Por esta tierra de vino de Amandi pasó en tiempos de los romanos la Via Nova, que unía Braga con Astorga, de la que aún se conserva una buena parte en la parroquia. Tiene Doade además numerosos castros y "outeiros" y puede presumir de ofrecer una de las vistas más espectaculares de la Ribeira Sacra, con las laderas de viñedos precipitándose hacia el Sil desde el mirador de Pena do Castelo, al que se accede a través de un frondoso sendero en el que aparecen "penedos" de caprichosas formas y bosques milenarios como el de Valguaire.

Al llegar al centro del pueblo unas señales van guiando el camino, que se puede hacer a pie o en bicicleta. En el trayecto, aparte de abundante flora y fauna, se descubre el "souto" de Valguaire, una impresionante fronda de castaños que sobrepasan los mil años, llenos de mitos y leyendas. Dicen que si en Galicia queda algún trasgo probablemente viva aquí. El camino continúa llano y a tramos sorteando la pendiente hasta un punto en el que solo es ascenso. La subida merece la pena porque tras las escaleras de piedra llega el encuentro con uno de los miradores más impresionantes de la Ribeira Sacra.

Ya lo cuenta el propio cartel que da la bienvenida al visitante: "La Pena do Castelo apunta orgullosa al cielo e invita al caminante a descubrir la grandiosidad de un espléndido horizonte de cumbres que la naturaleza ha esculpido. Este mágico lugar guarda las huellas de los habitantes de los castros mezcladas con las de los devotos que acudían a la ermita de San Mauro, desaparecida en el siglo XIX". El eremitorio vuelve a alzarse impresionante sobre los bancales, fundido en el paisaje y reconstruido fielmente por la Consellería de Cultura en 2004. La capilla alberga en su interior una imagen de piedra dedicada al santo. En el exterior, la grandiosidad de la naturaleza y la viticultura heroica colgada sobre el Sil hablan del monumental esfuerzo del hombre por dominar estas inverosímiles pendientes cubiertas de vides.