Asuntos propios

“Si no trabajo, me subo por las paredes”

“En cuanto me quito la nariz y la camiseta, soy otra persona. En el súper soy un señor que hace la compra”

Alfonso Aragón, Fofito.  // J.C.

Alfonso Aragón, Fofito. // J.C.

Núria Navarro

Si necesita una ración doble de nostalgia, encamine sus pasos al parque del Fòrum de Barcelona. Allí se hinchan las lonas de la carpa de Viva el Circo, cuyo reclamo es Alfonso Aragón, Fofito (La Habana, 1949), el único vivo de los cuatro legendarios Payasos de la Tele; el hijo de Fofó, de cuya muerte nunca se ha recuperado del todo. Tras una bajada al infierno, vuelve a desplegar su dulzura y el repertorio de clásicos infantiles, acompañado de su hija Mónica.

–¿No había anunciado que se retiraba?

–Eso lo dijo el director del anterior espectáculo, a ver si la gente venía. Mi propia familia fue la primera en llamarme: “¡No te puedes ir!”. Luego mis amigos de América: “¡Ni se te ocurra!”. Y aquí estoy.

–¿Convencido?

–Cuando no trabajo, me subo por las paredes. Me desespero.

–¿Nada le entretiene?

–Me gusta pintar al óleo y me desahogo tocando la concertina y el saxofón, pero yo quiero salir a la pista, o en la tele.

–¿Tanto da el espectáculo?

–Da muchas alegrías. Todavía hoy, después de más de 60 años de carrera, antes de gritar el “cómo están ustedes” estoy nerviosillo.

–¿Ser el último del ‘rat pack’ original resulta abrumador?

–Cuando me maquillo, los siento a mi lado. Y cada vez que me presento ante el público, digo: “Va por ti papá”. Aún le lloro.

–Más de 45 años después.

–Su muerte –yo tenía 26 años– fue muy rápida. Durante meses no levantamos cabeza. Era mi maestro en la comedia y mi mejor amigo. Siempre me dijo que había dos caminos en la vida: el bueno y el malo.

–¿Cuál ha sido la receta para sobrevivir en tres generaciones?

–Insistir en las canciones. Nos ganamos al público con La gallina turuleca, Hola don Pepito, Susanita... Y luego los cómicos de otros países nos orientaban sobre lo que les gustaba a los niños.

–¿No está harto de que le asocien siempre a lo mismo?

–No, no. Los Aragón siempre dejamos margen a la improvisación.

–Dicen que trabajar con la familia es recomendable.

–Bueno, cuando discutes con un compañero, lo puedes echar o te marchas. Con la familia, sigues trabajando.

–¿Discutían Gabi, Fofó, Miliki y Fofito?

–Los cuatro hemos estado muy pero que muy enfadados –siempre por cosas de trabajo– segundos antes de salir a actuar, y nadie lo notaba. Pero, por muy grande que fuera la bronca, antes de irse a casa siempre decíamos “hasta mañana” y nos dábamos un beso.

–¿Es muy distinto del chaval que empezó en esto?

–No. A los 11 años, en Chicago, representé mi propio espectáculo de colegio en colegio. Mi padre me pescó y me dijo: “¿A dónde vas tú los viernes que no asistes a la escuela?”. “A trabajar”, respondí. “Termina tus estudios y entras como cuarto miembro de la banda”. Hice con ellos casi todo Estados Unidos, vestido de frac, a mediados de los 60.

–¿Allí conoció a Frank Sinatra?

–Fue en Puerto Rico. Le enseñé el canal Telemundo y años más tarde nos reencontramos en Argentina. “¡Fofridou!”, me reconoció y me dio un abrazo.

–Una vez dijo que una cosa era Fofito y otra, Alfonso Aragón.

–En cuanto me quito la nariz y la camiseta, soy otra persona. En el súper soy un señor que hace la compra, no hago malabares con las naranjas. Aunque cuando discuto con mi mujer, me da la espalda, porque le suelto una tontería y la hago reír mucho.

–Hubo un tiempo en que no tenía ganas de hacer reír a nadie.

–Le pasa a muchos artistas. El público suele olvidar, pero cuando hice el anuncio de Campofrío, me llamaron de todas partes. Lo bueno de Fofito es que tiene baúles llenos de guiones. Me costó mucho superar el bache, pero con la ayuda de mi madre –en paz descanse– y mis hijas lo pude superar. Ahora soy feliz. La familia sigue unida.

–¿Se reúnen los Aragón por Navidad?

–¡No cabemos! El año pasado se juntaron solo los sobrinos y eran 39. Nos felicitamos por teléfono.

–Pues a cantar sus canciones a los nietos.

–A la pequeña le dije “vamos a cantar Susanita”, respondió “no quero” y se arrancó por María de O. El mayor, por su parte, cuando en el cole le ponían canciones de los payasos decía “otra vez el abuelo” y la maestra, mosqueada, se lo contó a mi hija. “Es que es verdad”. También por ellos sigo trabajando. Para dejarles en mejor situación económica.