Bien, el cómic, que carece de la abstracción de la literatura y de los recursos "verité" del cine, se encuentra en un terreno difícil para el género del terror. Pero eso no implica más que una regla a confirmar con muchas, muchísimas excepciones.

La historia de la historieta es rica en tebeos de horror, sobre todo desde que la editorial EC se decidiese, allá por los años cincuenta, a explotar el género de lo macabro con cabeceras como "Historias de la cripta", donde artistas mayúsculos se aplicaban en artesanías de ocho páginas, relatos cortos, comprimidas píldoras de terror macabro, historias de fantasmas, asesinos, muertos vivientes y todo tipo de truculencia que pronto sufrieron la censura.

Aún no existe la edición merecida para este material en lengua castellana, pero sí podemos disfrutar de obras hermanas, trabajos de esa década que se auparon al éxito de EC, desde editoriales de la competencia. Sí se editó por aquí "Four color fear", libro exquisito en el que podrá el lector conocer el trabajo de Wally Wood, Jack Cole y muchos maestros del terror grandguiñolesco de los inocentes tiempos del rock and roll. En realidad su capacidad para espantar se ha esfumado (nuestra mirada ha perdido inocencia) pero sirve para saber que el terror y las viñetas viven su particular romance desde hace décadas. "Los muertos vivientes" (Editorial Planeta), cómic en que se basa la serie de éxito televisivo, puede perturbarnos con mayor eficacia. Ese es el secreto del género en los tebeos. El espacio de las viñetas es ideal para provocar imágenes desasosegantes y jugar con conceptos sórdidos, y así resulta difícil apartar la vista de los grotescos espantos de Suehiro Maruo o Ideshi Hino, que con obras como "La sonrisa del vampiro" (Maruo) y "El niño gusano" (Hino) son capaces de convertir una lectura en una experiencia angustiosa.

Posiblemente en el horror dentro del cómic, haya un antes y un después de Alan Moore. El autor de "Watchmen" había revolucionado el género del miedo con "La cosa del pantano", donde nuevamente lo espantoso surge no del gore (absurdo en viñetas) o de los sustos (inexistente en un cómic) sino del equilibrio entre lo explícito y lo sugerido, las imágenes mentales, el subconsciente, el deleitarse en describir lo mórbido más abstracto... miedos atávicos, horrores lovecraftianos... los ochenta y esta obra cambiaron el pulso del género para siempre.

El terror, ahí está. Incluso de la mano de los gurús del asunto: el mismísimo Stephen King ha escrito tebeos, y autores más señeros como Lovecraft han sido adaptados por autores como el argentino Alberto Breccia. El cómic deglute y también se deja querer, y por eso si buscamos vasos comunicantes podremos encontrar hasta adaptaciones de seriales televisivos como "True blood", interesante serie vampírica que tiene su adaptación a la historieta, o relatos del entorno del micro cosmos [Rec], auspiciados por los directores de las películas.

Sin embargo, superando el mero censo, nosotros apostamos por obras genuinas, como algunas de las ya citadas o "No cambies nunca", obra a punto de salir a la venta del madrileño David Sánchez, que escarbará en las facetas más escalofriantes del mundo de la ciencia. Quizá en la línea de otro maestro de lo hórrido y la "nueva carne", Charles Burns (de quien por cierto hay que recomendar todos sus títulos, si se quiere sentir una apariencia extrema).