Aunque a primera vista no lo parezca, el arte encierra muchas de las claves para conocer la evolución de los cultivos de uva en Galicia y la antigüedad y procedencia de sus variedades. Así lo intuía, hace ya veinte años, la investigadora Carmen Martínez y ahora, tras casi ocho de trabajo, ella y su equipo de la Misión Biológica de Galicia del CSIC han logrado la demostración científica de sus hipótesis.

El equipo ha recorrido las principales iglesias de Galicia y Asturias que poseen retablos barrocos, en los que era típico este motivo de decoración vegetal. Visitaron 54 iglesias, en las que analizaron un total de 101 retablos, y han logrado identificar seis variedades de vides reales, lo que les permite confirmar la antigüedad de algunas variedades y su carácter autóctono.

Las seis clases de vid identificadas son: Loureira, Tinta Castañal, Albariño, Albarello, Dona Blanca y Palomino Fino. "El trabajo ha sido muy largo y laborioso porque se ha basado en la comparación de las hojas y los racimos de variedades de vid reales con las que aparecen representadas en las columnas salomónicas de los retablos barrocos", describe Carmen Martínez.

Primero en las iglesias tomaban imágenes de la decoración en la que había hojas y racimos y, posteriormente, en el laboratorio medían esas imágenes con los mismos métodos y técnicas que utilizan para medir las hojas y los racimos reales.

"En algunos casos hemos encontrado un altísimo nivel de realismo en las representaciones, lo que nos ha permitido identificar algunas variedades reales y confirmar su posible carácter autóctono, al mismo tiempo que demostrar que los artistas realizaban esta decoración teniendo el modelo real delante, ya que de lo contrario sería imposible tanto detallismo", afirma la investigadora.

La identificación de una variedad real en un retablo "demuestra que en el siglo XVII ya se cultivaba en esa zona concreta", destaca Martínez. Así, por ejemplo, han demostrado que el Palomino Fino, que se creía que fue introducida en Asturias a finales del siglo XIX, en realidad ya se conocía en el XVII.

"En la bibliografía antigua hay nombres de variedades de vid muy concretas y ligadas a determinadas zonas, pero sólo en algunos casos van acompañadas de breves descripciones; por eso hoy en día continúa el debate en torno a los orígenes de muchas variedades y la antigüedad de su cultivo en zonas determinadas", asegura la investigadora.

La investigación acaba de ser publicada en la revista Economic Botany, que es la publicación del Jardín Botánico de Nueva York. "Estamos muy contentos porque, al ser un estudio tan especial, a medio camino entre el arte y la botánica, era difícil de publicar, aunque gustó muchísimo en todos los sitios donde lo presentamos", concluye la directora.