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Adiós a una innovadora de la educación

Galicia queda huérfana con la muerte de Antía Cal

La pedagoga fallece a punto de cumplir 99 años | Fue feminista con el ejemplo y pionera en Galicia: creó en 1961 el Colegio Rosalía de Castro, laico, mixto y bilingüe

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Antía Cal, ante el colegio que creó en 1961 Natalia Álvarez

El próximo día 18 de abril habría cumplido 99 años pero el corazón de Antía Cal, “Tita”, se paró ayer y con él se detuvo una lucha por mejorar la educación desde la igualdad, el laicismo y la apertura. Cal fue la creadora del Colegio Rosalía de Castro, en Vigo, abanderado del bilingüismo desde el año 1961 cuando dar clases en español e inglés era algo de otra galaxia. Su eco prosigue hasta hoy, ya que la Asociación Escola Rosalía de Castro en dicho centro es una de las sedes en la comunidad para las pruebas de nivel de inglés de Cambridge.

Viguesa distinguida, premios Trasalba, Otero Pedrayo, Mulleres en Acción de la Mostra de Teatro de Cangas (Premio Mulleres en Acción), Cal –cuyo velatorio se realiza en el Vigomemorial, sala cuatro; y cuyo funeral será hoy a las 19.00 horas en la Igrexa dos Apóstolos en Vigo–, defendió siempre la importancia de la lengua gallega incluso en aquellos años de la dictadura franquista donde ampararla o usarla en determinados contextos podía saldarse con la cárcel o multa.

Su cuerpo se vela desde ayer en la sala 4 del tanatorio José Lores

Para entender la labor de esta pedagoga y su importancia en la historia contemporánea gallega, hay que recordar que el Colegio Rosalía en los años 60 del pasado siglo se daba una visión de Galicia y del idioma gallego que no se encontraba en otros centros del país.

Aunque no se impartían clases en gallego –por estar prohibidas– se intentaba despertar el interés por Galicia y su gente a través de aulas llamadas mariñeiros, labregos, Castelao o Alexandre Bóveda, estos dos últimos, nombres propios que provocaban urticaria en la jerarquía franquista. Además, tanto Antía, como sus hijos y su marido, Antón Beiras, hablaban ante el alumnado en gallego.

Este idioma era empleado fuera del currículo escolar pero de manera sistemática, lo que supuso para muchos estudiantes su primer contacto con la lengua de Castelao, ya que en sus casas no se empleaba.

Antía, rodeada de escolares en 2012. MARTA G. BREA

Para los coetáneos, esto era “revolucionario” como también lo era impartir la mitad de las clases en español y la otra mitad en inglés, un idioma que a principios de los 60 comenzaba a estar de moda entre las clases pudientes de la ciudad que deseaban educar a sus hijos en la lengua de Shakespeare.

Antía Cal fue también un ejemplo de feminismo. Se hizo empresaria en aquellos años y en un país donde las mujeres debían pedir permiso a sus maridos para salir del país o incluso para tener una cuenta corriente (no la podía n abrir por sí mismas).

Fue una de las primeras empresarias de la educación en la Comunidad

Comprender cómo llegó hasta ahí precisa de conocer su periplo vital desde niña. Este arrancaba en el año 1923 con su nacimiento en La Habana, Cuba, en una familia de emigrantes gallegos. Su padre tenía una casa de empeños.

A los nueve años, se subió la pequeña Antía a un trasantlántico con su madre y hermanos rumbo a Galicia, con escala en Nueva York, quedando su padre en la isla.

“No olvido cuando el barco de pasaje entró por las Cíes a la ría de Vigo.’¡Maravilloso!’, pensé sin saber que mi destino estaría unido a ese paisaje marino”, comentaría en una entrevista con Fernando Franco en FARO DE VIGO.

Con su marido, Antón, y dos de sus hijos.

Allí, viviría con su madre y hermanos en una casa con mesón y correos hasta que se mudaron a A Coruña para una mejor formación de los niños. Antía Cal, en plena República, pudo estudiar en una escuela liberal. Esos años y los inmediatamente posteriores la marcaron.

Discriminada por ser mujer

Aunque no tuvo problemas para estudiar el Bachillerato en Compostela, sí tuvo dificultades para acceder a la educación superior por ser mujer. “Fue la primera vez que sentí discriminación”, confesaba al periódico decano.

Sus hermanos no tuvieron que pedir permiso paterno para estudiar una carrera, ella sí y tuvo que esperar a recibirlo. Finalmente, convenció a su progenitor para estudiar Comercio y Magisterio finalizándolos en 1941 para inmediatamente empezar Geografía (en Filosofía y Letras).

Cal, en una imagen de 1950.

En Compostela conocería al que sería su marido, con el que casaría en junio de 1947, un joven estudiante de Medicina llamado Antón Beiras, tío de Xosé Manuel Beiras Torrado. Y aquí nuevamente se refleja su carácter independiente y su orgullo en el buen sentido. “Cuando Antón me pidió matrimonio por primera vez le dije que no me casaría hasta tener independencia económica”, rememoraba en una entrevista. De su cabeza, intentaba apartar la visión de su madre pendiente siempre del dinero que enviaba su padre desde Cuba.

No fue fácil adentrarse en el mercado laboral: trabajos sin remuneración o muy mal pagados eran los que le ofrecían por lo que finalmente, tras contraer nupcias optó por cuidar a cuatro hijos en sus primeros años: Hixinio, Antía, Antón y Beatriz.

Si sus hijos fueron un revulsivo, remitieron a Hixinio a estudiar a Reino Unido, también lo fue el viaje con Antón por Europa donde conoció a pedagogas de la Unesco y otras eminencias de la docencia. Fue esa la chispa para empezar a pensar en crear un centro educativo en Vigo, donde ya estaba asentada la familia, donde hubiese una formación de calidad con gran protagonismo del inglés.

“Me lancé a la aventura y asumí el reto de fundar una escuela nueva”, comentaría años después para admitir también que “te sentías sola en aquel desierto cultural, intelectual y político del franquismo”. Para comprender esta frase, hay que recalcar que se trataba de una escuela laica, mixta y bilingüe en unos tiempos en los que niños y niñas estaban segregados por clases en el resto de colegios donde gran parte de la formación giraba alrededor de la religión.

Con un grupo de amigos, incluido Neira Vilas, en 1987.

Las primeras clases del Colegio Rosalía de Castro se impartieron en un edificio de la calle Pizarro, muy cerca de Plaza de España; para después pasar a Gran Vía (donde adquirió los terrenos con un préstamo de su padre) y, por último, a Bembrive, donde prosigue la escuela en nuestros días.

Desde el inicio, abrió el colegio a las clases de niños desde los tres años de edad y desde siempre el respeto por los pequeños fue el credo impulsada por la renovación pedagógica de las Escuelas de Verano de Rosa Sensat, con las que entró en contacto en Barcelona.

Sin duda, el peor lance de Cal sería el fallecimiento de su marido. Antón fallecería en 1968 de cáncer. Su sepelio fue la primera homilía prounciada en gallego tras la Guerra Civil. Hay que recalcar que él ejerció una gran influencia en Cal a la hora de despertarle el interés por hablar en gallego y preocuparse por las cuestiones de Galicia.

Además de las entrevistas, dos fuentes fundamentales para conocerla son su autobiografía “Este camiño que fixemos xuntos: memorias” (Galaxia) y el documental “A palabra xusta”, dirigido por Miguel Piñeiro.

En dicho documental, vemos a Antía Cal volviendo a la casa de Muras, donde pasó gran parte de su infancia. “Recordo a unha muller cun compromiso total coa pedagoxía e a lingua”, recordaba ayer el realizador a FARO.

“Inda que ela tiña presente a paisaxe de Muras, aseguraba que todo o que fixera só se puido facer en Vigo. Parecíalle que era a cidade idónea”

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“Inda que ela tiña presente a paisaxe de Muras, aseguraba que todo o que fixera só se puido facer en Vigo. Parecíalle que era a cidade idónea”, señala Piñeiro quien recalca el trato afable y didáctico que siempre tenía la profesora.

“Cando fixen o documental con ela xa tiña 92 anos e era todo emoción”, explica el director de la película en la que ella reconocía cierta culpa por no dedicar más tiempo a sus hijos al haberse entregado a la pedagogía y su proyecto en Rosalía de Castro. “Si, tiña certa culpabilidade porque foran seus pais os que tiveran que educar seus fillos”, añadió.

Con Alonso Montero (2i), Ferrín (1d) y Freixanes (1i). Grobas

En cuanto al mal trago de su marcha del Rosalía de Castro, Piñeiro reconoce que tenía cierta “amargura” por ese episodio, por un proceso con el que no estuvo de acuerdo y que le infundía el temor de que su proyecto pedagógico quedara truncado. “Era un tema complicado de tocar”, recordó.

Por último, Piñeiro ofrece una reflexión: “O que sempre me chamou a atención de Tita é como podes chegar aos máis de 90 anos sen participar nun consello de educación deste país, observatorio, consello... no que puidera aportar a súa experiencia. Estabas ante unha muller moi grande e empresaria da educación, non era unha figura diminuta”.

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