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A partir de una edad, como mejor se está es solo

El coronavirus, asesino de ancianos, deja en cuestión las residencias, en las que se han producido casi 16.000 muertes

María Antonia Goás. // Irma Collín

Del coronavirus se sabe poco, pero sí que es un asesino de masas entre ancianos. Todas las medidas en el mundo han ido a proteger a los mayores. En los países donde menos se ha intervenido, la recomendación es que los abuelos se queden en casa y las principales medidas han ido a asegurar que no precisen salir para nada.

España es país para viejos. La esperanza de vida es de 83,5 años. Un español vive tres años más que un alemán y dos más que un inglés, por decir dos países de los que importamos mayores. Esos 83,5 años son una media de una brecha de género de la que se habla menos: la esperanza de vida de una española son 86 años. La del varón, 80,4.

Aparentemente, nuestros ancianos toman el aire más que otros. No se ven en las ciudades europeas tantos ancianos motorizados o acompañados buscando el sol.

Para los mayores ha sido muy importante en qué convivencia se encontraban al comienzo de la pandemia. En la familiar, los niños asintomáticos se han vuelto el enemigo principal de los abuelos. En las residencias geriátricas han muerto 15.988 ancianos con Covid-19 o síntomas compatibles con la enfermedad. De un total de 23.822 muertos contabilizados el martes.

La Fiscalía investiga penalmente 86 residencias de ancianos con brotes de coronavirus, en la mayoría de los casos por denuncias de familiares y trabajadores de los centros. 40 en Madrid, 20 en Cataluña.

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Las residencias de ancianos saldrán de esta crisis con un escrutinio que no se ha hecho hasta ahora. Las hay públicas, con las que el Estado atiende una necesidad social; privadas, con las que el mercado responde a una demanda; concertadas, en las que el Estado ayuda a esa oferta privada y a esa demanda social; las hay de ONG sin ánimo de lucro, y las hay de fondos buitre sin más ánimo que el lucro rápido.

Infolibre publicó un informe sobre los geriátricos en España: 395 están en manos de seis empresas, dos de ellas de fondos en territorios fiscales opacos; entre las otras hay multimillonarios, el capital francés controla el sector en el que es imposible conocer a los principales dueños porque los que les dan forma societaria son fondos buitre. Hay mucho dinero en el negocio de cuidar ancianos y capitales que buscan grandes y rápidos beneficios.

La mejor situación para un anciano en el coronavirus es, aparentemente, la menos deseada desde la mentalidad más tradicional: solo. Como viven las personas de manera cultural en los países del Norte, donde la incidencia del coronavirus ha sido más baja.

María Antonia Goás (Vicedo, Lugo, 1936) solo tiene una nieta, Sara, de 16 años, pero en su carrera de actriz aficionada desde hace 23 años ha sido durante cinco campañas "la abuela de la fabada" de una conocida marca de conservas y la abuela de "Los árboles mueren de pie", de Alejandro Casona, que dirigió Andrés Presumido (Oviedo, 1959. Enfermo y recuperado de coronavirus).

María Antonia, que vive en Asturias desde hace 65 años, ha sido maestra, licenciada en Historia y funcionaria de la Seguridad Social. Es independiente y ha sido perseguida por la necesidad de serlo desde muy joven. Su padre murió de cáncer de pulmón cuando ella tenía 18 años y su marido también falleció joven, de leucemia. A la presencia de su padre debe el plan profesional que marcó su vida. A la ausencia de su marido debe, entre otras cosas, la crianza de un hijo, Cándido Blanco, en soledad y sin permitirse dramas y el carné de conducir para que el chiquillo siguiera yendo a pescar, como hacía con su padre.

-Tengo 83 años, epoc (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) de fumadora pasiva, algo de catarro, los huesos fastidiados por la cortisona, pero tengo un hijo, una nuera y una nieta. Mi nuera me manda los pedidos de comida. Mi nieta me da ánimos por videoconferencia. Mi hijo me preocupa porque está trasplantado de hígado desde junio pasado, lo que le convierte en paciente de riesgo, pero su casa es mi alegría.

Se aplica la enseñanza de un parlamento de su personaje en la obra de Casona: "Cuando se llega a esta edad ya no hay más felicidad posible que contemplar la felicidad de los otros".

La vida le ha cambiado porque es muy activa, no solo para el teatro, pero...

-Lo primero que me dijeron fue: "No te muevas". Tenía una chica que me venía un día a la semana y ahora tengo que hacer yo su tarea. Camino por el pasillo. Otras veces hago una variación a la terraza. A las 8 salgo a aplaudir. Lo que más agradezco es que el repartidor me sigue trayendo el periódico bien temprano.

Para María Antonia Goás lo que hay detrás del coronavirus no es tan nuevo.

-Desde que nací es la tercera vez que espero una vacuna. Mi abuela tuvo 19 hijos, de los que sobrevivieron 13. Mi padre perdió por la tuberculosis una hermana y dos primas adolescentes. En una epidemia de polio en O Ferrol en los años cincuenta murió mi hermano José Luis y mi primo Rodolfo, los dos con 11 años y cuatro días de diferencia. No me olvido de la vacuna del sida, pero me cogió con otra edad. Mi preocupación ahora es ver cómo quedamos después del coronavirus.

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