Todavía sorprendido por el éxito de "Celda 211", el actor gallego Luis Tosar está en Italia promocionando la película como intérprete del carismático personaje Malamadre, con el que se adentró en un mundo "hacia el que no se mira", el de las cárceles de hombres, "donde hay mucha testosterona", afirma.

Detrás de su voz grave, su imponente presencia y su aparente seriedad, se esconde un actor que poco tiene que ver con el violento y peligroso personaje que le llevó a levantar su tercer Goya hace dos meses: "Algo de él debo tener, pero espero que tenga que ver con la parte simpática", bromea el actor.

Junto a Marta Etura, Alberto Ammann y Jorge Guerricaechevarría, intérpretes y guionista de "Celda 211", Luis Tosar llegó ayer a Roma para el preestreno de la gran triunfadora de los Goya, que se estrenará en Italia el próximo 23 de abril.

Malamadre espera ahora el beneplácito del público italiano, también de aquellos que acudan a ver la versión doblada, que no contará con el espectacular trabajo vocal del actor y que Tosar tiene "especial curiosidad" en conocer, aunque está seguro de que será bien recibida. "Como Malamadre habrá muchos aquí y seguro que serán peores que el que yo he compuesto", declara entre risas.

La película ya fue bien recibida en la pasada Mostra de Venecia y, además del éxito cosechado en los Goya, "Celda 211" ha sido avalada por productores, guionistas y críticos. La respuesta del público, que "funcionó con el boca a oreja", precisa Tosar, "se explica porque la película habla de algo tan sencillo como es la fatalidad", sufrida por el personaje de Calzones, que interpreta Alberto Ammann, un funcionario de prisiones que se ve atrapado en el motín carcelario liderado por Malamadre.

"La lección básica de esta película es que tenemos que estar más atentos a lo que estamos haciendo con las cárceles, porque son un reflejo de lo que es la sociedad, es una cosa más pequeñita, como un belén viviente, pero ahí están todos los arquetipos y esquemas de funcionamiento", subraya el actor gallego.

En su opinión, la imposibilidad que tiene Calzones de comunicarse y la impotencia que siente ante los trámites burocráticos son un reflejo de "lo que puede sentir cualquier persona cuando se dirige a cualquier institución y cada vez tiene menos gente con la que hablar directamente".

"Estamos creando una sociedad en la que cada vez tiene menos importancia el individuo: estamos representados por ficheros de ordenador, papeles y números; sólo hay contestadores telefónicos, máquinas, y todo se está convirtiendo en algo muy inhumano", lamenta.

Un hecho que tiene su reflejo en el mundo del cine, donde "el 3D parece que está sacando las castañas del fuego a nivel de taquilla pero, cuando hay crisis, el teatro va para arriba", subraya Tosar, de 38 años, para quien "la sensación de que alguien está haciendo las cosas para ti es insustituible", concluye.