Los trazos emocionales del TOC

La viguesa Ana Castro publica un libro de relatos, poemas e ilustraciones para ayudar a las personas que, como ella, padecen trastorno obsesivo compulsivo

Ana Castro, con su libro "Trazos de vida"

Ana Castro, con su libro "Trazos de vida" / FDV

M. González

M. González

El sufrimiento ha estado presente en la mayor parte de la vida de Ana Castro. La escritura ha sido, desde que era niña, su vía de escape, su consuelo. Y, por fin, se ha materializado en un libro que lleva por título “Trazos de vida”, que pronto será reeditado para “una tirada nacional”, según apunta la autora, y con el que pretende ayudar a las personas que, al igual que ella, padecen TOC (trastorno obsesivo compulsivo).

Esta nueva edición incluirá, anuncia, una introducción de su psicóloga, Cristina Rodríguez Castro, que hará que “el libro se lea desde otro ángulo”. Y es que en su obra Ana Castro va “dejando miguitas” de sí misma, de su esencia, que desgrana en forma de relatos, poemas y dibujos.

El libro se ha materializado en papel gracias al impulso de su padre, Fernando Castro Lucini. “Él me decía que tenía que escribir, que valía para esto, pero yo no veía ni el momento ni tenía la tranquilidad para hacerlo. Con un trastorno obsesivo compulsivo, poca tranquilidad tengo”, expone.

Pero el empeño de su progenitor le permitió cumplir su sueño, aunque él no haya podido verlo. “Era mi ilusión, además de tener una librería, y cuando me enteré de que ya estaba muy malito, me decidí. Coincidió, además, en que había una editorial (Talón de Aquiles) que ofrecía que les mandases un manuscrito de lo que escribías y, si les gustaba, te daban la oportunidad de publicarlo”, rememora.

Así que envió al director de la editorial tres relatos, que convencieron a la editorial. “Yo escribo desde que tengo uso de razón. Con siete años, había cosas que no podía contar en casa, así que escribía lo que sentía”, afirma Castro, que está diagnosticada desde que tenía 8 años. “Siempre he escrito de manera intimista, sobre lo que yo siento y lo que yo vivo. Puedo luego meterlo dentro de una ficción, pero ahí siempre hay algo mío”, reconoce.

Con su libro reconoce esa intención de ayudar a todo aquel que padece alguna enfermedad mental, pero también para que “todo el mundo pueda ponerse en la piel de todas las personas que lo padecen”. Por eso, no duda en desnudar su propio sufrimiento: “Yo soy grado crónico y tengo una discapacidad total absoluta. No puedo trabajar en nada y he intentado suicidarme unas cuantas veces, la última casi muero. Mi cuerpo está lleno de marcas de autolesiones. Es una enfermedad que me ha condicionado toda mi vida”.

“Una catarsis”

Escribir el libro fue, de este modo, terapéutico. “Fue como una catarsis”, reconoce, aunque el proceso le ha dejado también una profunda herida. “Mi padre lo era todo para mí y fue un momento agridulce porque ha llegado algo que siempre había esperado durante toda mi vida, pero no está la persona a quien se la dedicas y con quien deberías haber estado disfrutando de este momento”, dice con la voz rota de emoción.

La escritora confía en poder arrojar también algo de luz a los familiares de las personas con enfermedad mental porque “realmente sufren muchísimo”. Y es que todavía existe mucho tabú entorno a estas enfermedades. “Ahora tengo 45 años, pero cuando me llevaron con 8 años a un psicólogo era algo de lo que no se podía hablar, porque era como si estuvieses loca”, afirma.

En su libro utiliza también el humor y el sarcasmo: “Yo nunca me reía de mí misma, siempre me lo tomaba todo muy en serio, demasiado, pero desde que conozco a mi pareja, me ha enseñado a reírme de mí misma. Al principio no encajaba las bromas, pero ahora uso ese humor negro y se puede ver reflejado en varios de los relatos”.

“He vivido un horror”, confiesa. Ahora, afortunadamente, ha conseguido desarrollar estrategias para sobrellevar el día a día, gracias al apoyo de su pareja, su hija y de su psicóloga. Así que ahora puede decir que está “tranquila”. Por eso su historia guarda un mensaje de esperanza, “de decir “aquí estoy” y de seguir adelante”, proclama.

La portada del libro es también una metáfora en sí misma. “Es mi columna”, explica. “Me tuvieron que operar porque tenía un desplazamiento de dos vértebras lumbares y ese dibujo es una columna con unos tornillos y por la zona donde está el desplazamiento salen como unas flores, que simboliza que pese a cualquier problema que tengas, siempre hay algo que hace que puedas disfrutar de la vida, hay momentos buenos y vale la pena vivirla”.

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