"Hay que disfrutar el momento, porque esto, la vida, son cuatro días, y dos salen nublados", decía ayer el periodista Antonio San José, a quien conoce tanta gente por su intachable y luminosa profesionalidad desarrollada en Radio Nacional de España, Canal Plus o CNN Plus. Con esa frase, aparentemente sencilla, reflejaba una de las ideas básicas de su charla de ayer en el club FARO sobre "La felicidad de las pequeñas cosas", que le presentó con mucho vuelo periodístico Mª Carmen Echevarría, jefa de Prensa de la Universidad de Vigo, que le entrevistó ante el público.

"La felicidad es una serie de momentos acumulados que van recargando nuestra batería vital –dice San José– y hacen que la vida sea más agradable. Tomar una cerveza en una terraza, compartir un café, irse a pasar la tarde al campo, mirar al cielo... ¿Hace cuanto que no nos paramos y miramos al cielo?. Nos referimos a esas cosas de apariencia simple que nos pueden llevar a ser felices. El olor del café por la mañana, un baño al atardecer, coleccionar piedras a la orilla del mar por muy feas que parezcan... suma y sigue. Nos referimos a esas cosas de apariencia simple que nos pueden llevar a ser felices. El olor del café por la mañana, un baño al atardecer, coleccionar piedras a la orilla del mar por muy feas que parezcan... suma y sigue.

El periodista Antonio San José, que escribió en la editorial Planeta "La felicidad de las pequeñas cosas", desarrolló su opinión de que la felicidad no se puede comprar pero sí conquistar. "Depende –dijo– de nuestra actitud, es algo que se aprende, que consiste en saber descubrir lo que te rodea", no se logra con grandes golpes de suerte sino de pequeñas cosas que ocurren todos los días.

De lo que él habla es "de la felicidad posible, de la asequible." ¿Vamos a cifrarla –afirmó– en un yate, o en el premio gordo de la lotería? Nadie lo rechazaría pero hay probadas estudios que hablan de que el dinero da la felicidad si cubre tus expectativas vitales y aún te sobra algo para tus placeres. Imagínense que les toca el Euromillón, se hacen un casón, dejan el barrio de toda su vida, mandan a sus hijos al colegio más caro... pero un día van a echar de menos ese barrio en donde usted estaba en su salsa, no se sentirá entre los suyos en ese otro de ricos en el que le tratan como a un extraño nuevo rico... No sería capaz de negarme si me cayera inesperadamente pero a mí el dinero en gran cantidad me da miedo".

Distingue Antonio San José entre personas corcho, aquellas que ayudan a salir a flote y procuran la felicidad de quienes se cruzan en su camino, y personas plomo, que "se empeñan en llevarte al fondo". Individuos "tóxicos", estos últimos, de los que hay que huir "y no dejar que te arrastren tras ellos porque son genéticamente incapaces de ser felices, que se levantan, ponen el puñal en la cintura y al salir a la calle todo es un desastre... están eternamente enojados". Este periodista, que tras cerrarse Canal + y pasar por el paro trabaja como director de Comunicación de Loterías y Apuestas del Estado, se refiere a unos y otros al hablar de esas personas "milagro", que no duda en creer son "ángeles", que "llegan a nuestra vida cuando menos te lo esperas, y como un regalo".

Este periodista defiende la necesidad de vivir despacio sin llegar a tomarse las cosas con "pachorra". Defiende que hay que implicarse pero sin una prisa excesiva que "nos pueda conducir al atolondramiento". Lo que llama "la calma lenta", una lentitud consciente "que nos permita ser más reflexivos", hacer un regalo -"los mejores: los que no se esperan",– la soledad "buscada, disfrutada y querida", una canción, o mirar al cielo, leer un libro o simplemente tomar un café son algunas de esas "pequeñas grandes cosas" que pueden hacernos inmensamente felices. "Tengo experiencia para opinar así –dijo– porque no en vano procedo de una profesión que está atada a la prisa".

Cuarenta y siete (por no hacer "un tocho") son las "pequeñas cosas" de la vida cotidiana que retrata en su libro y en las que, según él, podemos hallar instantes de felicidad, una felicidad "posible, muy cercana, muy reconocible".