El paisaje costero de Túnez guarda infinidad de similitudes con el del Mediterráneo español. Por su seguridad fue considerado como el Magreb para todos los públicos, como el país árabe más seguro y abierto al turismo internacional, con una cifra máxima de 146.000 visitantes españoles en 2006. Pero la primavera árabe primero y el terrorismo yihadista después están acabando con esa imagen de oasis de tranquilidad y exotismo, están minando con sangre y muertos al país atractivo y seguro que exhibe a los visitantes los encantos de la capital, sus mercados, museos y mezquitas; los arenales de Hammamet; el patrimonio de las ruinas de la romana Cartago o espacios tan pintorescos y especiales como la localidad de Sidi Bou Said, con sus casas de color blanco y ventanales azules.

Tras alcanzar su máximo en 2006, el número de turistas españoles empezó a descender en 2011 como consecuencia de la inestable situación política y por la caída de la seguridad en todo el país. En 2012 la cifra de turistas nacionales se incrementó considerablemente (casi un 66% comparado con el año precedente), situándose en 30.850 visitantes frente a 18.600 de 2011. Durante 2013 los turistas españoles en Túnez fueron 24.601, un 20,1% menos que en 2012.

Libios y argelinos representaron dos tercios de los visitantes el año pasado, pero Túnez, el país más pequeño del Magreb, sigue dependiendo en gran medida de los clientes de Francia, Alemania, Inglaterra, España e Italia, que difícilmente optarán por pasar sus vacaciones en el país este año después de los atentados de ayer, que sitúan la zona y los intereses de su industria turística en el punto de mira del terror yihadista.

Con la huida a Arabia Saudí del presidente Ben Alí en enero de 2011, que controlaba el país con un sistema autoritario disfrazado de democracia, Túnez, como Egipto, se convirtió de la noche a la mañana en un laboratorio de la joven democracia árabe y en una zona en permanente situación de inestabilidad por la división de su nueva asamblea y una polarización entre laicos e islamistas sembrada de odio y atentados.

En este caldo de cultivo explosivo de permanente crisis y fuga de inversores, los terroristas del Estado Islámico asesinaron el pasado 18 de marzo en el Museo del Bardo a 19 turistas extranjeros y tres tunecinos.

El ataque de hace tres meses se produjo cuando descendían del autobús para entrar en el complejo. Algunos visitantes, entre ellos ocho mexicanos, cuatro argentinos, cuatro españoles, cuatro colombianos y otros brasileños, franceses, alemanes, polacos y australianos y japoneses lograron refugiarse a la desesperada en el museo y salvar la vida en un asedio que duró tres largas horas.

Y que, además de la enorme tragedia de las víctimas de la barbarie, acabó con Túnez como escala de cruceristas internacionales, pues las principales compañías decidieron a partir de esos acontecimientos sustituir esa escala, con las consiguientes consecuencias económicas. Donde no hay seguridad no hay turismo.

Antes de los atentados, pero incluso tras la primavera árabe, los intercambios comerciales entre España y Túnez vivieron un significativo incremento, aunque pequeño en volumen, siendo Cataluña el primer socio. España fue en el 2013 el sexto proveedor con una cuota de mercado del 4,6% y el quinto cliente, con el 4,7% de cuota.

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