Para conocer el origen del uso del árbol de Navidad hay que remontarse a la antigua Roma cuando los ciudadanos llevaban un pino al templo de Atis y para rendirle culto lo decoraban con flores y esculturas. Su ingreso en la práctica cristiana proviene de costumbre paganas célticas y germanas; los druidas de Bretaña utilizaban plantas de hojas perennes en conexión con rituales del solsticio de invierno. Además, existe la leyenda de que san Bonifacio encontró a paganos que adoraban un roble consagrado al dio Tor y cuando lo hizo cortar, en su lugar apareció un abeto, lo que se consideró una señal divina. El árbol comenzó a popularizarse en Alemania en el siglo XVI y se consagró en los hogares con la migración a Estados Unidos en el siglo XIX.