-¿Hasta qué punto la obesidad es una epidemia en el mundo, no solo en los países desarrollados?

-Los países ricos tenían problemas de exceso y los pobres, de deficiencias. Eso fue cierto en la mitad del siglo pasado pero a partir de los años 50, con los grandes avances tecnológicos y los programas multinacionales de ayuda, se empezó a aumentar la ingesta calórica en países pobres, no siempre con alimentos de alto valor nutricional.

-¿Cuáles son las causas de esta expansión mundial?

-La globalización de la producción de alimentos. A principios de los años 90, los nuevos alimentos, los procesados, industrializados, alimentos que llamamos chatarras, se distribuyeron masiva y mundialmente, con independencia del nivel socioeconómico y de hecho la producción en masa abarató muchísimo estos alimentos. El desarrollo del transporte y las comunicaciones permitió penetrar lo que las multinacionales de alimentos llaman mercados emergentes. Mientras mercados como Estados Unidos están completamente saturados de competencia -tenemos cien marcas de cereales por ejemplo-, en otros, todavía hay margen para competir y generar un mercado propio. Esto ha creado mecanismo propio de incorporación de calorías baratas de no mucho valor nutricional, y en prácticamente todos los países del mundo, muchos de los cuales aún no solucionaron los problemas de desnutrición. Entonces se crea esta situación dual donde por un lado hay países que tienen regiones con pobreza y malnutrición y por otro, zonas sobre todo urbanas donde hay sobrepeso porque hay calorías baratas y hay un estilo de vida sedentario típico del medio urbano.

-¿Cuáles son los sectores poblacionales más afectados?

-Estamos viendo que en una misma casa puede coexistir subnutrición, casi siempre en niños menores de cinco años, con sobrenutrición, usualmente un adulto, la madre o el padre, de manera que en esa casa, en la distribución de las calorías disponibles los niños reciben menos y los adultos más. Pero no es una cosa que sea necesariamente deliberada sino simplemente, que los requerimientos de los micronutrientes en los niños, las vitaminas y minerales, por kilo de peso son tres, cuatro o cinco veces más que en un adulto. Los niños necesitan comida más concentrada, pueden comer menos volumen pero necesitan mucho más concentración de nutrientes esenciales. Desde el punto de vista de comida chatarra, el niño es mucho más susceptible porque no puede comer tanta cantidad.

-¿Qué se puede hacer cuando la comida chatarra es más barata y accesible?

-El problema principal es que no hay consenso en cuanto a regulación, lo que habría que hacer es regular, por ejemplo, la prohibición de vender refrescos en las escuelas. En este momento, los países en vías de desarrollo están en una mejor posición para empezar a hacer alguna regulación porque todavía no tienen un mercado libre muy avanzado como Europa o EE UU. En América Latina ya hay leyes nacionales. México implementó en enero el primer impuesto a los refrescos, y tienen un impuesto del 8% a la comida chatarra; y en Chile, Uruguay, Ecuador... hay planes similares.

-¿Cómo está influyendo la crisis económica en la alimentación del primer mundo?

-Definitivamente ha habido un impacto, han aumentado las visitas a los centros de recuperación nutricional y a los hospitales. En el primer mundo cuando hay una disminución del ingreso disminuye la calidad del alimento, compran alimentos más baratos con las mismas calorías. Pero ahí tenemos varios problemas. Primero, si la gente esta consumiendo demasiadas calorías, puede seguir consumiendo demasiadas calorías pero ahora con menos vitaminas, menos nutrientes esenciales, y eso hace que pueda llegar a aumentar deficiencias de hierro, anemias... Se ha visto en otros estudios que después de una crisis aumentan los ingresos, pero no se vuelve a una comida mejor, sino que se acostumbran a la comida barata. O sea que la crisis tiene un efecto inmediato pero también tiene un efecto a largo plazo respecto a los malos hábitos que se adquieren.

-De seguir esta tendencia, ¿podría superar la mortalidad asociada a la obesidad a la mortalidad por desnutrición?

-Las enfermedades derivadas de la obesidad (cardiovasculares, diabetes...) son mortales solo si no tienen tratamiento, y tenemos el gran problema de que los sistemas de salud de los países en vías de desarrollo no pueden absorber la cantidad de diabéticos e hipertensos creados por la obesidad. Es imposible, ni siquiera EE UU lo puede hacer. Yo creo que se avecina un aumento en la mortalidad, y en la incidencia por enfermedades crónicas no transmisibles derivadas de la obesidad. Aunque empecemos a reducir la obesidad, ya vienen dos o tres generaciones que van a llegar a la vida adulta con exceso de peso, va a ser un gran desafío y tratar a tantos diabéticos es un reto. En la India hay más de 60 millones de diabéticos, por ejemplo.

-¿Cuál sería el mejor arma o vacuna contra la obesidad, en el terreno cotidiano?

-No hay una vacuna o una sola arma porque tiene que ver con conducta, preferencia alimentaria, cultura, estilo de vida y muchas otras cosas que son difíciles de estandarizar en una sola política. La calidad de la dieta es un factor muy importante, promover frutas, vegetales, reducir el consumo de comidas procesadas que tengan mucha grasa saturada. Y el otro componente es la actividad física, pero ojo, si voy al gimnasio una hora al día, mi función cardiovascular puede mejorar, pero si luego me siento ocho horas mi riesgo cardiovascular va a ser más grande que alguien que no va al gimnasio, pero que todo el día está caminando, o haciendo otro ejercicio, significativamente.