Anabela Natário es una periodista con amplia carrera en los principales periódicos portugueses. En 2008, escribió ocho libros sobre biografías de mujeres lusas, para justo después empezar a pensar en trasladarse a historias de crímenes. "Pasó el tiempo y una amiga me propuso hacer la historia del Diogo Alves. Fue una coincidencia graciosa así que dije que sí e interrumpí el libro que estaba haciendo entonces y que ahora he vuelto a retomar y que no es de ficción", explica la escritora por el hilo del teléfono.

Esa coincidencia ha sido publicada bajo el título O assassino do aqueduto en el mercado portugués. Sobre su protagonista, Natário reconoce que "no se sabe mucho sobre él. Se sabe que vino de Galicia, de una aldea de Lugo. Llegó a Lisboa de niño, con aquellos grupos de gallegos que venían. En aquel momento, había una emigración muy fuerte de Galicia para aquí. Se piensa que sus padres lo enviaron a Lisboa para que huyese de la miseria. Aquí, aunque eran tiempos difíciles parecían ser mejores que en Galicia. Los gallegos venían de criados a las casas de los señores".

Se calcula que el niño vio la luz y claridad de Lisboa por primera vez a los diez años y que en la capital vivió hasta los 30 en un periplo vital trabajando como criado en casas de señores e incluso de la nobleza culminando con sus últimos años llenos de la sangre de otros.

En cuanto a la cifra de víctimas que sucumbieron a su yugo, Anabela Natário puntualiza: "Hay una diferencia muy grande entre la imaginación popular y lo que realmente hacía Diogo Alves. Él era malo pero la imaginación popular lo puso peor de lo que era. Necesitaban alquien en quien descargar la furia".

Natário añade que "el problema era que los crímenes eran muy violentos, como el asalto que hizo a una casa en la que mató a toda la familia".

En aquel momento del siglo XIX, Lisboa era considerada una ciudad tranquila a pesar de asentarse en una provincia peligrosa, marcada por las maldades heredadas de la Guerra Civil y de aquellos exsoldados olvidados del ejército.

El asesino del acueducto fue el sobrenombre de Alves por realizar gran parte de sus crímenes en el Acueducto de Águas Livres que aún hoy sigue existiendo aunque como monumento y no como paso de auga.

"El acueducto era un pasaje de entrada y salida de la ciudad. Se podía entrar por otro lugar pero había que dar más vuelta. Él tenía una casa muy cerca del lugar. Tiraba a las personas de ahí. No creo que fuera un asesino en serie. Era malo y tanto actuaba en el aqueducto como en la parte baja", opina Natário que en su novela, de lectura fácil y con ritmo, recrea el ambiente en el que se movía el delincuente y cómo fueron sus útimos años.

Tras ser arrestado, fue condenado a morir en la horca. La leyenda urbana dice que su cabeza se guarda en un frasco. De hecho, en internet circulaban supuestas fotografías de la misma pero Natário rechaza que sea la de Alves. "No tenemos la certeza de que sea suya. Puede ser o no", deja en suspense la escritora lisboeta.