Apenas mide 5 centímetros, pero su transparencia y un mapa genético casi idéntico al humano lo están poniendo de moda en los laboratorios de todo el mundo. Hasta Hollywood incluyó al pez cebra en el primer diálogo que mantiene Peter Parker -alias Spider-Man- con el siniestro doctor Connors y en el que cita su asombrosa capacidad de regeneración. Este "poder" que sería la envidia de cualquier superhéroe es el que investiga Antón Barreiro (Santiago, 1982) para tratar de recuperar la médula espinal en humanos.

"El pez cebra se utiliza como modelo cada vez más, pero lo novedoso de nuestro enfoque es que lo aplicamos a estudios de regeneración para el diseño futuro de terapias o fármacos en caso de lesiones medulares o enfermedades degenerativas", explica el científico desde el Centro de Neuroregeneración de la Universidad de Edimburgo.

El pez cebra es capaz de recuperar desde una aleta a su sistema nervioso. Cuando sufre una lesión medular pierde la capacidad de nadar pero, en 5 o 6 semanas, su médula se regenera y vuelve a moverse de forma prácticamente normal. "Las células madre se reactivan y generan nuevas neuronas. Tratamos de descubrir los procesos moleculares que provocan esa activación que en la médula del cuerpo humano no ocurre", destaca Antón.

El joven compostelano se incorporó en febrero de 2012 al grupo Becker, en el que ya había realizado una estancia en 2009, contratado por el centro escocés, después consiguió una beca de la Barrié -que lo premió el año pasado como la mejor trayectoria en investigación- y desde abril posee una beca del nuevo plan de la Xunta I2C que garantiza su vuelta a Galicia dentro de 3 años.

"Mi objetivo a largo plazo es establecer mi propio grupo y devolver al país parte de la inversión realizada en mí. El problema no es que los investigadores salgamos al extranjero, sino la parte del regreso. Siempre me gustó mucho viajar y, desde el principio de mi carrera, tuve claro que tenía que irme fuera para conocer a los mejores científicos y establecer contactos", asegura.

Antón comenzó estudiando la evolución del cerebro de la lamprea en el departamento compostelano de Biología Celular e inició una nueva línea de investigación relacionada con los modelos de regeneración celular utilizando el mismo pez tras una estancia en 2009 en la Universidad de Pensilvania (EE UU). Después viajó por primera vez a Escocia y, tras doctorarse con mención europea, continuó su periplo científico en el hospital infantil Shifman de Filadelfia en 2010.

Desde el año pasado, vuelve a formar parte del grupo con sede en Edimburgo, una ciudad universitaria cuyo principal inconveniente es el clima. "Aunque viniendo de Galicia tampoco es tan nuevo para mí", bromea.

Antón tenía clara su vocación y comenzó a utilizar la bata blanca en los últimos años de carrera: "Siempre me motivó el hecho de hacer ciencia y de descubrir cosas que nadie había visto antes. Aportar tu grano de arena, aunque sea a largo plazo, en ayudar, ya no digo a que los pacientes vuelvan a caminar, pero sí a mejorar parte del proceso, resulta muy motivador. Sobre todo cuando estás fuera y dedicando parte de tu vida a esto".

El grupo Becker colabora con colegas del mismo centro, donde se estudian otras enfermedades como la esclerosis o el alzheimer, y también de EE UU o Japón. "La principal diferencia con España no está en los investigadores. No son mejores, pero su sociedad y las instituciones públicas y privadas tienen desde hace mucho tiempo una cultura y la idea de que la investigación es importante. Y esto conlleva eficiencia y disponibilidad de financiación. En Reino Unido también ha habido recortes, pero el porcentaje es mucho menor", compara.

El biólogo compostelano aboga por acelerar el paso de la investigación básica a la aplicada -"Nuestro centro tiene una relación muy fluida con el hospital y también se apuesta por bioincubadoras de empresas"- y anima a los científicos españoles a salir a la calle no solo para protestar. "Nos ha faltado divulgar mejor, ahora levantamos la voz, pero también debemos convencer a la sociedad de la importancia de lo que hacemos", sostiene.

Ahora que se habla tanto de la reforma de las universidades y de los fallos del sistema de I+D, Antón aboga por la incorporación de los jóvenes: "La ciencia española es muy buena pero la generación que estamos fuera, que nos hemos movido por el mundo y conocido otros sistemas, somos lo que tenemos que volver para llevarla al siguiente nivel".