La casa española, el ministro que visita su pueblo, cocinas para enseñar al posible turista, el pajar, la aguja y los amores, tertulias en la puerta, la música para todos del acordeón, brazo en alto con Falange... Fueron muchas las escenas que desfilaron ayer en decenas de fotos ante los ojos y la memoria de los presentes en el acto del club FARO en el auditorio del Areal. "No pretende ser este acto -dice Pozo- nada más que una reflexión ilustrada de tres décadas muy difíciles, con mis propios recuerdos de niño rural desde un espacio y un tiempo de privilegio. Hay situaciones y hechos que también viví en primera persona y otros que ni por asomo podía imaginar. Recopilando fotos me enteré, por ejemplo, que un abuelo mío era republicano y el otro falangista. Por eso no había ninguna foto juntos".

Otra foto. Un lucense de As Salgueiras, encaramado en 1958 en lo alto de un pajar. "Cualquiera que viviera cerca de un pajar -dijo- sabía que servía para dos cosas; almacenar paja y quererse. Aunque los había de piedra, los había en las afueras de los pueblos, cerca de las eras. Los jóvenes charlaban alrededor del pajar, en el tiempo común del trillado en la era".

Una foto de una cocina rural de los años sesenta, con su radical pobreza, y otra aparecida en el libro "Apología turística de España", en que se mostraba lo relucientes y bien preparados que estaban los hogares rurales. "Nada que ver con la realidad".

"Entre otras cosas -dice Pozo- , con la visión de estas fotos queda claro el atraso de una España que fue ayer, pero es más cristalina la marginación de la mujer, una de las repercusiones más negativas de aquella posguerra".