Cierra el telón la que es, sin duda, una de las más claras instituciones del folk gallego. Berrogüetto han sentado las bases de este nuevo folclore aperturista que antes ya miembros de esta banda habían apuntado con Matto Congrio, pero la solidez de una carrera de décadas la ha puesto Berrogüetto. Sin buscar aplausos fáciles ni atenciones mediáticas, forjando su camino ecléctico y culto, se han convertido en una institución.

Ahora se separan y lo hacen en una gira que termina aquí en Vigo, lo que evidentemente se ha notado ayer. Entradas agotadas, teatro abarrotado, entrega desde antes de que la banda saliera a escena. No era momento de pedir cuentas, sino de despedidas y homenaje. Los aplausos enfervorecidos comenzaron antes de que sonase una sola nota en el "García Barbón", y en cada momento que la banda dejaba hueco se reproducían como un rito fervoroso. Es normal, quien ama el folk gallego ama a Berrogüetto y ese amor fluyó en la sala. Es recíproco, y fue a flor de piel en una despedida histórica como la de ayer.

El concierto recorrió toda la discografía del grupo, desandando el camino desde los últimos discos ("Kosmogonías", 2010) hasta el primero, "Navicularia", de 1996. Destacó la aparición invitada de Guadi Galego, las Pandereteiras de Cantigas e Agarimos y el primer violinista del grupo, Paco Juncal. Todo muy simbólico, llenando la sala de un clima de hito que los fans están gustosos de paladear. Triste y alegre al tiempo. Un concierto que comenzó con "Alalá da noite", un poema de Manolo Rivas escrito tras asistir a un directo de Berrogüetto que es de sus piezas más conocidas. También tocaron piezas clave como "Nadir", "Planeta can" y muchas más, claro. Como decíamos, un viaje temporal por toda su carrera. Sonaron pluscuamperfectos y, como siempre, virtuosos.

Las alocuciones de Anxo Pintos conforman parte de la idiosincrasia de la banda sobre las tablas. El cantante Xabier Díaz también se confiesa públicamente: su dicha por haber tocado, en sus palabras, con los mejores músicos. Son momentos y confesiones acaso calculadas. Como en otras citas de esta gira, las frases precisas se ubican para ser bien recibidas por los acólitos de la banda, que devuelven ovaciones. Y está bien porque de esto se trata, de despedirse entre abrazos como buenos amigos que se deben muchas cosas los unos a los otros.

Despedida, sí, emocionantísima, pero festiva, con reencuentros, y sobre todo con una música alborozada y vivaz que no encoge, pese al adiós definitivo, sino que enaltece y, sí, alegra. Las constantes ovaciones fueron el hasta siempre de una Galicia que les sigue queriendo.