Este año que será parco en visitas sinfónicas bien podemos agradecer la presencia de la Filarmonía de Galicia, en Vigo. Parece que entre la venta de abonos, el día (el viernes parece que llama más a salir) y el nombre propio de la pianista, el público de la clásica respondió y presentó un García Barbón bien colmado.

La orquesta interpretó para la ocasión obras de los compositores Béla Bartók, Dmitri Shostakovich y Franz Schubert. La batuta la llevó el principal director invitado de la RFG, el maestro alemán Christoph König, que ha visitado ya varias veces nuestra ciudad y su solvencia, evidentemente, está ya corroborada. Köning es además director titular de la Orquestra Sinfónica do Porto-Casa da Música, y director titular y musical da Orquestra de Solistas Europeos de Luxemburgo.

Un currículum que lo avala, tanto como sus direcciones para la orquesta santiaguesa.

El concierto comenzó con las "Danzas populares romanesas" del húngaro Béla Bartók (1881-1945). Bartók es un destacado tradicionalista: en 1909 comenzó a recorrer en compañía de su amigo Zoltan Kodály poblaciones de Hungría y Rumanía para compilar y preservar su música tradicional.

Una labor de estudio que empapó sus propias intenciones como compositor. Esta labor de preservación y recopilación de canciones tradicionales es de valor incalculable. Como quien dice, un viaje de la tradición y sus sonidos ancestrales, hasta la orquesta contemporánea. Eso es lo que se desplegó en el García Barbón con esta danza romanesa, una breve pieza que arregló para orquestra. La miniatura sonó grácil en la Real Filharmonía.

A continuación la orquesta interpretó el Concerto para piano nº 2 de Dmitri Shostakovich (1906-1975).

Para el solo de piano contó la Filharmonía con el concurso de Anna Vinnitskaya, concertista desde los ocho años, hoy cimenta su currículo con numerosos premios internacionales. Su piano equidista del edulcoramiento y la dureza, es muy melódico y cantabile, y al tiempo contenido pero expresivo. Bellísimo el andante central. La pianista desató por su interpretación aplausos encendidos (y un bis).

Para terminar triunfó la Sinfonía nº 5 de Schubert (1797-1828), plena de romanticismo, una de las cumbres del compositor alemán. Obra ideal para la Filharmonía, pues como sinfonía, requiere una orquesta más reducida (sin clarinetes, timbales y trompetas), algo para lo que se adecúa perfectamente la Real Filharmonía santiaguesa, abierta al matiz y la riqueza pero también al detalle nimio. La obra, clara, sencilla, luminosa y de poderoso aliento melódico, es una belleza mozartiana que lució en manos del director alemán.Nuevamente la RFG (y Köning a la batuta) supieron cumplir las expectativas en Vigo.