La cara B de la pasión por el trabajo en verano

Cientos de personas de orquestas y festivales sacrifican su estío para que la población disfrute

Cantantes y técnicos de París de Noia y del Sinsal u O Marisquiño hablan de su duro día a día

París de Noia actuando en Cerdedo esta semana.

París de Noia actuando en Cerdedo esta semana. / París de Noia

Mar Mato

Mar Mato

“El mundo de la verbena aquí en Galicia se vive de una manera completamente diferente respecto al resto de España. A nosotros, la Orquesta París de Noia, nos llaman mucho para salir fuera de la comunidad y la gente nos muestra su cariño pero la forma en la que se vive aquí, con tantas formaciones y fiestas, no lo he visto en ningún sitio”. El cantante canario Óliver Pérez Escobar reflexiona así sobre uno de los fenómenos más curiosos del estío galaico y lo compara con los equipos de balompié.

“La gente nos sigue como si fuéramos equipos de fútbol. Cada formación tiene sus fans. Es muy bonito. Aunque la gente piensa que hay competición entre las orquestas, para nada; nos llevamos muy bien unas con otras. Intentamos –recalca con franqueza– llevar alegría al público”.

Óliver Pérez Escobar

Óliver Pérez, cantante de París de Noia. / Boris Jeyko

Pasan unos minutos de las dos de la tarde y Oliver se acaba de levantar tras trabajar hasta bien entrada la madrugada. Junto al resto del equipo de la París de Noia el viernes lo dio todo en Cerdedo, Cotobade (Pontevedra) a pesar de la lluvia. En las imágenes, junto al colorido escenario lleno de pantallas, rayos de luz y el vestuario, resaltan los paraguas de la gente cobijándose de las precipitaciones. Pero ni estas frenan a unos fans que en Facebook suman 75.000 en la página oficial de una agrupación que juega en la división de honor de las orquestas españolas.

Es el lado luminoso de un trabajo que es especialmente primordial cada verano pero que también tiene su peaje para las 35 personas que trabajan ahora mismo en la París de Noia.

“Lo más sacrificado es estar lejos de la familia”

“Lo más sacrificado es estar lejos de la familia”, admite el cantante para inmediatamente resaltar que formar parte de la orquesta “es lo que nos gusta, lo que nos apasiona y tenemos que darle gracias a Dios por disfrutar de nuestra pasión. Es una suerte”.

Lo destaca una persona que desde niño quiso dedicarse a la música y que empezó a acariciar el sueño cuando a los ocho años de edad lo acompañó su abuelo a una fiesta en Canarias, donde residían. “Me escuchó cantar y le sorprendió. Nunca me había oído antes. Me preguntó si me gustaría aprender a tocar un instrumento. Le dije que sí y me apuntó a clases. Desde ahí, siempre rodeado de la música”, recuerda para confesar que llegó a Galicia con El Combo Dominicano y que cuando acabó con esta formación sintió “miedo”.

“No sabía qué iba a pasar con mi vida, si seguiría trabajando en la música. Por suerte, me encontré con Blas Piñón (mánager y máximo responsable de París de Noia) y desde un primer momento apostó por mí. Tengo que decir que desde que entré en esta familia me arroparon”, comenta este artista preocupado por los nódulos en su garganta que le causan dolor y afonía aunque al subirse al escenario le salga la voz “a chorro”.

Óliver y sus compañeros viven el verano sumando kilómetros cruzando Galicia como si construyeran su particular y virtual mapa de carreteras cada vez que van actuar. En su caso, su residencia se encuentra en Ferrol mientras que la sede de la orquesta radica en Noia (A Coruña). “Siempre voy en mi coche a todas las actuaciones y ensayos. Solo voy en el autobús cuando tenemos salida fuera de Galicia”, aclara.

Cuatro trailers de verbena

Para que el público pueda disfrutar de un show de tres horas en su verbena, la maquinaria de París de Noia cruza los dedos cada jornada para que no haya imprevistos cada vez que mueven los cuatro trailers que llevan de gira: uno para el escenario y tres de apoyo (convirtiéndose uno en camerino).

Para cada actuación, un equipo de diez personas monta el escenario. Tardan solo cuatro horas. Brais Lema García es el técnico de motores en la orquesta y describe una jornada: “Un día normal saen de Noia, imaxínate, para Lugo ás dúas da tarde; montan o escenario de catro a oito e despois chegamos nós, os técnicos, e os músicos. Eles van descansar e nós actuamos. Se estamos sós é un espectáculo de tres horas. Se somos dúas orquestras, son seis horas. Cando acabe ás cinco, eles recollen. Se teñen que ir para Ourense, descansan nun hotel no medio do camiño e repiten. É un traballo moi duro e esixente sobre todo no verán. Unha avaría, un pinchazo nunha roda pode provocarche un retraso grande. Ten que estar todo moi ben organizado e con 20.000 plans b por se pasa calquera cousa” en un montaje que incluye hasta pirotecnia y confeti.

La cara B de la pasión por el trabajo en verano

Brais Lema, técnico de París de Noia. / París de Noia

Brais –que lo que peor lleva es no estar con la familia– lleva desde niño mamando la vida en la orquesta: su abuelo formó parte de los primeros integrantes cuando arrancó en 1957 y se llamaba simplemente Orquesta de París. En su caso, intenta aprovechar en verano las pocas horas de ocio que pueda tener al día para estar con la familia. En noviembre, será padre. Sabe que estos son los meses fuertes y que hay que aprovecharlos al máximo para que las cuentas den.

Pero el resto del año no se queda a descansar en la hamaca. En cuanto acaba la temporada en octubre, se van de vacaciones en noviembre para en diciembre empezar a darle vueltas al show del próximo año.

En invierno, además, la orquesta –con menos personal, por ejemplo, sin los acróbatas estivales– trabaja en salas de fiestas donde el repertorio tira más del baile. Ya en enero y febrero cambian el espectáculo fijándose en los hits de los grandes artistas del momento y sus puestas en escena para imitar algunas de las escenas y maquinarias.

Si las orquestas granden sorprenden por su despliegue y su trabajo intenso en verano, los festivales de música o arte urbana no se quedan atrás. En Vigo, estos días han comenzado con el montaje de O Marisquiño que se celebrará del 10 al 13 de agosto.

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Keka Losada, en el montaje de O Marisquiño en Samil, Vigo. / Alba Villar

Keka Losada es una de las 500 personas que trabajan en la organización y montaje –seguridad, limpieza– de la cita de deportes y música urbanos.

Hace ocho años que trabaja para O Marisquiño. Empezó como camarera para después controlar el paso de vehículos a zonas restringidas, la organización de los traslados al aeropuerto y ahora se encuentra en el departamento de producción.

Además de O Marisquiño, vive el año saltando de festival en festival. El primero, en mayo, el Festival de Cans donde se inició en el oficio; el último, en octubre; para el resto de meses trabajar en series de ficción y en el Centro Dramático Galego (CDG) como asistenta de producción o dirección. “Non paro”, comenta por teléfono con la voz convertida en una sonrisa.

Unos días antes de comenzar a preparar O Marisquiño, Keka se encontraba en la Illa de San Simón en el Festival Sinsal controlando el acceso al barco de producción que se encarga de traer a los artistas, al equipo de producción, camareros y las cargas más descargas.

“Eu síntome ultra afortunada de traballar no que traballo. Son feliz e non me pesa traballar no verán"

Esta porriñesa conoce perfectamente qué es trabajar el verano entero sin descanso. “Eu síntome ultra afortunada de traballar no que traballo. Son feliz e non me pesa traballar no verán. Non me gusta a praia. Síntome moi afortunada, comparto xornada con xente incrible, compañeiros e compañeiras respetuosas, currantes. Non teño queixa”, confiesa.

No obstante, reconoce que las jornadas laborales en algunos días pueden estar sobrecargadas. “É difícil que teña vacacións, engancho un traballo con outro e que o ritmo non pare. Hai días intensos e outros máis tranquilos. Cando no Marisquiño recibimos material e veñen os trailers, eses días son máis complexos. Cortamos a estrada, móntase un follón co tránsito de vehículos. Hai que estar no terreo controlando que chegue todo, que non falte nada”, describe Losada.

Para ella, la peor parte, el principal temor es que haya mal tiempo seguido de que fallen los proveedores, que no cumplan su palabra y tengas al personal de brazos cruzados porque no llegó el material necesario.

París de Noia actuando en Cerdedo esta semana.   | // PARÍS DE NOIA

Galetruck en el Festival Sinsal. / M. M.

También en festivales, pero en otra faceta, trabaja Mario, encargado y propietario del Galetruck que vende hamburguesas de carne ecológica. Este año ha estado en Ortigueira y Sinsal para seguir con el Sonrías, de Bueu; O Marisquiño, Revenidas y Meninas de Canido (Ferrol).

Este empresario comenzó con el foodtruck –camioneta o camión que sirve comida– en festivales en el año 2018, primero, colocando una haima para después echar mano de un remolque que este año se pudo ver una vez más en el Sinsal.

El acierto de la oferta del Galetruck es sin duda el sabor y calidad de sus hamburguesas que preparan a la vista de los festivaleros. “Utilizo carne certificada de produción 100% ecolóxica. Pode ser de razas autóctonas. Non importa tanto a raza como o método de crianza deses animais. Unha receita de elaboración propia baixo premisas que lle indico. Non leva máis que carne e sal, sen potenciador do sabor. Tamén utilizo pan artesano de panadería, verduras e produto fresco. A cebola caramelizámola nós e empregamos queixo de Arzúa ou algún galego de pouca curación”, detalla Mario.

Pero el secreto también se encuentra en la preparación y selección de la carne. En su casa, trabaja con una sala de despiece que elige a los animales de explotaciones ecológicas. Su carne es triturada atendiendo a un gramaje que le pide Mario.

Para él, trabajar en el verano es duro porque en los festivales se concentra la tarea en tres o cuatro días y dentro de esas jornadas, a su vez, en unas pocas horas donde sacan hamburguesas a un ritmo frenético. En una hora pueden preparar entre 150 y 300.

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