Rafael Alonso, conservador de la colección pictórica de la Casa de Alba, aún se emociona cuando se detiene ante la vitrina en la que reposan unos documentos manuscritos de Cristóbal Colón. "Sí, me entran escalofríos cada vez que lo veo -confiesa - porque esto es historia viva de España". Esos textos, esa letra nerviosa de Colón desangrada sobre el papel con la amenaza de un motín a bordo porque no se veía tierra a la vista, es una de las joyas que alberga la exposición "El legado de la Casa de Alba", en el espacio Centro Cibeles de Madrid. No es una exposición cualquiera: por primera vez el palacio de Liria ha accedido a que sus obras maestras abandonen su "hogar" y queden a la vista del gran público, en mil metros cuadrados muy bien aprovechados, donde la belleza y el talento y las resonancias históricas dominan cada rincón. Será así hasta el próximo 31 de marzo.

Los expertos no tienen la menor duda: es el acontecimiento artístico y cultural más importante de la temporada, porque es la primera vez que la Casa de Alba enseña su patrimonio artístico, acumulado a lo largo de varias generaciones. Pasear por la propuesta garantiza encuentros inolvidables con el trabajo inmortal de autores como Goya, Tiziano, Rubens, Zuloaga, Renoir o El Greco. De las 150 piezas que pueden admirarse fuera de su lugar habitual, un setenta por ciento nunca había abandonado los palacios de Liria (Madrid) y Monterrey (Salamanca). No sólo de pintura vive la Casa de Alba: también se pueden encontrar esculturas, documentos históricos, manuscritos, piezas arqueológicas, esculturas romanas y griegas, joyas, mobiliario y trajes.

Por ejemplo, y para ir de menos a más, se exponen por primera vez fuera de Liria dos pequeños objetos de valor incalculable: una caja imperial rusa en jade siberiano con monturas de oro de distintos colores y la miniatura del último zar de Rusia, Nicolás II, en la tapa, rematada por una corona imperial enmarcada en diamantes. La caja perteneció a la zarina viuda María Fedorovna. La otra pieza es una "minaudièr" o polvera con compartimentos de la casa Cartier de los años veinte, a partir de diseños de Georges Barbier, en oro esmaltado en negro con una pantera de pavé de diamantes y ónix, flanqueada por dos cipreses de esmeraldas talladas.

Y más tesoros al alcance de la mirada: dos espectaculares tapices gobelinos de Napoleón III y la emperatriz Eugenia de Montijo junto a la mesa de trabajo del primero; los trajes militares de Alfonso XII y Alfonso XIII; el uniforme de capitán general que llevó Juan Carlos I el día de su coronación; los escudos de armas otorgados al legendario conquistador Francisco Pizarro o a Martín de Moctezuma; la célebre Biblia de la Casa de Alba, traducción a lengua romance de la Biblia hebrea, a cargo del judío Rabí Mosé Arragel, en el siglo XV, así como una primera edición del «Quijote».

El lienzo "La duquesa de Alba de blanco", pintado por Francisco de Goya en 1795, reina sin discusión en la muestra. Rafael Alonso tiene una especial relación con esta obra: le llamaron para restaurarla y se quedó para siempre como "vigilante" de la colección. La duquesa, con expresión más bien seria, está pintada de cuerpo entero junto a un diminuto perro y ante un paisaje difuminado, con detalles magistrales como el dorado de las filigranas en los bajos del vestido o en el raso del fajín, que armoniza con un lazo en la frondosa cabellera de la protagonista y otro en la pata trasera del perrito.

Compite con el afable e irónico trabajo de Goya una tabla del beato del Quattrocento italiano Fra Angelico que desprende belleza por los cuatro costados: "La Virgen de la granada" (1426). Un cristal de seguridad protege la delicadísima obra, de unos colores brillantes. Y vibrantes. Según Philippe Montebello, director del Museo Metropolitan de Nueva York, es la obra maestra de este pintor y la mejor conservada de todas. Ese museo intentó contar en 2006 con el título para una exposición dedicada al pintor italiano, pero los expertos recomendaron que el traslado no se produjera. Y qué decir de esa maravilla llamada "La última cena" vista por Tiziano (1550-1555) con una mirada original y de recogida intensidad.

El viaje (en el que, como ya sucede en el Louvre parisino, se puede contar como novedoso «experto» con una audioguía en la videoconsola Nintendo 3ds XL) arranca con un retablo anónimo de «La Anunciación» (1480) comprado por el primer duque de Alba. De ahí se puede pasar a un tramo repleto de genialidades, como dos retratos del emperador Carlos V e Isabel de Portugal de Rubens; "Camino al mercado", bellísima obra también del artista flamenco datada en 1616; "Mujer con sombrero de cerezas" (1880), de Renoir; "Florero delante de la ventana", de Marc Chagall; "La marquesa de Lazán" un trabajo menos llamativo de Goya; o el "Cristo en la Cruz" (1580), de El Greco.

Para descansar de tanta pintura magistral, un descanso con la historia con mayúsculas: las cartas manuscritas de Cristóbal Colón a Alonso de Morales en 1501 o a su hijo en 1498, pero, sobre todo, el mapa que dibujó sobre la isla de La Española la primera vez que la vio, en 1492, y cuando su cabeza ya corría serio peligro. Una parada obligada con un momento crucial en la historia de la Humanidad: es la colección de cartas autógrafas de Colón más extensa que se conoce y en ella se puede "asistir" a la preparación del primer viaje o el rol de marineros, con su correspondiente salario, y con los nombres de los hermanos Pinzón.

Un punto simpático de la exposición aparece con el retrato de una infantil Cayetana de Alba pintada en 1930 por Ignacio Zuloaga, por cuyos pinceles también "desfilaron" sus padres. El óleo muestra a la XVIII duquesa de Alba a caballo y acompañada por... "Mickey Mouse". A Mariano Benlliure se le deben dos cabezas escultóricas en mármol de madre e hija, mientras que la del padre, Jacobo Fitz-James Stuart, está creada en bronce. Los sucesivos duques tuvieron retratistas de excepción: además del citado Goya, se pueden admirar los trazos de Tiziano, Louis-Michel van Loo, Mengs y Federico de Madrazo.

Otra parada obligada: los cuadros de Ribera, "Paisaje con fortín" y "Paisaje con pastores". Y cerca, el retrato del canónigo de Murillo, de la colección que la XIII Duquesa recibió de su madre, la duquesa de Huéscar. La exposición resalta el destacado trabajo de mecenazgo, recuperación y conservación de un inmenso patrimonio histórico-artístico por parte de la Casa de Alba. Se desarrolla a lo largo de tres capítulos: el primero, centrado en la relación de la Casa de Alba con la Historia de España; el segundo, volcado en la labor de la familia como mecenas, y el tercero, dedicado a las piezas más sorprendentes reunidas a lo largo de los siglos gracias a las relaciones y costumbres sociales, personales y familiares de la Casa de Alba, que hunde sus raíces en el siglo XIV.

La colección actual sería más impresionante aún de no haber sufrido varios «mordiscos» históricos. La muerte sin descendencia de la XIII duquesa, Cayetana de Silva, que fue especialmente famosa por haber inspirado a Goya, puso en peligro a la Casa y a su colección. El siguiente duque de Alba, del linaje de los Fitz-James Stuart de la Casa de Berwick (nacida de una rama ilegítima de la Casa Estuardo de Escocia, duques de Berwick en Inglaterra y duques de Liria y Jérica en España), se encontró con que sólo quedaba una treintena de cuadros, habiendo sido expropiadas joyas como "La Venus del espejo" de Velázquez o una "Virgen" de Rafael. El nuevo duque emprendió entonces una labor de recuperación de los buenos tiempos de la Casa comprando obras de Caravaggio, Rembrandt, Fra Angelico... Otra fase de declive volvió a convertir la colección en producto de venta para la supervivencia, una sangría artística paliada en parte por la emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo, hermana de la duquesa de Alba María Francisca, y que donó algunas de sus pertenencias, entre ellas un retrato suyo pintado por Winterhalter y otro de Goya, "La marquesa de Lazán".

La Guerra Civil fue un desastre para la colección. El palacio de Liria sufrió un bombardeo que destruyó obras importantísimas. Por fortuna, otras se salvaron de la quema porque fueron trasladadas a la Embajada británica, al Banco de España y a los sótanos del Museo del Prado. Cayetana de Alba, la duquesa actual, ha enriquecido la colección con obras de Picasso, Chagall, Renoir, Corot o Fantin-Latour, algunas de ellas presentes en una exposición inolvidable.