Manuel Vicent cierra la trilogía sobre la sociedad ibérica reciente que abrió Aguirre, con el magnífico "Desfile de ciervos". La sábana que cubre el retrato de la familia real se retira veinte años después y aquellos cuerpos impactan contra una realidad podrida.

-¿Por qué el irreal retrato real de Antonio López como pretexto?

-Es irreal porque todas las pinturas las completa el espectador. Aquí funciona la antítesis del mito de Dorian Gray: se quita la sábana después de 20 años y aparecen unas figuras incólumes, mientras fuera del cuadro todo se ha corrompido. Es el espectador el que incorpora al retrato todo lo sucedido en este país en 20 años.

-¿La ficción por la ficción ya no le interesa?

-Todo es ficción. La realidad funciona en literatura cuando se convierte en verosímil, que tiene más fuerza que lo real, porque participa la imaginación del lector. Inventarse historias, por mucha imaginación que le pongas, no puede competir con el telediario.

-¿Por qué se acabó la indulgencia con Juan Carlos I?

-Cuando el rey salió a pedir perdón, en ese momento dejó de serlo, porque un rey no pide perdón. Si lo haces, te conviertes en prójimo. Tal vez conmovió a la opinión pública, porque la abdicación se produjo en ese momento.

-Cuando ya la sociedad española había dejado de mirar hacia otro lado, ¿no?

-Se daba ya por un rey amortizado. La degradación moral de la política coincide con la decadencia física del rey y son casi metafóricas, intercambiables.

-¿Sin el caso Urdangarín el deterioro hubiera llegado igual?

-Urdangarín es una pieza más en la decadencia: cuando la corrupción golpea las escalinatas reales.

-¿Hay un hilo que une esta novela y las dedicadas por Rafael Chirbes a la corrupción?

-Sí, pero yo escribo más ligero, me lo tomo con un poco más de humor. El fondo es el mismo: la corrupción y los mafiosos del Mediterráneo, que me los conozco muy de cerca. No son patéticos. Esa seriedad de Pepe Sancho en la serie, tan de Marlon Brando, no es valenciana. Los valencianos te invitan a gambas y te cuentan chistes verdes antes de matarte o robarte.

-Sánchez Ferlosio dice que la profundidad es un invento?

-Pues lo difícil es escribir a flor de piel, que se vean las cosas claras.

-Usted dice que la república es una categoría de la mente. ¿Irrealizable, por tanto?

-La nuestra, lo que sucedió y no hemos conocido, que ha quedado como un sueño que acabó en tragedia, pero que fue una inspiración de belleza, educación e igualdad? Ese afán de una política limpia ha quedado en suspensión, como un parque natural preservado, aunque en la realidad fue más patético.

-Si la monarquía es un anacronismo y la Transición ya pasó, ¿por qué pervive en España?

-Porque hay una inercia histórica a que las cosas han de estar muy mal para que se caigan. Y si la monarquía es pragmática y no entorpece la aspiraciones de libertad, igualdad y todo lo que supone una república, bien está, porque es más cómoda, aunque sea irracional. En el caso de Juan Carlos I funcionó y en este puede funcionar también como algo que nos evite un jefe de Estado del PP y un jefe de Gobierno de Podemos. Imagine ese galimatías.

-¿Votar aún le emociona?

-Cada vez menos. Aunque ahora el tablero es distinto: como si alguien hubiera tirado las fichas. Puede salir un damero maldito.

-¿Lo nuevo brilla demasiado en ese tablero?

-Lo nuevo es interesante. Lo que sucede es un cambio de generaciones. En mayo del 68 era una juventud que no quería vivir como sus padres; en 1982, más allá de los socialistas, era la llegada de una juventud que quería cambiar las formas de vida. Ahora, vivimos la presencia de una juventud que quiere votar a sus líderes e imponer sus formas de enfrentarse a la política y la vida, más allá de los partidos. Más que un cambio político, es un cambio social.

-Son días de luto. ¿Grass compendia las contradicciones del intelectual del siglo XX?

-Totalmente. Galeano era significativo por estar al lado de los que sufren la historia. Grass estuvo en un momento con quienes la hacen, aunque luego lo reveló, quizá antes de que otros lo descubrieran o por conciencia. En todo caso, todo lo que suceda antes de los 18 años de un ser humano tiene perdón. El alma humana tiene muchas capas y, ¿sabe?, el oficio de juzgar es muy desagradable.