Estudios avalan el beneficio de fármacos para la obesidad a examen por ideas suicidas

Inciden en el desarrollo de la obesidad, la diabetes mellitus y riesgos cardiometabólicos

Uno de los medicamentos que la EMA está estudiando

Uno de los medicamentos que la EMA está estudiando / GEORGE FREY

Hace unos días se hizo público que la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) estaba estudiando varios fármacos (Ozempic, Saxenda, Wegovy) utilizados para tratar la diabetes tipo 2 y el control de peso, como causa de las ideaciones suicidas y de autolesión, manifestadas por tres pacientes en tratamiento desde hace más de un año en Islandia. Los principios activos principales presentes en estas medicinas son la ‘liraglutida’ y la ‘semaglutida’, sobre los que recae la revisión a cargo del Comité de Seguridad de la EMA (PRAC). El anuncio causó miedo entre pacientes de todo el mundo y una alerta generalizada, ya que se estima que millones de personas están expuestas a ellos cada año.

El catedrático de Fisiología Endocrina y especialista en Neurofisiología de la UVigo, Federico Mallo, pide “calma ante el anuncio” y “mucha prudencia” al considerar que se trata de un hecho aislado “sobre el que aún queda por determinar la naturaleza de estos efectos en estos pacientes”. El profesor, que considera que el reporte de Islandia no es suficiente para la alerta generada al no haberse detectado ningún otro caso en el mundo, valora el problema como “local” y recuerda que es preciso estudiar en profundidad las circunstancias de las personas afectadas. No en vano, Islandia es uno de los países europeos con mayor tasa de suicidio, igual que otros países nórdicos. Que junto con los efectos de la pandemia y el aislamiento social característico de estos países (además de posibles patologías psicológicas o psiquiátricas previas sin detectar) podrían estar detrás de las manifestaciones suicidas de los pacientes islandeses.

El experto, que lleva más de 30 años estudiando este tipo de moléculas asegura, sin embargo, que estos principios activos han demostrado en medicina experimental ser buenos para el organismo.

“Estas moléculas se proponen como neuroprotectores, al haber demostrado acciones beneficiosas en el sistema nervioso. Especialmente a la hora de proteger respuestas vasculares del cerebro, como hemorragias. En animales se ha certificado que mejoran los procesos de ansiedad. Y la medicina experimental también muestra que potencian la supervivencia de las neuronas, algo crucial para el tratamiento de enfermedades que afectan a un número significativo de la población”, explica el científico. Es el caso del alzhéimer (trastorno cerebral que destruye lentamente la memoria y la capacidad de pensar) y del parkinson (trastorno neurodegenerativo que afecta al sistema nervioso de manera crónica y progresiva, siendo la segunda enfermedad más prevalente en la actualidad después del alzhéimer, dentro de los llamados trastornos del movimiento, según la Federación Española de Parkinson). El profesor subraya también que estas sustancias no solo “mejoran el sistema nervioso central, sino también la función del hígado”.

Respecto a la investigación que mantiene abierta la EMA, y a la que se sumó hace unos días la Agencia Española de Medicamentos, el experto apunta que “no se sabe exactamente cuánta gente usa los fármacos señalados, pero más de 20 millones en todo el mundo. El de Islandia es un caso que, tal y como se ha reportado, es sesgado geográficamente y poco significativo en número”.

“Tampoco sabemos cómo tratan la obesidad en Islandia, ni hay demasiado detalle acerca de la alerta”, matiza intentando tranquilizar a los pacientes que actualmente estén en pleno tratamiento con alguno de los productos farmacéuticos señalados.

Los medicamentos bajo ‘sospecha’ son conocidos como agonistas del receptor GLP-1. Es decir, contienen compuestos que incrementan la actividad de dicho receptor. Están indicados para el tratamiento de la obesidad y pacientes con sobrepeso (Saxenda y Wegovy, su uso para adelgazar por parte de una persona sin estas patologías es fraudulento) y para el tratamiento de pacientes con diabetes mellitus tipo 2 (Ozempic, en adultos con diabetes insuficientemente controlada y como complemento de la dieta y el ejercicio) entre los que es común desarrollar enfermedad renal diabética.

Según indica la EMA, “el comportamiento suicida no figura actualmente como un efecto secundario en la información del producto de la UE para ningún agonista del receptor GLP-1”. La investigación, que comenzó el pasado día 3, se prolongará al menos hasta noviembre, según han informado las autoridades sanitarias europeas. De momento, no han trascendido nuevos casos detectados de ideaciones suicidas en ninguna parte del mundo.

Una revisión científica confirma efectos negativos para la salud de los edulcorantes artificiales

En medio de las dudas que ha generado la decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de catalogar oficialmente al aspartamo, uno de los principales endulzantes artificiales presente en cientos de productos bajos en calorías, como “posible carcinógeno” (incluyéndolo en su listado de productos peligrosos para la salud, Grupo 2B), sin haber modificado el nivel de ingesta diaria admisible (el organismo internacional la mantiene en 40 mg/kg de peso corporal/día), los doctores Francisco Gómez Delgado y Pablo Pérez Martínez, miembros de la Sociedad Española de Arteriosclerosis (SEA) y de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), acaban de publicar los resultados de una revisión científica exhaustiva acerca de los efectos para la salud de los edulcorantes artificiales. Y los resultados son preocupantes.

Los médicos excluyen posibles “beneficios que los edulcorantes pueden tener sobre el control del peso”, señalando que “no pueden ser una alternativa a otras medidas nutricionales más saludables” ya que “el consumo de edulcorantes artificiales provoca alteraciones en la regulación de los mecanismos de la sensación de saciedad, además de alteraciones en la microbiota intestinal y un incremento de la secreción de insulina”.

El trabajo, que recopila las evidencias más recientes, analiza cómo el consumo de endulzantes artificiales incide sobre el desarrollo de: obesidad, factores de riesgo cardiometabólicos como la hipertensión, la dislipemia (concentración anormal de lípidos y lipoproteínas en la sangre, por ejemplo, niveles altos de colesterol malo y triglicéridos, y bajos de colesterol bueno, relacionados con infarto de miocardio, angina de pecho e ICTUS) y la diabetes mellitus (trastorno en el que el organismo no produce suficiente cantidad de insulina o no responde normalmente a la misma, lo que provoca que las concentraciones de azúcar, la glucosa, en sangre sean anormalmente elevadas), incluso “eventos cardiovasculares”.

“Existen pruebas suficientes que nos permiten establecer que el consumo de edulcorantes artificiales interfiere de forma negativa en nuestro metabolismo, en especial en el metabolismo de la glucosa, aumentando el riesgo de desarrollar diabetes mellitus tipo 2”, subraya el doctor Gómez Delgado, principal autor del trabajo. El documento constata que el consumo de edulcorantes artificiales incrementa entre un 18% y un 24% el riesgo de desarrollar este tipo de diabetes (y hasta un 44% de desarrollar síndrome metabólico). Hábitos de vida poco saludables, como la falta de ejercicio físico y llevar una mala alimentación (consumir pocos alimentos de origen vegetal o muchos procesados), potencian estos efectos negativos sobre la salud. También lo hace basar la dieta en productos light para controlar el peso, en lugar de una alimentación equilibrada y con alimentos naturales de temporada.

“Necesitamos evidencias más sólidas para tomar un posicionamiento claro sobre el consumo de este tipo de edulcorantes y su efecto perjudicial para la salud. Mientras tanto, lo ideal sería limitar su consumo o incluso evitar añadir edulcorantes artificiales al café o las infusiones”, señala el doctor Pérez Martínez. Ambos investigadores consideran necesario “regular la ingesta” de edulcorantes e instan a las autoridades sanitarias a “adaptar la legislación vigente para minimizar el impacto sobre la salud”.

Para el catedrático en Fisiología Endocrina, Federico Mallo, “es importante entender lo que estamos haciendo con los niños en la cultura de las ‘chuches’ en los cumpleaños o como premio. Les acostumbramos a sabores dulces que no son propios de los productos naturales, luego el cerebro reclama ese impacto de sabor y cuando no lo tiene, recurrimos a endulzar de manera artificial para reproducir el sabor que se espera”. Para el científico esto es una cuestión de salud pública ya que se trata de moléculas mucho más potentes (endulzantes) que el azúcar y cuya satisfacción es más intensa e inmediata. Lo que genera la repetición de hábitos de alimentación poco saludables, también cuando las personas son adultas. “Tenemos que acostumbrarnos a saborear los alimentos como son, sin aditivos ni adornos. Al principio puede parecer raro, pero es cuestión de tiempo valorar y disfrutar todos los matices de un alimento sin ‘tapar’ su esencia natural”, sentencia el experto.

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