos, hay que tener en cuenta otras enfermedades como hipertensión arterial o enfermedades metabólicas cuando no están controladas”, añade.

“Por otro lado, están las lesiones en función de la edad, modalidad deportiva o intensidad de los entrenamientos”, destaca Del Valle. “El riesgo de lesiones crónicas se incrementa con la intensificación de los entrenamientos que pueden conducir a sobrecargas.

“Un deportista que se cuida y que se encuentra controlado y supervisado por un médico no tiene una edad específica que resulte más peligrosa. Sí que es conocido que cuando ha sufrido determinadas lesiones tiene más riesgo de lesionarse; por otra parte, con la edad vamos perdiendo elasticidad y eso también incrementa el riesgo de lesiones”, añade Del Valle. “En cuanto al riesgo de sufrir una MS, también se incrementa con la edad. Se estima que en menores de 35 años la incidencia anual es de 1/160.000, en tanto que en mayores de 35 es de 1/18.000/año, mucho mayor”, subraya.

Síntomas de alarma

En torno a los síntomas de alarma, Del Valle destaca que “en algunos casos pueden existir indicadores entre los que hay que contemplar los antecedentes familiares. Además, antes de una muerte súbita cardiaca (MSC) pueden aparecer dolores torácicos (angina de pecho), síncopes, disnea de esfuerzo (dificultad respiratoria), palpitaciones, pérdida de consciencia, hipertensión arterial o arritmias. En ausencia de síntomas hay que valorar alteraciones en el electrocardiograma (ECG)”.

“Falta de aire durante el ejercicio, dolor de pecho al realizar un esfuerzo, palpitaciones, mareos o pérdida de conocimiento”

“Falta de aire durante el ejercicio, dolor de pecho al realizar un esfuerzo, palpitaciones, mareos o pérdida de conocimiento” son también señales que hay que tener en cuenta, según el doctor Alberto Juffé. “La enfermedad cardiovascular puede manifestarse de muchas formas y cualquiera que tenga síntomas anormales (una falta de aire, un dolor en el pecho opresivo, una pérdida de conocimiento...) debe parar de hacer ejercicio y consultar a un profesional que evalúe la situación en base a los síntomas, a la exploración, a través de un electrocardiograma, un ecocardiograma e incluso una prueba de esfuerzo para ver cuál es la respuesta del corazón ante un ejercicio creciente”, subraya Andrés Íñiguez.

Constancia, nutrición e hidratación

“Lo importe es la constancia, no la intensidad”, apunta Juffé. “Cuando hablamos de deporte-salud se aconseja ejercicio físico aeróbico combinado con ejercicios de fuerza sin llegar a sobrepasar los límites fisiológicos. Es mejor trabajar al 60-70% de la capacidad funcional que al 100%”, afirma Del Valle. Otro aspecto de vital importancia es “una nutrición completa y adecuada y una buena hidratación antes, durante y después del ejercicio físico”, subraya. “También hay que valorar los lugares donde vamos a entrenar, analizando las condiciones climáticas o el terreno, cuidar los equipamientos, especialmente el calzado, y no olvidarse de realizar calentamientos y estiramientos adecuados”.

“Las personas mayores deben hacer al menos 150 minutos (2 horas y media) a la semana de ejercicio aeróbico de intensidad moderada. Lo ideal es estar activo por lo menos tres días a la semana”, apunta Juffé. En cuanto a los pacientes de tercera edad, “se debe evaluar su nivel de condición física actual para los cuatro tipos de ejercicio: resistencia, equilibrio, flexibilidad y fortalecimiento (musculación). Los ejercicios pueden retrasar el deterioro padecido por la edad ya que el cuerpo no está preparado para una vida sedentaria”, afirma. “Mejora el equilibrio y se reduce el riesgo de tener caídas y lesiones relacionadas con la edad”, expone.

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