Entrevista | Massouda Kohistani Activista afgana, defensora de los Derechos Humanos

“Están observando el genocidio en silencio”

“Si no lucho significa que he aceptado a los terroristas”, afirma en su visita a Vigo

Activista afgana Massouda Kohistani, ayer en Vigo.

Activista afgana Massouda Kohistani, ayer en Vigo. / RICARDO GROBAS

M. González

M. González

Luce una chapa de Rosalía de Castro que le acaban de regalar, y la mirada triste y cansada tras una intensa gira por Galicia. La activista afgana Massouda Kohistani recorre estos días diferentes ciudades gallegas, en una visita organizada por Amnistía Internacional Ga, para dar visibilidad a la difícil situación que viven las mujeres y niñas en Afganistán desde que los talibanes recuperaron el control del país en agosto de 2021.

Kohistani, refugiada en España y miembro de la Unidad de Investigación y Evaluación de Afganistán (una organización independiente para la mejora de la situación social del país su país) y de la Afghan Women’s Network, tiene esperanzas de que en estas visitas “la gente comprenda la situación y haga presión ante el gobierno y, sobre todo, ante las organizaciones internacionales para que apoyen a los grupos que están contra los talibanes, liderados por Ahmad Massoud”.

Un momento de la charla de Massouda, ayer en la Galería Sargadelos.

Un momento de la charla de Massouda, ayer en la Galería Sargadelos. / RICARDO GROBAS

El 15 de agosto de 2021, cuando los talibanes tomaron el control de Kabul tras años de políticas tuteladas por Estados Unidos y las fuerzas aliadas, supone un antes y un después en su país. “Lo perdimos todo y estamos, incluso, por debajo de cero”, dice tajante Kohistani, que alza la voz para que “se haga presión ante la comunidad internacional, la Comisión Europea y los gobiernos, incluso de la zona de Asia, para que no se reconozca el gobierno de los talibanes”.

Precisamente, el pasado 8 de marzo, la activista por los Derechos Humanos se reunió con el Ministerio de Asuntos Exteriores de España: “Ellos enfatizaron que no van a reconocer a los talibanes como gobierno legítimo”.

Ella misma, que en su país compaginaba su carrera profesional en un centro de investigación con su actividad más reivindicativa, publicando artículos en favor de los derechos humanos, está amenazada por el régimen talibán, por lo que formó parte del proceso de evacuación que se produjo los días siguientes a la salida de los americanos del territorio afgano. Desde la distancia, su mayor reivindicación ahora es que “no se visibiliza la lucha contra los talibanes. Nos están observando en silencio. Hay muchos crímenes contra la humanidad, genocidio, crímenes de guerra y nos están observando, pero no están haciendo nada contra ello”, se lamenta.

“Los talibanes no solo están en contra de los derechos de las mujeres, también están en contra del desarrollo, de los derechos humanos, de la educación en general”, enumera. “Ha habido intentos de hablar, de negociar con ellos, para que se reconozcan los derechos más básicos de las mujeres, pero también hay quienes piden que se acepte el gobierno de los talibanes porque sostienen que, al fin y al cabo, esas son sus tradiciones, su cultura... Pero, ¿cómo podemos aceptar una cultura que dice que el papel de la mujer es en casa o bajo tierra? Eso no lo puede aceptar ninguna organización que se diga defensora de los derechos humanos”.

¿Cómo podemos aceptar una cultura que dice que el papel de la mujer es en casa o bajo tierra?

Ante esta situación se hace muy difícil mantener la esperanza. “No se puede hablar con ellos, ni aceptar las negociaciones de paz con un grupo que no defiende los derechos humanos ni los de las mujeres, eso no significa que apoyemos las guerras, las luchas, pero sí que no nos queda otra opción que la lucha”, afirma. “Los talibanes se sienten con fuerza, en cierto modo, porque no hay ningún gobierno ni organización internacional que esté dialogando con Ahmad Massoud, que lo esté apoyando, y les hace sentirse fuertes frente a ese otro grupo. Si, por el contrario, dialogasen con Massoud, eso haría que los talibanes no se sintiesen tan fuertes”, afirma convencida.

Visiblemente emocionada, rememora el día que tuvo que abandonar su país, sin despedirse de su familia, para venirse a España, de la mano de CEPAIM (Fundación sin ánimo de lucro de Acción Integral con Migrantes). “Es muy duro irse de casa sin haber podido decirles adiós. Me sacaron de casa y me tuve que ir casi lo puesto y ha sido muy duro”, dice casi sin poder contener las lágrimas. Aunque no guarda grandes esperanzas de que la situación cambie en un futuro próximo, asegura que “si no lucho significa que he aceptado a los terroristas; mientras siga viva tengo que luchar y protestar”, proclama.

Un gesto valiente que la lleva a alzar la voz en busca de paz para todas las mujeres de su país. “Aquí, en este mundo tan bonito, es posible tener esperanzas, pero cuando ves todo lo que está pasando y no puedes cambiar nada, ¿cómo vas a tener esperanzas?”, dice Kohistani, que busca también la manera de poder “ser independiente” en España. “Ahora no tengo nada”, afirma mientras se cuestiona cómo seguir adelante “si incluso aquí me preguntan si no tengo miedo de que me maten?”.

En Galicia ha mantenido varias visitas institucionales y recuerda emocionada una en especial, a un instituto vigués, donde “habían hecho una pancarta con mi nombre para darme la bienvenida”: “Ha sido una acogida muy cálida y cercana y espero que algo positivo se consiga con estas actividades con Amnistía Internacional”.

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