Las dos estampas principales de Reyes de 2021 se deben al COVID: las cabalgatas estáticas para niños y las largas colas con frío polar a las puertas de muchas confiterías del país para hacerse con un roscón.
Las previsiones a priori estimaban una bajada en las ventas de un 10% respecto al pasado año cuando se comecializaron 30 millones de roscones, según los datos de la Asociación Española de la Industria de panadería, Bollería y Pastelería (Asemac) recogidos por EFE.
La organización auguraba una caída basándose, principalmente, en la disminución de ventas para hostelería, restauración y cafeterías, con muchos de estos establecimientos a medios gas o incluso cerrados por las limitaciones sanitarias de la pandemia.
Sin embargo, Asemac sí esperaba que en los supermercados se sostuviese la demanda sin saber muy bien qué acontecería con los obradores tradicionales.
Responsables de firmas como Kopena Camos (Nigrán) y El Molino (Vigo) han explicado que, hasta ayer, las reservas presentaban un ritmo similar al de los pasados Reyes o que incluso podían ser superiores.
En el caso de El Molino, la única pega de la campaña actual reside en el roscón de venta directa para gente sin reservas y de paso. Es decir, las ventas que realizaban a gente que pasaba por la calle y que se animaba a comprar en su visita a Vigo para disfrutar del alumbrado de Navidad.
En El Molino, prácticamente todo el equipo es femenino y supera las diez personas, empleadas al máximo en la ‘misión roscón’ donde hay un ingrediente estrella: la manteca de vaca que tratan de forma especial para otorgarle a su postre un “sabor más intenso” y característico.
“Tiene que saber diferente. Por algo, tienen fama nuestros roscones”, subraya Dolores Fernández, propietaria de El Molino, quien a veces incuso hornea ella misma los roscones como ayuda a su equipo de trabajadoras que califica de “muy bueno”.
Pero secretos culinarios a parte, para Dolores Fernández lo primordial es la “vocación” con la que realizan todas el trabajo. “Lo hacemos con muchos cariño, como es lógico”, recalca al tiempo que agradece la “fidelidad” de la clientela en estos tiempos COVID que ayer, por ejemplo, no dudó en hacer cola ante establecimientos como el de Urzáiz –donde tienen el obrador– para hacerse con un roscón.
Las colas, con ajetreo continuo, también se registraron en los establecimientos de Copena en Val Miñor donde tuvieron que ampliar personal para atender al público en estas fechas.
El suyo es el ejemplo perfecto de “explosión” de trabajo. “En un fin de semana normal, ahora en la pandemia, podemos tener cuatro o cinco encargos de roscones; pero en Reyes puedes tener unos 400 como mínimo”, detalla.
“Ahora se vende tanto el día 5 como el 6”, señala para aclarar que la locura por el roscón de Reyes es reciente. “Antes, teníamos mucha demanda en Semana Santa y menos en Reyes; pero en los últimos cinco años, ha habido un incremento muy grande, incluso compitiendo contra las ventas en Pascua”, explica Fonsi Valverde, copropietario de Copena.
Para dar salida a tanta cantidad, ayer comenzaron a amasar a las cuatro de la mañana “y no paramos hasta que cerremos a las ocho de la tarde, cuando en un día normal empezarías a amasar el roscón a las 6.30 o 7.00 horas. El día de Reyes (hoy) volveremos a madrugar muchísimo, trabajar duramente (arreo) hasta que cerremos. Son días señalados que hay que aprovechar”, concluye.
Copena, una saga ligada a la historia gallega del roscón
Hablar de la historia gallega del roscón es imposible sin citar la leyenda de Copena. Uno de los propietarios actuales rememora cómo empezó su abuela con este postre. Nacida en 1904 fundó la panadería sobre el año 1930, llegando la tradición del roscón más tarde. "Me contaron que mi abuela en los 50 hacía masas de pan a las que añadía huevo, azúcar y mantequilla. Era un roscón que no tenía nada que ver con el de ahora. La receta actual no cambió nada desde que se elabora el roscón como tal, a partir de los años sesenta y pico. Es una tradición familiar. Si el roscón tiene éxito es porque la fórmula va bien”, añade Valverde.