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Los paradigmas del alzhéimer y la depresión, en entredicho

Una revisión científica cuestiona que la depresión tenga origen en un desequilibrio químico en el cerebro, y otra investigación halla que la atribución del alzhéimer a placas cerebrales fue manipulada

Un investigador sostiene un cerebro en un laboratorio de neuropatología. Guillermo Sanz

La ciencia se cuestiona a sí misma constantemente, y por ello paradigmas que se creían inamovibles pueden caer. Es el caso de lo ocurrido estos días con la depresión y el alzhéimer, cuyos desencadenantes se han puesto en duda por trabajos publicados en dos de las más importantes revistas científicas, “Nature” y Science”. En cuanto a la depresión, una amplia revisión científica cuestiona que tenga su origen en un desequilibrio químico en el cerebro. Sobre el alzhéimer, otra investigación sostiene que su atribución a las placas de proteína beta amiloide, realizada en un estudio clave publicado en 2006, fue manipulada.

El paradigma sobre la depresión que se tambalea es el más antiguo, de tres décadas. Durante ese tiempo, “la gente ha estado inundada de información que sugiere que la depresión es causada por un ‘desequilibrio químico’ en el cerebro”, escriben en “The Conversation” dos de los autores de la revisión sistemática publicada en “Nature”. Los investigadores en psiquiatría Joanna Moncrieff y Mark Horowitz, del University College London, se refieren al desequilibrio en una sustancia química, la serotonina, un neurotransmisor presente en el cerebro. Estos científicos recuerdan que la teoría de la depresión vinculada al déficit de serotonina comenzó a ser ampliamente promovida por la industria farmacéutica en la década de 1990, en asociación con sus esfuerzos por comercializar una nueva gama de antidepresivos, conocidos como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS). La idea también fue respaldada por instituciones oficiales como la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.

Estos autores reconocen que los ISRS aumentan temporalmente la disponibilidad de serotonina en el cerebro, pero que esto no implica necesariamente que la depresión sea causada por el efecto contrario. Dicho con un ejemplo: el paracetamol alivia el dolor de cabeza, pero eso no significa que el dolor de cabeza sea causado por una falta de paracetamol en el cerebro.

Moncrieff y Horowitz sostienen que los efectos de los antidepresivos se pueden explicar de otras formas. “Los ensayos de medicamentos muestran que los antidepresivos apenas se distinguen de un placebo cuando se trata de tratar la depresión. Además, los antidepresivos parecen tener un efecto generalizado de adormecimiento de las emociones que puede influir en el estado de ánimo de las personas, aunque no sabemos cómo se produce este efecto”, explican.

Los autores aducen que su investigación es la primera revisión exhaustiva y sistemática sobre la serotonina y la depresión, al combinar todas las áreas de investigación en esta materia. El estudio concluye que la relación entre la serotonina y la depresión no está respaldada por evidencia científica, y pone en duda la base para el uso de antidepresivos, que en Inglaterra ya se recetan a uno de cada seis adultos. En cualquier caso, los científicos remarcan que no se debe dejar de tomar antidepresivos sin consultar antes con el médico.

Esta revisión en “Nature” pondría también en entredicho los fármacos a base de triptófano que se anuncian como potenciadores del buen estado de ánimo. El triptófano es el aminoácido a partir del cual se sintetiza la serotonina.

El otro artículo que hace temblar las bases de otra enfermedad de enorme prevalencia apareció en “Science” el 21 de julio. Cuestiona el estudio clave sobre el alzhéimer, publicado en “Nature” en 2006. La propia revista “Nature” ha señalado que investiga estas alegaciones, y publicará una nueva respuesta editorial. El trabajo ahora cuestionado, cuyo primer autor es el neurocientífico Sylvain Lesné, de la Universidad de Minnesota (Estados Unidos), apuntalaba la teoría de que un tipo de proteína beta amiloide forma placas en el cerebro. Lesné y sus colegas lo comprobaron –o eso dijeron– en ratas. Es uno de los estudios más importantes sobre alzhéimer, con más de 2.300 citaciones, y constituyó la base de decenas de investigaciones.

El artículo clave sobre alzhéimer en “Nature” incluía imágenes alteradas

“Science” realizó una investigación de expertos durante 6 meses que halló problemas en cientos de imágenes, más de 70 en los trabajos de Lesné. Algunos parecen ejemplos “sorprendentemente flagrantes” de manipulación, según Donna Wilcock, experta en alzhéimer de la Universidad de Kentucky (EE UU). Los autores “parecían haber compuesto figuras juntando partes de fotos de diferentes experimentos –añade en “Science” Elisabeth Bik, bióloga molecular y reconocida consultora forense de imágenes–. Los resultados experimentales obtenidos podrían no haber sido los resultados deseados, y esos datos podrían haberse cambiado para ajustarse mejor a una hipótesis”.

Estas conclusiones encajan con las investigaciones del neurocientífico Matthew Schrag, que cuestionó la polémica aprobación en Estados Unidos del Simufilam, un fármaco contra el alzhéimer que contrarresta la formación de placas de beta-amiloide. Schrag identificó imágenes aparentemente alteradas o duplicadas en docenas de artículos de revistas.

Ahora algunos expertos en alzhéimer, como el premio Nobel Thomas Südhof, creen que los estudios de Sylvain Lesné han podido llevar por un camino equivocado la investigación sobre la enfermedad durante 16 años.

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