Una sola obra le bastó a la monja En para ganarse la admiración de los expertos por la fuerza expresiva, el uso del color y de las formas que enlazaban directamente con la tradición andalusí. Los expertos han tratado de ahondar, sin éxito, en la personalidad de una gran artista que brilló con luz propia en la oscura Edad Media, cuando el conocimiento se refugiaba en monasterios e iglesias y estaba solo al alcance de unos cuantos pocos privilegiados.

San Salvador de Tábara, el monasterio zamorano del famoso Scriptorium donde el monje Magius alumbró los incomparables Beatos de Morgan (o de San Miguel) y el de Tábara en el siglo X, fue levantado sobre restos de una antigua iglesia visigótica a instancias del rey leonés Alfonso III, quien dio orden de extender los territorios reconquistados hacia el sur del reino astur leonés mediante la fundación de monasterios y cenobios. Bajo su patrocinio, el que luego sería obispo de León, San Froilán, y el primer responsable de la diócesis de Zamora, San Atilano, a finales del siglo IX, se erigió un cenobio dúplice, de monjes y monjas, bajo una administración común. Los historiadores aseguran que la existencia de monasterios mixtos era "frecuentísima". Por su texto fundacional , que asegura que en él se congregaron "más de 600 monjes de uno y otro sexo al servicio divino", debió ser el más ambicioso de la zona del Valle del Tera donde se levanta.

Bajo la denominación de "beatos" se copilan manuscritos que se refieren, sobre todo, a comentarios al Apocalipsis de San Juan, el último libro del Nuevo Testamento, atribuidos a un monje llamado Beato, que llegó a ser abad del monasterio de San Martín de Turieno en Liébana (Asturias) y que vivió hacia mitad del siglo VIII. Los textos, en sí, carecen de importancia literaria, lo que destaca es su iluminación, con espléndidas miniaturas que alcanzarán su mayor cota artística entre los monjes de Tábara. Con Magius como maestro, desde del scriptorium tabarense se alumbró un nuevo estilo de ilustración en el que confluyen la herencia carolingia y la influencia del islam a través de la cultura mozárabe.

"El Picasso del siglo X"

Una riqueza expresiva que, según los expertos, sólo es posible comprender en toda su magnitud por ojos acostumbrados a los movimientos artísticos de vanguardia de principios del siglo pasado. Con razón el profesor John Williams, de la Universidad de Pittsburg, el mayor experto internacional en este tipo de manuscritos, denomina a Magius "El Picasso del siglo X". Y como tal, dejó dignos sucesores, entre los que se encuentra En.

Las iluminaciones convertían aquellos libros en auténticos productos de lujo en un mundo iletrado. Su posesión, por tanto, otorgaba prestigio a su poseedor, ya que solo eran asequibles a nobles, abades, obispos o monarcas, que a menudo eran también quienes los encargaban, y favorecía una relación de privilegio con el clero.

El Apocalipsis fue el tema más copiado, acompañado de ilustraciones gráficas de contenido escatológico como enseñanza didáctica sobre las consecuencias del pecado y el fin del mundo. Se conservan 27 beatos, de los que tres salieron de Tábara. El denominado Beato de Gerona fue concebido en el monasterio zamorano en 975 y donado a la catedral gerundense en 1078 por el capiscol Juan. Además de ser uno de los mejor conservados, guarda 114 miniaturas en las que se aprecia con rotundidad la influencia islámica y como particularidad añadida, representa escenas de la cristiandad que no son comunes en otros beatos, desde el nacimiento de Cristo a la Crucifixión, incluyendo escenas inéditas como el intento de suicidio del rey Herodes.

Imágenes nuevas

En ambas singularidades, los investigadores aprecian la mano de la pintora En, a la que se atribuyen amplios conocimientos de la literatura sacra, lo que le permitió añadir esas nuevas imágenes, un amplio ciclo iconográfico dedicado a la vida de Cristo, incluida una Crucifixión cuyo estilo recuerda ya al próximo románico. Las investigaciones realizadas sobre las miniaturas del códice de Gerona indican que En sería la responsable no solo de un cambio significativo con respecto al estilo de Magius, con una mayor policromía y vigor en las formas, sino también de los primeros ensayos para sustituir el aspecto plano de miniaturas anteriores mediante una representación del volumen y un naturalismo incipientes, como antecesores del mencionado arte románico que se desarrollaría a partir de entonces.

En el colofón del códice de Gerona aparecen identificados sus autores: el escribano Senior, el abad Dominicus y dos miniaturistas: uno de ellos, el monje Emeterius, fue el continuador del Beato de Tábara, que dejara inconcluso Magius a su muerte. Y en el mismo aparece también la firma de la pintora: "En, pintora y servidora de Dios (Dei Aiustrix). El hermano Emeterio, presbítero. Finalicé el volumen el sábado, seis de julio. En esos días Fernando Flaginiz de las Villas ocupaba la ciudad de Toledo para abatir en lucha a los árabes, discurriendo la era 1013", (año 975 del actual calendario).

John Williams considera "chocante" la aparición de un nombre de mujer en primer lugar, por delante de Emeterius. Es el primero de los muchos interrogantes que se plantean alrededor de la miniaturista. "El calificativo Dei Aiutrix, servidora de Dios, se ha considerado la conformación de su condición religiosa. Sabemos por la biografía de San Froilán que Tábara era un monasterio dúplice, por lo tanto, este hecho no sería sorprendente". Es la única mujer asociada a la producción de un comentario de Beato o en cualquier otro libro iluminado de su tiempo. Pero Williams precisa: "Dei aiutrix era, asimismo, título honorífico otorgado a personas no religiosas, de alto rango, de forma que el estatuto civil de En no está todavía claro. Las monjas podían ser escribas y la designación "depintrix" indicaría dicho estatus. En lectura más literal quizá significase que era pintora".

Aunque en un principio la miniaturista fue conocida como Ende, la historiadora María Rosa Ferrer Dalgá advirtió pronto que existía un error de lectura. Hasta entonces, la firma del colofón del Beato de Gerona se había interpretado como "Ende pintrix, pero Ferrer señala un pequeño espacio entre letras, de apenas tres milímetros, que revela el nombre auténtico como En. "El códice tiene en la última página la magnífica capital omega del Fin (…). Las letras, sobre fondo azul, son blancas y miden algo más de un centímetro de altura. Bajo la letra griega, y también dentro de una cinta azul Prusia, escrita con letras doradas, tenemos la firma", que debe leerse correctamente como "En depintrix". De hecho, hay varias En cuyo nombre aparece en pergaminos de la época, así como Em o Emma, si bien este patronímico es ajeno a los usados en Castilla. La investigadora apunta a que el nombre pudiera derivar del germánico Haim, del que deviene el actual Enrique y de haim ric, casa poderosa, que traducido al catalán daría origen al apellido Eimerich.

Extraordinaria creatividad

La En del Beato "tenía que ser una mujer de extraordinaria valía y creatividad en un tiempo en el que se guardaban celosamente las jerarquías, puesto que en ningún documento está consignada alguna delante de un clérigo aunque se trate de una reina", expuso la historiadora durante una ponencia dedicada a la pintora En el Congreso de Románico organizado hace diez años por la Fundación Santa María la Real.

Una mujer que conocía, además, el arte de la España Islámica, cuya influencia es patente en varias de las ilustraciones. Así lo considera Williams y también Carmen Beatriz de Paz, historiadora del Arte e investigadora de la universidad de Mendoza (Argentina), que también ha dedicado parte de su vida profesional a desentrañar los misterios de quien firma como En. De Paz se detiene, sobre todo, en la imagen de Dios entre las nubes, donde se aprecia "un delicado manejo de los pliegues en las túnicas y mantos de cada uno de los personajes". El acabado de las nubes invita a pensar claramente "en una mano femenina, por su gracia y por los ornamentos que tienden a formas redondeadas.

El Beato de Gerona es el único que conserva la firma de la primera pintora documentada en la Europa Occidental. Su rastro comienza y acaba entre el dominio de los colores y formas de sus miniaturas en las que se llega a apreciar un absoluto dominio de la aplicación del oro, una asignatura que había ensayado el propio Magius, aunque sin tanto éxito. De Paz especula con la posibilidad de que el maestro hubiera conocido previamente la obra de En. De hecho, en la misma época en que se realiza en Beato de Tábara se completaba otro que se conserva en la Biblioteca de la Universidad de Valladolid.