No resulta fácil escribir sobre un alma valerosa. Porque Rita Regojo Otero era, también y quizá sobre todo, un alma valerosa. Una mujer de una pieza, un corazón entregado.

Rita podría presumir de muchas cosas. Por ejemplo, de una familia amplia. O de tener premios y distinciones. No lo hacía. No lo hizo nunca porque no le interesaba. Ella era hija de otros tiempos, de otras costumbres. "Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha".

Era silenciosa y acogedora, ojos verdes y pelo blanco. Sonreía mucho y se quejaba poco, aunque carácter no le faltaba. Gracias a esa personalidad nacieron muchas iniciativas sociales. Algunas famosas, como Aldeas Infantiles SOS Galicia, donde trabajó con amor y paciencia durante un cuarto de siglo. Otras pequeñas y desconocidas, pero que le daban gran satisfacción.

Rita era paciente y discreta. Muchos pueden atestiguarlo. Su casa de Cesantes siempre estaba abierta. Tan abierta que no tiene puerta. Allí recibía a todo el que quería visitarla y les preparaba en un santiamén una sardinada o unas lampreas, que sabía hacer como nadie.

Para Rita la familia era un tesoro que había que cuidar. Sin noñerías. Pero si había que dar un grito, lo daba. Ser madre de seis hijos te obliga a ciertas cosas, aunque solo por el tiempo imprescindible. "No soy amiga de castigos. A cierta edad, lo mejor que se puede hacer por los hijos es rezar".

Buena conversadora, no se prodigaba en consejos, pero si le pedías ayuda allí estaba ella. Firme, constante, fiel. Bien es verdad que tuvo una buena maestra, su madre Rita Otero, a la que siempre tuvo como ejemplo y de la que heredó su compromiso con los niños huérfanos. Algo tendrán las ritas cuando las bendicen.

Rita. Rita Regojo Otero. Simplemente Rita. Una mujer moderna, que lo fue. Por ejemplo, de copiloto de rallies con su marido Adriano al volante. Pero de placeres sencillos, como la pintura, una afición a la que le dedicó muchas horas en los últimos años.

Hoy Rita ya no está con nosotros. O sí. Quizá sí. Quizá esté con nosotros más que nunca. Porque toda su vida se preparó para su dies natalis, la fecha en la que Dios llama a su lado a sus hijos. Por esos andurriales estará hoy Rita. Con sus padres, con su cuñada tan querida, Ana María. Y sobre todo con su hija Noemi, fallecida hace dos décadas y a la que tanto añoró. Una muchacha vital y apasionada que encontro su norte en el este, en Calcuta, al lado de Madre Teresa.

Hoy habrá fiesta Regojo en el Cielo.