–La primera canción de su nuevo álbum habla del paro. ¿La música no tiene sentido para usted sin compromiso?

–No. Uno no puede dejar de emocionarse ante la tragedia ajena.

–¿La ausencia de ideología es uno de los agujeros negros de esta sociedad?

–Nos hemos creído que las ilusiones han muerto y hemos considerado irrefutable el modelo social y económico en el que vivimos. Nos han arrebatado un protagonismo que en algunos momentos tuvimos.

–¿Y en ese contexto la izquierda existe o es un residuo de una idea romántica?

–La izquierda existe y es necesaria, pero a veces le falta liderazgo. Los avances en el Estado del Bienestar han sido posibles gracias al empuje de la izquierda y ahora vivimos un retroceso preocupante. Ha habido también cierto ensimismamiento de la izquierda.

–Y ahora descubrimos que Gadafi es un sátrapa. ¿La hipocresía es el valor dominante del siglo XXI?

–Sí. Sobre todo en políticas internacionales. Mientras atiendan a nuestros intereses son nuestros aliados, porque en política internacional los derechos humanos no están en el primer lugar de las prioridades.

–¿Le complace que lo vean como el último cantautor de los de antes, el más unido a la canción protesta?

–Yo continúo con una tradición marcada por el compromiso, no pretendo romper. En este país los cantautores no fueron solo un fenómeno musical, sino social, en un contexto en el que además la ciudadanía tenía un protagonismo que ha perdido. Nos hemos resignado a no influir en la sociedad y el compromiso se ve así como una extravagancia o un anacronismo, algo que no dice precisamente cosas buenas del mundo en que vivimos.

–Ha desaparecido de las radiofórmulas, ¿es una decisión personal?

–No. Es una decisión de ellas, que han excluido a las cantautores, como a otros estilos. Se han puesto cada vez más herméticas y han optado por una música de usar y tirar y han desechado todo lo que tenga que ver con una escucha más profunda. Hasta Sabina, cuando saca un disco, ya no lo oyes como antes. ¡Y qué decir de Aute o Serrat!

–¿Lleva como una carga ser el autor de un himno como "Papá cuéntame otra vez"?

–No, como un orgullo. Es una canción que aun tiene vigencia. La sigo cantando porque sigo creyendo en ella.

–Se ha adaptado a las circunstancias y ha hecho un concierto a través de Facebook, vende bien en iTunes. ¿El disco como entidad física ha muerto?

–Sí que parece que el soporte físico tiende a desaparecer. Las nuevas tecnologías imponen el consumo de canciones concretas sacadas de su contexto y es una pena, porque creo en el disco como concepto, como manojo de canciones que definen un momento del artista. –¿Plataformas como Spotify son el futuro o se aprovechan de los músicos?

–Va todo tan rápido que no sé qué es el futuro. Spotify es al menos un modelo diferente, es la única plataforma que remunera al músico. Es un modelo saludable para la industria porque paga; poco, pero paga.

–¿Pro-Sinde, anti-Sinde o indiferente?

–Es necesaria una ley, pero no sé si es esta, no la conozco en profundidad. Da la impresión de que el debate está contaminado. Se carga contra los creadores y se señala a aquellos que viven muy bien de la música y se olvida que el 80% viven solo dignamente sin ser multimillonarios y que tal como están las cosas cada vez lo tienen más difícil.

–¿Le gusta el término ambición?

–Hay que ser ambicioso. Está en la naturaleza del ser humano serlo. Otra cosa es lo que ambicionemos. A veces somos víctimas de un exitismo pobre y la ambición nos ciega hasta el punto de basar nuestro bienestar en la miseria de los demás.

–¿Hispanoamérica es un territorio de esperanza visto desde la vieja Europa?

–Pues sí, porque a veces miramos a Latinoamérica con un paternalismo que nos impide aprender muchas cosas. El debate de las ideas allí sigue vivo. Latinoamérica es un continente donde se pueden producir los sueños más maravillosos, pero también las peores pesadillas.

–Ha hecho guiones y ha actuado en películas. ¿El cine es el arte total?

–Me siento como un invitado privilegiado. Es como ver una fiesta desde la ventana y un día te cuelas en ella y te das cuenta de que es un mundo lleno de magia y pasión, más aún cuando se trata de producciones independientes, en las que la gente participa con una vocación desmedida.

–¿Se ve dirigiendo?

–¡Uf! Uno puede ser más o menos intuitivo, pero siempre se necesita una cierta formación que yo no tengo.

–¿Recomienda un libro?

–Estoy leyendo "Blanco nocturno" y, ya que hablamos de compromiso, "Algo va mal", de Tony Judt, un ejercicio de memoria necesario, porque a veces parece que el siglo XX no ha sucedido.